De impresionante hemos de calificar el acto central de la Feria Medieval de Pozuelo de Aragón, que tuvo lugar ayer. No pudimos asistir a todos los actos programados, pero lo que vimos por la mañana, nos bastó para comprobar lo que es posible conseguir cuando todo un pueblo se vuelca unido para llevar a cabo una iniciativa como ésta. Detrás de todo ello siempre hay alguien que lo coordina, pero en este caso nos han insistido el que ellos no cuentan, sino que los protagonistas han sido ese gran número de personas que han aportado su entusiasmo y su ilusión para alcanzar el formidable resultado que tuvimos la fortuna de contemplar.
Bajo el título de “Estampas
costumbristas” fueron sucediéndose, a partir de las once de la mañana, una
serie de escenas representando usos y costumbres tradicionales, explicadas con
una acertada y poética locución, mientras el Grupo Folklórico d’Aragón, servía
de nexo de unión con sus bailes y sus jotas que realzaban lo que estábamos
viendo.
Excelentes actuaciones, al son de la
rondalla, con la sorpresa añadida (para nosotros) de unas bonitas jotas escritas
en la propia localidad que hicieron vibrar a todos los presentes.
Fueron muchas las escenas
representadas. No podemos ofrecer detalles de todas ellas, pero allí vimos a un
nutrido grupo de niños intentado rememorar los juegos tradicionales, la taberna
con sus clientes, las lavanderas empeñadas en su labor o la fuente a la que
acudían a llenar sus cántaros.
Como ruido de fondo un cubero estaba
colocando los flejes a un tonel en fase de elaboración y, bajo una carpa, un
artesano soplaba el vidrio, técnica que, por cierto, hace poco fue declarada
Patrimonio de la Humanidad.
Muy llamativas fueron las escenas
agrícolas, como la siembra a cargo de unos jóvenes agricultores o el pisado de
las uvas, al son de la jota.
Pero, el desiderátum llegó cuando hizo su irrupción en la plaza un olivo, en torno al cual se representó el vareado y recogida de las olivas, tarea en la que los niños se emplearon gran entusiasmo. Nos llamó la atención de que algunos, en lugar de introducirlas en los capazos, se las comían. Tenía su explicación, las “olivas” eran “conguitos” y era difícil resistirse a la tentación.
Las fiestas religiosas como la de Santa
Ana, Patrona de Pozuelo de Aragón, o la de San Antón, en torno a su pilar,
donde fueron bendecidos mascotas y un bonito caballo.
Y la apoteosis final con todos los
participantes al pie de la iglesia parroquial, mientras que el Grupo Folklórico
d’Aragón, rubricaba su brillante actuación.
Ya hemos dicho que el éxito de la
representación es fruto de un esfuerzo colectivo, en el que todos los
participantes desempeñaron su papel con una entrega y dedicación admirables,
pero hubo un “actor” que nos llamó la atención, por su perfecta actuación como
sacerdote en muchas escenas. Se trataba del propio párroco de Pozuelo D. José
Rodrigo Montoya, con el que luego tuvimos ocasión de departir, recordando
nuestras vivencias en su Guatemala natal.
Queremos finalizar agradeciendo a los
presentadores del evento María José Azcona y Carmelo Aznar, las facilidades que
nos dieron para poder realizar este reportaje que aun nos hubiera gustado que
fuera más detallado.
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