Hoy
celebra la Iglesia Católica la fiesta de San Ignacio de Loyola (1491-1556),
fundador de la Compañía de Jesús y primer Prepósito General de la misma. Nacido
en Azpeitia sirvió como militar, siendo herido durante el ataque francés a la
plaza de Pamplona en 1521. La larga convalecencia de sus heridas en la casa
familiar de Loyola representó un punto de inflexión en su vida, pues sintió la
llamada de consagrar su vida a Dios, una decisión que tomó cuerpo durante una
estancia de diez meses en Manresa. Tras un viaje a Tierra Santa, inició sus
estudios en Alcalá de Henares, completados en París, donde permaneció siete
años y entró en contacto con sus primeros compañeros, con los que, el 15 de
agosto de 1534, fundó la Compañía de Jesús en la pequeña iglesia de Montmartre.
Aprobada por el Papa Paulo III, fue ordenado sacerdote en 1538 y elegido primer
superior. A partir de ese momento, la Compañía iniciará su espectacular
ascensión, hasta convertirse en uno de los elementos claves de la
Contrarreforma y una de las órdenes fundamentales en la historia de la Iglesia.
Como
recordaba la historiadora turiasonense Dra. Rebeca Carretero Calvo, en 1633 el
ilustre jurista borjano Pedro Luis Torralba dispuso, en su testamento, que una
buena parte de sus bienes fueran destinados para la fundación en Borja de un
colegio de la Compañía de Jesús. No se cumplieron sus deseos ya que,
finalmente, ese legado fue utilizado para la creación del colegio de San
Vicente Mártir de Tarazona.
En
1877, los jesuitas llegaron al monasterio de Veruela que estaba abandonado
desde la Desamortización, para crea allí un noviciado que estuvo en
funcionamiento hasta 1973.
La
presencia de los miembros de la Compañía en nuestra comarca tuvo especial
relevancia. En Borja fundaron la Congregación Mariana y llegaron a impulsar
diversas iniciativas. Concretamente, el P. Verdú S. J. fue una persona clave en
la creación de Radio Moncayo en su primera etapa.
La
fiesta de San Ignacio congregaba en Veruela a muchas personas procedentes de
nuestra ciudad cuyas autoridades eran invitadas a la comida que se ofrecía en
el refectorio que, en aquellos momentos, tenía un aspecto diferente al actual.
Conviene recordar que la relación con Borja era muy grande. Basta señalar que
el teléfono del monasterio pertenecía a la central telefónica de nuestra ciudad
y el reparto del correo se efectuaba también desde aquí.
Algunos
de los actuales miembros del Centro recordamos lo que la fiesta representaba en
aquella época e, incluso, asistieron a las recepciones ofrecidas aunque, en
este caso, en un pequeño comedor que existía en el lavatorio del claustro que
estaba cerrado y adaptado para ese fin.
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