En
días pasados hemos hecho referencia a la capilla de los Mártires de la
colegiata de Santa María y a la figura del obispo fray Juan López de Caparroso,
con ella relacionada. Hoy vamos a comentar los aspectos más interesantes del
retablo que fue construido para albergar a las reliquias que, desde Italia,
envió a nuestra ciudad ese prelado borjano.
En
principio, la única pretensión de fray Juan fue preparar un armario para que
estuvieran dignamente guardadas, pero cuando los canónigos de la colegial
accedieron a la pretensión de su hermana Dª María López de Caparroso de
levantar una nueva capilla, junto al altar mayor, hubo que encargar un retablo
para la misma. Que el obispo estuvo informado del cambio de planes lo demuestra
el que, generosamente, dotara a la capilla con ornamentos, plata y “paños de
Raz” que es como se cita, en la documentación de la época a los ricos tapices
que, posteriormente, fueron utilizados en las grandes fiestas de Borja y,
lamentablemente, desaparecidos.
El
retablo que hoy se encuentra en la capilla del Corazón de María fue realizado
según una traza elaborada por Antón Tomás, un escultor relacionado con la
familia Caparroso, de la que llegó a ser procurador, y al que con frecuencia se
le considera autor del mismo. Sin embargo, el que materializó el encargo, en
1611, fue Jerónimo de Estaragán, por encargo de la hermana y el sobrino del
obispo, debiendo abonar el precio de ese diseño que, con anterioridad, había
realizado Antón Tomás.
Estaragán
estaba, en aquellos momentos, establecido en Borja y fue el autor de la silla
del Justicia que se conserva en la Casa Consistorial. Posteriormente, está
documentado en Tarazona y son obras suyas el retablo del Santo Cristo de la
Columna de Fitero y las cajas de los órganos de esa localidad y de Pamplona.
La
policromía y la pintura de todo el conjunto fue realizada por Domingo del
Camino, en 1612, inmediatamente después que Estaragán terminó la mazonería. Era
un pintor de cierta importancia que tiene obras en la iglesia de San Miguel de
los Navarros de Zaragoza y en la catedral de Barbastro.
Cuando
se acometió la obra del retablo, los bustos que figuran en el mismo ya estaban
realizados y, por el momento, se ignora quién fue el autor, aunque es posible
que los hiciera el citado Antón Tomás.
En
conjunto, se trata de un retablo de estilo herreriano con frontones manieristas
en las calles laterales que consta de tres calles, sobre banco, y dos cuerpos
con un ático o remate. Fue concebido como una gran lipsanoteca para acoger las
cerca de 250 reliquias reunidas por fray Juan. Las más importantes colocadas en
bustos relicarios y el resto en arquetas, de diferentes formas y tamaños, que se
distribuyeron por los espacios preparados con este fin.
Sabemos
que, originalmente, la imagen de la Virgen del Rosario no pertenecía al
retablo, ocupando su lugar el busto de Santo Domingo de Guzmán que hoy se
encuentra en el Museo de la Colegiata.
También era del retablo
otro de los bustos del Museo, el de Santa Catalina de Siena que, probablemente,
ocupaba el lugar de la imagen de cuerpo entero de Santo Domingo que se
encuentra sobre la Virgen. Ambos bustos comparten las características estilísticas
de los conservados en el retablo y
disponen de una oquedad en el pecho para las reliquias. Como dato
curioso, bajo la policromía actual se advierte una capa de pintura, imitando
plata. Cabe la posibilidad de que, en el momento de su elaboración fueran
concebidos a imagen de los bustos relicarios de plata existentes en algunos
templos y que, posteriormente, fueran policromados por Domingo del Camino.
En el banco aparecen pintadas sobre tabla una
serie de escenas, bien resueltas. A la izquierda se encuentra representado el
momento en el que la Virgen hace entrega del Santo Rosario a Santo Domingo de
Guzmán.
En la última escena puede verse a Santo Domingo de
Guzmán y a San Francisco de Asís, sosteniendo una representación simbólica de
la Iglesia. Hace alusión a una visión del papa Inocencio III que dominicos y franciscanos
relacionan con sus respectivos fundadores. Cuando el Papa dudaba sobre la
conveniencia de aprobar las respectivas órdenes, tuvo una visión en la que
aparecía una persona sosteniendo a la basílica de San Juan de Letrán, como
expresión de su contribución al renacer de esa Iglesia que iba a experimentar
un renacer por la acción de las nuevas órdenes. La imagen de Borja adopta una
posición ecléctica, en la que son ambos santos los que comparten ese honor.
En los
plintos de las columnas que delimitan las calles aparecen, en relieve, los
cuatro Evangelistas con el libro en las manos y el símbolo con el que,
habitualmente, se les representa. En las fotografías superiores puede verse a
San Mateo con el hombre (en este caso un niño) y a San Marcos, con el león que
asoma sobre la mesa del altar que corta a las mismas y, también, a las
pinturas. Los otros dos son San Lucas, con el toro, y San Juan, con el águila.
Inicialmente, este retablo tuvo un sagrario que
es que, en la actualidad, se encuentra en el retablo mayor, en cuya puerta está
representado Cristo resucitado con la cruz en la mano.
Finalmente, antes de analizar las imágenes que
aparecen en sus calles, a las que dedicaremos un artículo posterior, haremos
alusión al Calvario situado en el ático, como suele ser habitual y en el que
aparece Cristo Crucificado teniendo a sus lados a la Virgen y a San Juan.
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