El 25 de marzo de 1487
tomó el hábito dominico en Salamanca fray Julián Garcés, un ilustre personaje
cuyo lugar de nacimiento sigue siendo objeto de controversia. Munébrega lo
considera hijo de esa localidad, porque allí nació su padre Ximén Garcés, algo
que no se cuestiona. Sin embargo, desde hace mucho tiempo se ha apuntado la
posibilidad de que Fray Julián naciera en Borja, en 1452. A esta hipótesis se
suman los historiadores de la Orden de Predicadores basándose en el hecho,
perfectamente documentado, de que, en el desaparecido convento de dominicos de
Zaragoza, existía un retrato suyo en el que se hacía constar “El Ilmo. y
Venerable Señor Dn. Fr. Julián Garcés, natural de Borja…”.
Ese
fue el motivo por el que el Centro de Estudios Borjanos y el Ateneo de
Zaragoza, con ocasión del V Centenario del Descubrimiento, le recordaron con
una lápida colocada en la fachada del antiguo convento de dominicos de Borja,
con el que fray Julián no tuvo relación, ya que en su época no había sido
fundado.
En
las biografías de fray Julián Garcés abundan las imprecisiones y los errores,
no sólo circunscritos a su origen, sino al de su trayectoria como religioso.
Así, por ejemplo, aunque todavía se afirma que profesó en el convento de
Calatayud, el historiador de la Orden de Predicadores P. Tomás Echarte hace
tiempo que documentó que el 25 de marzo de 1487 tomó el hábito en el convento
de San Esteban de Salamanca. Aunque es cierto que “tomar el hábito” y
“profesar” son dos cosas distintas, lo cierto es que se tiene constancia de su
permanencia en esa ciudad castellana, en cuya universidad cursó estudios,
siendo alumno de Antonio de Nebrija que tuvo del joven religioso un elevado
concepto. Estas cualidades influyeron para que fuera enviado a la Sorbona de
París, donde completó su formación.
En
1497, pasó al convento de Zaragoza y, en 1504, obtuvo la cátedra de Filosofía
Moral de la Universidad de Valencia. Al margen de su actividad académica,
destacó como brillante orador, por lo que Carlos V lo nombró predicador real.
También fue confesor del obispo de Burgos, D. Juan Rodríguez de Fonseca, que
ocupaba el puesto de Presidente del Consejo de Indias. Ello fue determinante
para que, el 6 de septiembre de 1519, el monarca lo presentara al Papa León X
para ser nombrado obispo de la “isla Carolina”.
Las circunstancias de la propuesta para
esta sede que llegaría a ser la primera creada en el continente americano son
muy curiosas. En 1517 había llegado la noticia del descubrimiento de la
península del Yucatán, a la que se tomó por una isla. Cuando aún no se tenía
conocimiento de la llegada de Cortés a México, se decidió crear allí un
obispado, dando el nombre de “Carolense”, en honor al emperador. La rápida
sucesión de los acontecimientos y la imprecisión a la hora de fijar los límites
de esa sede, aconsejaron posponer esa decisión aunque fray Julián siguió siendo
considerado el candidato ideal para desempeñar ese cometido en el lugar que,
más tarde, se decidiera.
Tuvieron que pasar ocho años para que, en 1527, el Papa Clemente VII
erigiera la sede de Tlaxcala, honor con el que se quiso recompensar a sus
habitantes por su lealtad en la conquista del imperio mexica. En esta ocasión,
Carlos V volvió a proponer el nombre de fray Julián Garcés para ser el primer
obispo, a pesar de que ya contaba con una edad muy avanzada para la época. El
dominico tenía más de 70 años cuando embarcó con destino a su remoto obispado,
del que tomó posesión el 9 de noviembre de 1529. Inicialmente, ubicó su
catedral en el convento que los franciscanos tenían en la ciudad de Tlaxcala y,
a pesar de su edad, comenzó a desarrollar una ingente labor. Muy pronto se
percató de la conveniencia de fundar una nueva ciudad, poblada por españoles.
Según una bonita
leyenda, fray Julián tuvo un sueño en las vísperas de San Miguel, en el que se
veía caminando en busca del lugar más adecuado para su propósito, hasta llegar
a un hermoso valle, regado por tres ríos, que era iluminado por una brillante
luz y sobre el que descendían los ángeles.
Al despertar, mandó buscar el paraje soñado que fue identificado con el
valle de Cuetlaxcuapan. Allí comenzó a construirse la ciudad de La Puebla de
los Ángeles, que cruzan los ríos Almoloya, Alseseca y Atoyac, donde terminó
siendo trasladada la sede del obispado en 1539 y confirmada el 6 de junio de
1543.
