Sin
lugar a dudas, la torre del reloj de la colegiata de Santa María de Borja
ofrece características singulares que merece conocer, lo que se ve facilitado
por las fotografías que, recientemente, ha realizado Enrique Lacleta. En primer
lugar, llama la atención la altura y esbeltez de su diseño, lo que aún sería
más llamativo si pudiera verse toda la parte inferior de la misma, ahora oculta
por el claustro.
La
torre, como todo el conjunto de la colegiata, es fruto de una sucesión de
actuaciones a lo largo del tiempo, que fueron conformando el aspecto que
actualmente tiene. En esta fotografía, hemos señalado las cuatro fases
constructivas que los especialistas suelen señalar, aunque todo es susceptible
de ser reconsiderado a la luz de nuevas investigaciones.
De
lo que no hay duda es que, inicialmente, existió en ese mismo lugar una torre
de piedra, perteneciente al templo que se construyó en los siglos XII-XIII. Es
llamativo que todavía no ha podido precisarse la fecha de edificación del
primer templo borjano y existente serias dudas sobre sus características
arquitectónicas, pues ignoramos si era una iglesia románica o gótica. La torre,
situada a los pies del templo, era de menor tamaño que la actual y su fábrica
fue reaprovechada cuando sobre ella se levantaron nuevos cuerpos.
En
la actual capilla de San Isidro, en el claustro de la colegiata, puede verse la
obra de sillares de una de sus caras, con un estrecho vano que se abría al
exterior, y sobre la que se asienta la obra de ladrillo.
El
acceso a su interior se realiza por esta hermosa puerta de arco apuntado que se
encuentra junto a la entrada a la nave de la iglesia. Tanto en estos sillares,
bien trabajados, como en algunos del interior se aprecian marcas de cantero.
En
el interior existe una escalera de caracol con un machón central formado por el
encuentro de los propios peldaños. La escalera se dispone en la parte más
próxima a la nave, dentro del conjunto de la torre, de forma cuadrangular, la
cual actúa como contrafuerte.
A
mediados del siglo XIV, tras la guerra de los dos Pedros que dejó arruinado el
templo, se procedió a su completa restauración en la que, aunque se reaprovechó
parte de la fábrica de la iglesia anterior, se le dio el aspecto de una iglesia
fortaleza, cuyo testimonio más evidente es el adarve que se conserva junto al
pórtico. Fue en ese momento cuando se levantaron, sobre la torre de piedra los
dos cuerpos que aparecen marcados en el recuadro de la fotografía superior.
Este
es el punto de encuentro de las dos fases, donde nos llama la atención una
estructura, señalada con la flecha roja, para la que no encontramos
justificación, por el momento.
Por
el interior este es el lugar donde la obra de piedra se prolonga con la de
ladrillo, la cual se cubre con una interesante bóveda formada por aproximación
de hiladas de ladrillo que ofrecen un llamativo aspecto.
En
el siglo XVI se levantó un nuevo cuerpo que, en esta imagen, aparece dentro del
recuadro. Es atribuido a Antón de Veoxa que también llevó a cabo otras obras en
la colegiata. Tras la rehabilitación efectuada recientemente, el interior del
mismo fue vaciado, ofreciendo el aspecto que muestra la fotografía anterior.
Finalmente,
en el siglo XVII, se construyó el último cuerpo con su chapitel, probablemente
con el fin de albergar las campanas del reloj que ha dado nombre a la torre
que, de hecho, como han señalado algunos, es una torre cívica que servía de
atalaya y de soporte a unas campanas que, además de dar las horas en un reloj
que era propiedad municipal, sonaban en casos de alarma. Es posible que, en
épocas anteriores, acogiera también a las campanas de la colegiata pero, a
partir de un determinado momento, todas ellas están emplazadas en la torre que
se alza sobre el pórtico.
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