Durante
estos días de Semana Santa nos ha parecido oportuno comentar algunas obras de
arte, conservadas en nuestra ciudad, que guardan relación con la misma. Entre
ellas destacan las conservadas en esta capilla del Santo Cristo del Arca del
claustro de la colegiata de Santa María de Borja que, por otra parte, nos sigue
planteando numerosos interrogantes.
Es
necesario señalar que, a lo largo del tiempo, las capillas de este claustro han
ido cambiando de advocación, siendo relativamente reciente su actual
distribución aunque, en la mayoría de los casos, conocemos su origen y los
titulares a las que estuvieron dedicadas. No ocurre lo mismo con esta capilla
de la que, por el momento, ignoramos todo.
Su
actual cerramiento de madera es de características similares a los del resto de
capillas de esa panda del claustro, lo que permite suponer que fueron fruto de
una actuación conjunta, posiblemente durante la última reforma de la iglesia en
el siglo XIX, que vino a modificar sensiblemente el estado anterior. En el caso
que nos ocupa, a través de la fotografía superior, podemos apreciar con
claridad que el arco original se enmarcaba entre pilastras de yeso, rematadas
por pináculos, las cuales se ven cortadas. Entre ellas corre un entablamento en
el que se apoya un frontón curvo con un escudo de armas cuya disposición apenas
se aprecia desde abajo.
De
hecho, cuando Federico Bordejé estudió los escudos que aparecen en diferentes
lugares de este templo, sólo pudo dibujar las barras del primer cuartel,
indicando que las piezas de los restantes no se podían apreciar por las
sucesivas capas de pintura que habían recibido. Afortunadamente, el trabajo de
Enrique Lacleta, autor de este reportaje, nos ha permitido disponer de esta
fotografía en la que se ven claramente los cuatro cuarteles. En el primero, las
barras a las que hacía referencia Bordejé; en el segundo, tres peras; en el
tercero, un grifo (animal mitológico con cuerpo de león y cabeza y alas de
águila); y en el cuarto, un castillo. Todo ello timbrado con un yelmo coronado
con un airoso penacho de lambrequines. Indudablemente, corresponden a la
persona que sufragó la construcción de la capilla y, aunque por ahora no podamos
identificarla, es significativo el hecho de que los Peralta de Magallón traen
en sus armas un grifo y cinco peras.
La
capilla es de planta cuadrangular y se cubre con una cúpula con linterna. Las
pechinas sobre las que se apoya están decoradas con labores de yeso
reproduciendo motivos vegetales.
En
la linterna se abren cinco vanos rectangulares de arco rebajado, entre falsas
pilastras con decoración en sus ménsulas y un gran florón en la parte superior.
En
el interior se venera ahora la imagen de Cristo yacente que protagoniza el acto
principal de la Semana Santa borjana, el Entierro de Cristo, en la tarde del
Viernes Santo. Reposa en la misma arca con la que desfila ese día, aunque uno
de sus laterales dispone, durante el resto del año, de un cristal para permitir
su contemplación. Reposa sobre un altar de piedra pulida, teniendo a sus lados
las imágenes procesionales de la Virgen de la Soledad y de San Juan
Evangelista.
La
talla de Cristo reviste especial interés y está directamente relacionada con la
ceremonia del Descendimiento, instituida en 1730, por dos devotos anónimos que
ofrecieron donar, para este fin, una imagen de Cristo y otra de María, que
quedarían en poder del cabildo. Fue el beneficiado de la colegial Sr. Torralba quien,
en nombre de los donantes, transmitió la petición y quien, al año siguiente,
hizo entrega de las imágenes, dando comienzo en la tarde del Viernes Santo de
1731 esa ceremonia que fue suprimida en 1870, aunque la imagen de Cristo
yacente continuó participando en el Entierro de Cristo que se celebró, por vez
primera, en 1746.
Debido
al destino para el que fue concebida, la imagen es articulada y, mediante este
dispositivo, los brazos pueden moverse y disponerse extendidos para que pudiera
suspenderse de la Cruz en la que se realizaba el Descendimiento y que, todavía,
se conserva en el claustro. Una vez bajada, los brazos adoptaban esta otra
posición cuando se depositaba en el arca.
Es
una obra bien realizada, en la que se refleja el sufrimiento de Cristo que
acaba de morir y de cuyo costado brota la sangre, a través de la herida
producida por la lanza del centurión. En sus manos y pies se advierten las
profundas huellas dejadas por los clavos que le sujetaron a la Cruz.
El
interior y el exterior del arca están decorados con los símbolos de la Pasión y
en el lateral correspondiente a los pies existe una pequeña abertura que
permitía su veneración por los devotos.
En
el exterior de ese lateral se puede apreciar, sobre la tapa que la recubre, un
chapa metálica sobre la que golpea el centurión, con un martillo, en el momento
del sellado de la misma en el Campo del Toro, en el momento culminante del
Entierro de Cristo.
La
imagen de la Virgen de la Soledad que, probablemente, es la misma entregada junto con el
Cristo yacente, es de vestir. Está constituida por una estructura de madera,
revestida con los ropajes que aparecen en la fotografía durante todo el año y
los que luce el día de Viernes Santo, de mayor riqueza. Los únicos elementos
tallados son la cabeza y las manos.
En
el pecho de la Virgen, a la altura del corazón, se encuentra la espada o daga
que constituye el atributo específico de esta advocación mariana.
Una
de las características más curiosas de esta imagen es que, mediante un sistema
de cuerdas puede mover sus brazos, elevando las manos, con el pañuelo que
sostienen, hasta los ojos, en ademán de enjugarse el llanto.
También
“de vestir” es la imagen de San Juan Evangelista que, inicialmente, acompañaba
a la Virgen, a la Verónica y a María Magdalena tras el arca, dentro del llamado
“Duelo del Señor”, en ese cortejo fúnebre que es, en definitiva, el Entierro de
Cristo.
En
la actualidad desfila al comienzo del mismo, acompañada por la Agrupación de
Cornetas y Tambores de la cofradía de la que es titular que fue constituida
recientemente y es heredera de la Congregación Mariana que, desde mediados
del siglo XX, la portó hasta su desaparición.
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