martes, 7 de mayo de 2024

El honor de Dios

 

         En 1959, el gran escritor francés Jean Anouilh (1910-1987) estrenó su obra teatral Becket o el honor de Dios, basada en la vida de Santo Tomás Becket, teniendo como escenario la Inglaterra del siglo XII.

         La acción gira en torno a la figura del rey Enrique II Plantagenet y de su gran amigo Thomas Becket, compañero de correrías y su hombre de confianza como Canciller del Reino. Al quedar vacante la sede primada de Canterbury, el monarca impone a Becket para ocuparla, con la esperanza de poder controlar con facilidad a la Iglesia.

         Pero, tan pronto como es consagrado, el nuevo primado se enfrenta al rey que terminará ordenando su muerte, llevada a cabo de manera brutal en la propia catedral. Becket fue canonizado por Alejandro III en 1174 y el rey tuvo que someterse a una dura penitencia para obtener el perdón de la Iglesia.

         En la obra teatral, el rey y Becket dialogan simbólicamente sobre la tumba del segundo y recuerdan cuando el arzobispo se mostró dispuesto a entregarle “Todo, excepto el honor de Dios” y, en defensa de ese honor, encontró la muerte y, con el martirio, la gloria.


         La novela fue llevada al cine en 1964, bajo la dirección de Peter Glenville y protagonizada por Richard Burton, como Tomas Becket, y Peter O'Toole, como Enrique II. Becket es una extraordinaria película que les aconsejamos ver, con verdadero interés.

 


         La interpretación de ambos protagonistas es excepcional. Peter O’Toole logró un Globo de Oro al mejor actor y la propia película fue galardonada con otro Globo de Oro. Sin embargo, nominada a 12 Premios Oscar, tan solo logró el Oscar al mejor guion.

 

         Al comparar el argumento de la obra de teatro y de la película con nuestra situación actual nos hemos preguntado sobre dónde están las personas, eclesiásticos o laicos, capaces de enfrentarse al poder civil para defender el honor de Dios, sin temor a las consecuencias, por duras que pudieran ser. Volveremos sobre esta cuestión con mayor crudeza, porque ya no es posible permanecer impasibles ante algunos hechos.


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