El
3 de abril de 2009 S. S. el Papa Benedicto XVI, a propuesta de la Congregación
para la Causa de los Santos, reconoció las virtudes heroicas del P. Inocencio
Marcinò da Caltagirone, declarándolo “Venerable”. En la Iglesia Católica este
es un paso importante en el proceso de canonización de una persona. A partir de
ese momento, una comisión de expertos estudia los milagros que le son
atribuidos y si uno de ellos cumple los requisitos exigidos, el candidato es
proclamado “Beato”.
El
Venerable Inocencio de Caltagirone, nació en esta ciudad italiana de la isla de
Sicilia el 24 de octubre de 1589. Profesó como religioso capuchino y fue
ordenado sacerdote en 1613. Posteriormente, estudió Teología y Hebreo en Roma,
ejerciendo después la docencia, al mismo tiempo que destacó como predicador.
Tras desempeñar diversos cometidos de responsabilidad, en mayo de 1643 fue
elegido Ministro General de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos. Durante
su mandato como superior de los capuchinos decidió visitar todos los conventos
que, en aquellos momentos, tenía la orden que eran 1.397. Viajó por toda Europa
e, incluso, llevó a cabo un delicado cometido diplomático, por encargo del Papa
Inocencio X, intentando mediar entre las Cortes de Francia y España que, por
entonces, se encontraban en guerra. Al cesar como superior, se retiró al
convento de su localidad natal, donde falleció el 16 de noviembre de 1655, en
olor de santidad. Fue una persona de excepcionales virtudes y realizó en vida
numerosos milagros. Las gentes acudían a él, pidiéndole todo tipo de favores o
consejo, pues otra de sus cualidades fue la predecir hechos que,
posteriormente, tenían lugar.
Lo
interesante para nosotros es que, con ocasión de su recorrido por los conventos
capuchinos, el P. Inocencio de Castalgirone visitó el de Borja, en julio de 1648. Fue durante su
estancia aquí cuando una mujer llamada Isabel de Casamayor, esposa de Pedro Gallego,
al tener conocimiento de los prodigios que obraba en todas partes el religioso,
decidió acudir a él.
Desde hacía 11 meses
tenía el brazo izquierdo “impedido” y desde hacía medio año arrojaba “sangre y
materia” por sus “partes íntimas”. La habían tratado los médicos y cirujanos de
la ciudad sin encontrar alivio. Tras entrevistase con el P. Inocencio el 22 de
julio de 1648 comenzó a sentirse bien y, al día siguiente, sus males habían
desaparecido. Ante la sorprendente curación, fue reconocida por el cirujano
Juan de Lacasa que certificó la desaparición de sus males. Tras esperar un
tiempo prudencial, por ver si había una recaida, el 10 de agosto de 1649, el P.
fray Felipe de Sesa que era el guardián (superior) del convento borjano pidió
al notario Bernardo Serrano que diera fe de lo ocurrido para que quedara
constancia de ello. Hace unos días, Alberto Aguilera ha encontrado en el
protocolo de dicho notario, la relación de lo que, entonces, fue considerado un
hecho milagroso.
Lo damos a conocer aquí,
como testimonio de la estancia en Borja de un futuro santo, y del supuesto
milagro que obró en una mujer borjana a la que sanó de dos dolencias que, con
los datos disponibles no podemos precisar aunque, a la vista de la descripción,
junto con el grave problema de motilidad en el miembro superior izquierdo
cabria aventurar la posibilidad de un tumor ginecológico.
Como complemento del
relato ofrecemos estas imágenes del modesto convento capuchino de Caltagirone en
el que falleció el “Venerable Siervo de Dios”, en Caltagirone.
Entre los atractivos
turísticos de esta localidad siciliana, destaca la gran escalinata con gradas
revestidas con azulejos ya que la industria cerámica local goza de gran
tradición.
En determinadas
festividades, la escalinata es decorada con velas de diferentes colores que
grupos de voluntarios encienden simultáneamente al anochecer, consiguiendo
imágenes espectaculares como las que muestran las siguientes fotografías.
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