En el distrito de Carabanchel de Madrid se encuentra el Cementerio Británico, que llama la atención por su fachada de ladrillo revocado y pintada de rojo, tras su restauración en 1997. En él están enterrados varios militares, algunos muy destacados, a los que vamos a recordar hoy.
El arquitecto D. Wenceslao Gaviña fue
el encargado inicialmente de su diseño, pero finalmente lo llevó a cabo el arquitecto
Benedetto Albano. Nacido en Italia, había huido a Londres, tras verse implicado
en el asesinato del Jefe de Policía de Nápoles. Allí trabajó en la
reconstrucción del Covent Garden. Posteriormente marchó a Francia, donde
recibió el encargo de diseñar el cementerio de Madrid.
Para dar sepultura a quienes morían en
la capital de España, la Embajada británica había adquirido unos terrenos en la
zona de la actual plaza de Colón que, en 1796, se encontraban algo alejados del
casco urbano. Pero, como ya se preveía que, tarde o temprano, terminarían
rodeados de edificaciones, no se le concedió el permiso necesario para su construcción
y hubo que buscar otro emplazamiento. Para ello, en 1853, adquirieron una
parcela en la carretera de Carabanchel donde terminó siendo situado.
De forma cuadrangular, el proyecto de
Albano incluía únicamente, dos pequeñas construcciones a ambos lados de la portada
de acceso. Una de ellas estaba destinada para vivienda del guarda y la otra
para capilla.
Sobre la puerta de entrada se colocó,
en 1856, un escudo con las armas de la Corona Británica, obra del escultor
italiano Pedro J. Nicoli, aunque se había establecido en Madrid, donde efectuó
numerosos trabajos. Autor de las escaleras del Teatro Real y del escudo de su
fachada, realizó también el monumento a Cervantes de Alcalá de Henares y el dedicado
al general Palafox en la basílica de Ntra. Sra. de Atocha.
El cuidado del cementerio corre a cargo
de la Embajada británica y, tras un período de cierto descuido, vuelve a
presentar un aspecto relativamente agradable. En su interior hay unas 600 tumbas,
de personas de diferentes nacionalidades, algunas de ellas con una historia
relevante, pero nos vamos a detener exclusivamente en las de militares.
Entre ellas hay tres de combatientes en
la I Guerra Mundial. Son las del Capitán Alfred Cecil Carter; el Mayor Stewart
Barton Bythesea Dyer; y el soldado Cliff Albert James Grace.
El capitán Alfred Cecil Carter había nacido en Liverpool. Era
hijo de Thomas y Jane Carter. Sirvió durante la guerra en el Royal Army Service
Corps. Al término de la contienda se estableció en Madrid, con residencia en la
calle Sagasta nº 17, donde falleció el 15 de enero de 1919, a la edad de 39
años. Era Caballero de la Legión de Honor y Caballero de la Orden de la Corona
de Italia. En la prensa de la época fue insertada por la Embajada británica su
esquela en la que se hacía constar que su cadáver sería trasladado desde su domicilio
a la capilla de la embajada “donde se rezarán las primeras preces del oficio funerario”
y, posteriormente, sería inhumado en el cementerio británico. El que la esquela
fuera firmada por “Su Excelencia el Embajador de Su Majestad Británica y demás
personal de la Embajada”, nos sugiere la posibilidad de que estuviera adscrito
a ella.
El que sí desempeñaba el cargo de
Agregado Militar en la Embajada británica era el Major Stewart Barton Bythesea
Dyer. Había nacido en Westcroft Park, Surrey, el 26 de noviembre de 1875 y
contaba con una brillante hoja de servicios.
Ingresó en el Ejército en 1899 e, inicialmente sirvió en el 2º
regimiento de Life Guard, la más antigua unidad de Caballería de las Fuerzas
Armadas británicas. Pasó después al 3º
batallón del regimiento de Infantería de Línea de Wiltshire, con el que participó
en numerosas acciones de guerra. En ambos participó en numerosas acciones de
guerra: Expedición a Kaduna (1900); operaciones de Workum Hills y Bussama
(1902) y Expedición Dakakerri (1904), entre otras, todas ellas en África.
Estaba en posesión de la Orden de Servicios Distinguidos (DSO) y había sido
nombrado Agregado Militar en la embajada en diciembre de 1915. Murió en Madrid
el 26 de enero de 1917, a los 41 años de edad.
El tercer fallecido durante el período
de la I Guerra Mundial fue el soldado Cliff Albert James Grace, del Royal Army
Service Corps. Había nacido en Hayling Island, una pequeña isla en la costa Sur
de Inglaterra. Era hijo de John y Emily Grace. Murió en Madrid el 15 de
diciembre de 1918, a la edad de 20 años, sin que conozcamos las causas por las
que se encontraba en la capital de España, salvo que prestara servicio en la
Embajada. En su lápida se hace constar “Nunca te olvidarán tu madre y tu padre”.