En su nueva sede, fray
Julián Garcés continuó desarrollando una ingente labor: Comenzó la construcción
de la catedral, a la que colocó bajo la advocación de la Inmaculada Concepción
de María; fundó el convento de dominicos el hospital de Perote y seis
capellanía. Pero ha pasado a la Historia
por ser el autor de la carta que, en 1533, envió al Papa Paulo III, defendiendo
los derechos de los indios. Fue un documento fundamental que influyó en el
ánimo del Pontífice para que, cuatro años después, promulgara la bula Sublimis Deus, considerada la Carta
Magna de los derechos de los indígenas. Por todo ello, es considerado como uno
de los más grandes obispos de México y su recuerdo ha permanecido vivo hasta
nuestros días. Falleció el 7 de diciembre de 1542, como consecuencia de unas
fiebres palúdicas, siendo enterrado inicialmente en el convento que había
fundado. Sin embargo, el 20 de abril de 1649, siendo obispo de Puebla de los
Ángeles el Beato Juan de Palafox, sus restos fueron trasladados a la actual catedral
que había terminado de construir, donde reunió a los de todos sus predecesores
en esa sede.
El 25 de marzo de 1581
fue bautizado en la parroquia de San Bartolomé de Borja D. Juan de Aguilar Jordán. Era hijo de D. Jaime de Aguilar y de Dª
Ana Jordán, pertenecientes a dos ilustres familias de la ciudad. Cursó los
estudios de Derecho y ejerció la profesión de abogado en la Cámara del Consejo
del Justicia de Aragón D. Martín Batista de Lanuza.
El 25
de marzo de 1708 nació en Tabuenca sor
Inés María Cuartero Sancho nace en Tabuenca. Perteneciente a una antigua
familia de la localidad, quedó huérfana
a los cuatro años, haciéndose cargo de su educación dos ilustres hijos de la
misma villa que, además, eran parientes suyos: D. José Millán Lumbreras y D.
Francisco Cuartero. El 17 de
mayo de 1722, con tan solo 14 años de edad, ingresó en el convento de
capuchinas de Ntra. Sra. de los Ángeles de Zaragoza, donde hizo la profesión
solemne tres años después. Muy pronto destacó por su formación y, tras ocupar
diversos cargos, fue elegida abadesa en 1744, pero el arzobispo no concedió la
preceptiva licencia por no haber alcanzado la edad de 40 años. Tres años
después volvió a ser elegida y, en este caso, a pesar de que aún le faltaban
seis meses para cumplirlos, le fue otorgada la dispensa, siendo reelegida en
1750. Pero su nombre está unido a la fundación del convento de Gea de
Albarracín, una iniciativa del obispo D. Juan Francisco Navarro y Gilabert, el
cual solicitó al arzobispo de Zaragoza el envío de un grupo de religiosas para
su puesta en marcha. Al frente de ellas marchó Sor Inés María que llegó a Gea
el 29 de octubre de 1756, tras ocho días de viaje, siendo alojadas en la propia
residencia del prelado hasta que pudieron ocupar el nuevo monasterio.Fue
abadesa del mismo hasta que, en 1773, presentó su renuncia, haciendo uso del
privilegio que, como fundadora, tenía de retornar a su convento de procedencia.
Sin embargo, continuó como Vicaria en el de Gea, hasta que el 2 de febrero de
1776 sufrió un accidente cerebro-vascular agudo cuando se encontraba en el coro.
Pudo superar la crisis, pero la enfermedad le dejó algunas secuelas, tanto
físicas como psíquicas que afectaron a su carácter durante la última etapa de
su vida. Sufría mucho ante el temor de no ser digna de la salvación,
recurriendo a la mortificación y a su especial devoción a la Virgen, para la
que compuso algunas obras poéticas. Las molestias físicas se fueron
acrecentando, pero murió en paz, rodeada por toda la comunidad el 14 de febrero
de 1778, tras 56 años de vida consagrada, siendo enterrada en el panteón del
convento.
El 25
de marzo de 1810 contrajo matrimonio en Mallén el entonces comandante del Tercer
Cuerpo del Ejército francés Antoine-Louis
Eugène Weyler, con Dª María de los Ángeles de Navas, perteneciente a una
ilustre familia de la villa, donde tenían dos importantes palacios. Antoine
había nacido en París el 19 de marzo de 1787 y tomó parte en la campaña de
España como Teniente de Caballería y, posteriormente, como Comandante
habilitado de la 4ª compañía del 11º batallón del tren de aprovisionamiento del
citado cuerpo de Ejército, con el que llegó a Mallén, donde se enamoró de la
joven, conocida familiarmente como “Mariquita Navas” y logró casarse, a pesar
de la oposición de sus padres. Al final de la guerra marcharon a Francia, donde
en 1814, siendo Guardia de Corps de Luis XVIII, solicitó autorización para unir
al apellido Weyler el de Navas. La decisión respondía al contencioso mantenido
respecto a la dote de su esposa. Fue creado “barón de Weyler de Navas” y
continuó su carrera militar como miembro de la Intendencia del Ejército,
llegando a ser Sub-intendente de la Casa Militar de Carlos X, donde le tocó
vivir los difíciles momentos de su abdicación y del cambio de régimen. Destacó
por su honradez y su fidelidad al monarca, al que acompañó hasta Cherbourg,
camino del exilio, donde el rey le ordenó proceder al licenciamiento de las
tropas leales. Falleció el 2 de junio de 1850 y, merced a su decisión, aún se
mantiene entre la nobleza francesa ese apellido de Mallén.
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