Hoy
celebra la orden franciscana la fiesta de San Antonio de Padua, un santo muy
popular en toda la Iglesia. Nacido en Lisboa en 1195, en el seno de una
distinguida familia, profesó como fraile agustino, aunque más tarde decidió
convertirse en franciscano, atraído por el ejemplo de San Francisco. Fue un
hombre de profunda formación y excelente predicador. Murió en Padua el 13 de
junio de 1231, con tan solo 36 años de edad, siendo canonizado antes de que se
cumpliera el año de su fallecimiento. En 1946, Pío XII lo proclamó “Doctor de
la Iglesia”.
En
Borja se venera la imagen que figura al comienzo de este artículo, en la
iglesia de Santa Clara donde también se encuentra el antiguo retablo del
convento de San Francisco, en cuyo banco está representada esta escena que hace
referencia a un episodio de la vida de San Antonio de Padua en el que, ante un
grupo de herejes albigenses que negaban la presencia real de Cristo en la
Eucaristía, logro que una mula hambrienta se arrodillase ante ella, desdeñando
la avena que se le ofrecía en el capazo que aparece junto a ella.
San
Antonio es considerado como protector de los matrimonios y a él acuden las
jóvenes de muchos lugares, en busca de un buen novio. En el claustro de la
colegiata de Santa María de Borja, junto a la puerta de acceso al templo, se
encuentra este lienzo, tradicionalmente identificado como “San Antonio”, con su
correspondiente cajeta para la recepción de limosnas. Sin embargo, como señaló
D. Raúl Rivarés Custardoy, en un artículo publicado en nuestro Boletín Informativo, en 2005, con el
título “Svvm cviqve (Un caso de
suplantación en Santa María de Borja)”, el que está representado en el lienzo
no es San Antonio, sino otro gran santo franciscano: San Diego de Alcalá
(1400-1463), un hermano lego que se caracterizó por su excesiva generosidad a
la hora de repartir los bienes del convento, del que era portero, entre los
pobres. Sorprendido por el superior en esta misión, se produjo el milagro de la
transformación de lo que llevaba oculto en flores. No es de extrañar por lo
tanto que, ante este error de identificación mantenido en el tiempo, algunos
malintencionados hayan atribuido a esta circunstancia el poco éxito de algunas
devotas que acudían al supuesto San Antonio y otros acaecimientos relacionados
con la hagiografía de ambos santos.
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