Pero, el personaje más destacado, por el
puesto que desempeñaba y por las circunstancias de su muerte, es el del
Encargado de Negocios Arthur Ferdinand Yencken que, antes de ingresar en el
Servicio Diplomático, había servido como oficial en el Royal Army.
Nacido en Melbourne (Australia) el 1 de
abril de 1894, era hijo de Edward Yencken y de Florende Yencken (nacida Orr y
de origen inglés). Miembro de una familia acomodada, recibió una esmerada
educación y, al comienzo de la I Guerra Mundial, se alistó en el ejército
británico, sirviendo como oficial en la 6ª Brigada de la Royal Field Artillery.
Por su heroica actuación fue galardonado con la Military Cross y era miembreo
de la Orden de San Miguel y San Jorge. Se retiró como Major en 1919, ingresando
en el Servicio Diplomático.
Ocupó puestos en Washington, Berlín, El
Cairo y Roma, hasta que el 23 de abril de 1939 fue destinado, como Consejero, a
la Embajada de España, de la que llegó a ser Encargado de Negocios. En Australia
había sido un destacado tenista que llegó a disputar el Open de Australia y jugó
en Wimbledon.
En 1925 había contraído matrimonio con Mary
Joyce Russell, con la que tuvo tres hijos. Durante su destino en España, ambos
esposos desarrollaron un difícil trabajo para repatriar a los militares británicos
confinados aquí y fue, en el transcurso de una de esas misiones en las que
encontró la muerte.
El 18 de mayo de 1944, el Encargado de
Negocios, acompañado por el comandante Hilary Charles Caldwell, Agregado Aéreo Adjunto
en la Embajada y el mecánico aéreo, de nacionalidad española, Gaspar Martínez
López, despegaron de Barajas a bordo de una avioneta Percival Vega Gull G-AFVI
(similar a la de la imagen), que era un aparato encargado por la RAF, dentro de
un lote de 14 unidades, de las que una de ellas, la que utilizaron, fue adscrita
a la Agregaduría Aérea de Lisboa.
Se dirigían a Barcelona para intentar
hacerse cargo de un grupo de militares británicos que habían llegado hasta allí,
negociando su entrega con el fin de repatriarlos por medio de procedimientos
clandestinos.
La meteorología era adversa con abundantes nubes, entre las que volaron, sin ayudas a la navegación, de las que carecía la avioneta. Se les había aconsejado posponer el viaje, pero decidieron despegar a las 8:30 de la mañana. Alrededor de las 10:00, un agricultor que estaba trabajando en las cercanías de Prat de Compte vio salir al aparato de las nubes, encontrando frente a él a una de las alturas de la sierra de Artigós, que intentó eludir, aunque terminó estrellándose. El impacto provocó el incendio del aparato, quedando calcinados sus tres ocupantes. Ante la posibilidad de que el avión hubiera sido saboteado por agentes alemanes, se abrió una investigación que concluyó dictaminando que la causa fue debida a la imprudencia de no haber aplazado el vuelo, como se les había aconsejado. No obstante, la sospecha no fue disipada y hay obras publicadas con posterioridad que aportan datos interesantes sobre esa cuestión.
El Gobierno español, deseoso de
complacer al británico, organizó cuidadosamente las honras fúnebres en las que,
al cadáver de Encargado de Negocios, conducido en un armón de Artillería, cubierto
con la bandera del Reino Unido, le fueron tributados honores militares, con
asistencia de numerosas autoridades de ambos países.
Sus restos fueron sepultados en el
cementerio de San Jorge, al lado de los del piloto Hilary Charles Caldwell.
Ambos habían sido velados en la capilla de la embajada, mientras que el cuerpo del
mecánico Gaspar Martínez López fue llevado a su domicilio de la calle Muñoz
Grandes 17 y enterrado aparte.
Esta es la tumba del comandante Hilary
Charles Caldwell, nacido en Quilmes (Argentina) el 13 de junio de 1900 y era
hijo de Vere y Louisa Mary Caldwell, ciudadanos británicos establecidos en esa
ciudad, donde estaba el St. George’s College en el que inició su formación.
Había aprendido a volar en Argentina y, al inicio de la II Guerra Mundial se alistó
en la Reserva de Voluntarios de la RAF. En 1942 contrajo matrimonio con Rona
Vivien Spencer (nacida Wilkin), con la que tuvo una hija. En 1944, fue nombrado
Agregado Aéreo Adjunto en la Embajada de Madrid y la primera misión que le encargaron
fue el fatídico vuelo en el que encontró la muerte. Era un piloto experto y, en
su defensa, cabe señalar que, como afirmaron algunos testigos presenciales, en
la zona del accidente no hubo niebla en todo el día, a pesar de lo indicado en
la versión oficial.
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