viernes, 8 de febrero de 2013

El retablo de la capilla de los Mártires I



            En días pasados hemos hecho referencia a la capilla de los Mártires de la colegiata de Santa María y a la figura del obispo fray Juan López de Caparroso, con ella relacionada. Hoy vamos a comentar los aspectos más interesantes del retablo que fue construido para albergar a las reliquias que, desde Italia, envió a nuestra ciudad ese prelado borjano.
            En principio, la única pretensión de fray Juan fue preparar un armario para que estuvieran dignamente guardadas, pero cuando los canónigos de la colegial accedieron a la pretensión de su hermana Dª María López de Caparroso de levantar una nueva capilla, junto al altar mayor, hubo que encargar un retablo para la misma. Que el obispo estuvo informado del cambio de planes lo demuestra el que, generosamente, dotara a la capilla con ornamentos, plata y “paños de Raz” que es como se cita, en la documentación de la época a los ricos tapices que, posteriormente, fueron utilizados en las grandes fiestas de Borja y, lamentablemente, desaparecidos.




            El retablo que hoy se encuentra en la capilla del Corazón de María fue realizado según una traza elaborada por Antón Tomás, un escultor relacionado con la familia Caparroso, de la que llegó a ser procurador, y al que con frecuencia se le considera autor del mismo. Sin embargo, el que materializó el encargo, en 1611, fue Jerónimo de Estaragán, por encargo de la hermana y el sobrino del obispo, debiendo abonar el precio de ese diseño que, con anterioridad, había realizado Antón Tomás. 



            Estaragán estaba, en aquellos momentos, establecido en Borja y fue el autor de la silla del Justicia que se conserva en la Casa Consistorial. Posteriormente, está documentado en Tarazona y son obras suyas el retablo del Santo Cristo de la Columna de Fitero y las cajas de los órganos de esa localidad y de Pamplona.
            La policromía y la pintura de todo el conjunto fue realizada por Domingo del Camino, en 1612, inmediatamente después que Estaragán terminó la mazonería. Era un pintor de cierta importancia que tiene obras en la iglesia de San Miguel de los Navarros de Zaragoza y en la catedral de Barbastro.
            Cuando se acometió la obra del retablo, los bustos que figuran en el mismo ya estaban realizados y, por el momento, se ignora quién fue el autor, aunque es posible que los hiciera el citado Antón Tomás.
            En conjunto, se trata de un retablo de estilo herreriano con frontones manieristas en las calles laterales que consta de tres calles, sobre banco, y dos cuerpos con un ático o remate. Fue concebido como una gran lipsanoteca para acoger las cerca de 250 reliquias reunidas por fray Juan. Las más importantes colocadas en bustos relicarios y el resto en arquetas, de diferentes formas y tamaños, que se distribuyeron por los espacios preparados con este fin.



            Sabemos que, originalmente, la imagen de la Virgen del Rosario no pertenecía al retablo, ocupando su lugar el busto de Santo Domingo de Guzmán que hoy se encuentra en el Museo de la Colegiata.


También era del retablo otro de los bustos del Museo, el de Santa Catalina de Siena que, probablemente, ocupaba el lugar de la imagen de cuerpo entero de Santo Domingo que se encuentra sobre la Virgen. Ambos bustos comparten las características estilísticas de los conservados en el retablo y  disponen de una oquedad en el pecho para las reliquias. Como dato curioso, bajo la policromía actual se advierte una capa de pintura, imitando plata. Cabe la posibilidad de que, en el momento de su elaboración fueran concebidos a imagen de los bustos relicarios de plata existentes en algunos templos y que, posteriormente, fueran policromados por Domingo del Camino.




En el banco aparecen pintadas sobre tabla una serie de escenas, bien resueltas. A la izquierda se encuentra representado el momento en el que la Virgen hace entrega del Santo Rosario a Santo Domingo de Guzmán.



 Al pie de la calle del centro aparece esta hermosa Adoración de los Magos. La Virgen sostiene al Niño que recibe el homenaje de un anciano Melchor que tiene a su lado a Gaspar, representado como un hombre maduro. A la izquierda, aparece un joven Baltasar que, en este caso, ya es negro y, en torno suyo, un nutrido séquito, algunos de cuyos integrantes utilizan atuendos militares.



En la última escena puede verse a Santo Domingo de Guzmán y a San Francisco de Asís, sosteniendo una representación simbólica de la Iglesia. Hace alusión a una visión del papa Inocencio III que dominicos y franciscanos relacionan con sus respectivos fundadores. Cuando el Papa dudaba sobre la conveniencia de aprobar las respectivas órdenes, tuvo una visión en la que aparecía una persona sosteniendo a la basílica de San Juan de Letrán, como expresión de su contribución al renacer de esa Iglesia que iba a experimentar un renacer por la acción de las nuevas órdenes. La imagen de Borja adopta una posición ecléctica, en la que son ambos santos los que comparten ese honor.




En los plintos de las columnas que delimitan las calles aparecen, en relieve, los cuatro Evangelistas con el libro en las manos y el símbolo con el que, habitualmente, se les representa. En las fotografías superiores puede verse a San Mateo con el hombre (en este caso un niño) y a San Marcos, con el león que asoma sobre la mesa del altar que corta a las mismas y, también, a las pinturas. Los otros dos son San Lucas, con el toro, y San Juan, con el águila.



Inicialmente, este retablo tuvo un sagrario que es que, en la actualidad, se encuentra en el retablo mayor, en cuya puerta está representado Cristo resucitado con la cruz en la mano.



Finalmente, antes de analizar las imágenes que aparecen en sus calles, a las que dedicaremos un artículo posterior, haremos alusión al Calvario situado en el ático, como suele ser habitual y en el que aparece Cristo Crucificado teniendo a sus lados a la Virgen y a San Juan.







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