Recientemente hemos publicados varios comentarios referidos a puentes de nuestra comarca. Salvo en el caso del abandonado en Alberite, nuestros lectores se han podido percatar que, en los últimos años, ha sido una práctica frecuente adaptarlos para las nuevas necesidades de tráfico, modificando sensiblemente su estructura y el aspecto que les confirió el ingeniero proyectista.
Cabe preguntarse sobre el acierto de esta práctica que, en definitiva, afecta a obras que forman parte de nuestro Patrimonio.
Afortunadamente, se conservan algunos de ellos con su aspecto original, como es el caso del puente sobre el Huecha, en la carretera que conduce a Ambel y Talamantes.
Pero otros muchos han quedado parcialmente ocultos, tras las ampliaciones efectuadas, recurriendo a añadidos de cemento, carentes de toda estética.
Ese es el caso, por ejemplo, del puente de Magallón, por el que cruza el Huecha la N-122. Aguas arriba todavía se aprecia la sillería original de sus tres ojos, pilas y aletas. Pero a ella se le adosó la obra de hormigón que duplica la superficie de su tablero. El pretil fue reemplazado por las barandillas metálicas que, ahora, son habituales en este tipo de construcciones.
Este problema no afecta, exclusivamente, a las construcciones situadas en carreteras de cierta importancia, sino que algo similar se ha producido con pequeños puentes, casi ocultos en los caminos de nuestra zona. Uno de los casos más significativos puede ser el del puente de San Bartolomé, en el término municipal de Añón.
Situada sobre el río Huecha, en esta pequeña construcción de una sola arcada, si es contemplada desde uno de sus lados, lo único que nos llama la atención es el pretil de hormigón.
Pero, desde otro lado, la situación es mucho más llamativa pues se aprecia la parte que le ha sido adosada para ampliar el tablero.
Más cuidadosa fue la adaptación de otro de los puentes del mismo municipio de Añón, situado muy cerca de las cuevas.
En este caso se ha querido mantener el aspecto “medieval” de la obra incluso en la pavimentación del tablero, aunque puede advertirse lo forzado de los pretiles y el vuelo de los mismos sobre la obra original para dotarle de mayor anchura.
Las fotografías que ilustran este artículo son de Pedro Domínguez Barrios y Guillermo Carranza Alcalde.
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