sábado, 3 de agosto de 2024

Sobre el fracasado proyecto de fundar un colegio de escolapios en Borja

         El 3 de julio de 1761 se autorizó a los padres escolapios para hacer una fundación en Borja, con los fondos procedentes del legado del canónigo D. Juan Miguel Amad. 

Se trataba de un generoso legado integrado por varias fincas en Valencia, una suma de dinero próxima a los 70.000 reales y 300 onzas de plata en alhajas. Lamentablemente, los bienes inmuebles fueron enajenados por la Hacienda pública y quedaron reducidos a una escasa cantidad.

 

Pero, la voluntad del ilustre borjano chocó con todo tipo de inconvenientes. No se pudo fundar el colegio, ya que el Supremo Consejo de Castilla quería crear una Casa de Misericordia para acoger a niños huérfanos. El Ayuntamiento de Borja litigó para que, si no se establecían los escolapios, esos fondos se dedicaran a crear plazas de maestros seglares de primeras letras y Gramática, cosa que al final se consiguió, comenzando a funcionar un Estudio de Gramática en la propia casa del difunto canónigo que estaba junto a la puerta de Zaragoza, en el nº 2 de la calle de la Concepción. Ya entrado el siglo XIX, fue creada con el producto del legado una escuela para niñas que, al final fue el único resultado tangible de la generosidad del canónigo Amad.

 

En 1906, siendo Alcalde D. Feliciano Rivas Foncillas, se quiso recordar su memoria dando su nombre a la calle que, hasta ese momento, se llamaba “Baja de Santo Domingo”.

Juan Miguel Amad había sido bautizado en la parroquia de San Bartolomé de Borja el 12 de abril de 1674. Tras cursar la carrera eclesiástica, fue nombrado canónigo de la colegiata de Santa María. Obtuvo después una plaza de canónigo en la catedral de Valencia, ciudad en la que falleció en 1760.

Cuando se retiraron del callejero borjano las placas de todos los sacerdotes, se mantuvo la de Amad, posiblemente por ignorar que lo era, como ocurrió con la calle Moncayo, por creer que estaba dedicada al monte de ese nombre, cuando en realidad honra a otro canónigo borjano D. Jaime Moncayo, que donó los fondos necesarios para la fundación del convento de dominicos, lo que se logró tras numerosas dificultades.


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