En
un artículo anterior, analizamos la mazonería y los elementos pictóricos de
este retablo que, en el pasado, presidio la capilla de los Mártires de la
colegiata borjana. Hoy, vamos a centrarnos en las imágenes que, actualmente, se
encuentran en el mismo, haciendo referencia a otras que hubo anteriormente, así
como a los relicarios que se ubican de diversas partes de dicho retablo.
En
primer lugar, debemos señalar que todas las imágenes corresponden a santos
dominicos y que la colección de reliquias conservadas fue objeto de un
detallado estudio en la obra Las
reliquias conservadas en la colegiata de Santa María de Borja, de Manuel
Gracia Rivas, que fue publicada por el Centro de Estudios Borjanos en 2006, a
la que remitimos a todas las personas interesadas en ampliar datos sobre este
singular conjunto.
Comenzaremos
el recorrido por el retablo, con la imagen situada en la parte superior de la
calle central que corresponde a Santo Domingo de Guzmán, el fundador de la
Orden de Predicadores. Viste el hábito dominico, llevando en sus manos el libro
de la regla y la representación de la Iglesia. En la parte inferior derecha hay
un perro, en alusión a ese “Domini canis” que explicamos en un artículo anterior.
En esa zona se conservan varios relicarios. Al izquierda del santo, un arqueta
contiene “la cabeza de una de las once mil vírgenes”. A la derecha, en otra
caja se encuentran reliquias de Santa Teodora, Santa Jucundina y San Benigno.
Debajo hay tres relicarios con restos de 25 mártires, al menos, cuya relación
se encuentra detallada en la obra citada.
La
imagen de Santo Domingo plantea algunos interrogantes, por ser la única de
cuerpo entero y porque, como señalamos en el artículo anterior, existe otra de
busto, conservada en el Museo de la Colegiata, que perteneció al retablo.
Sabemos por las descripciones originales que Santo Domingo se encontraba en el
lugar que hoy ocupa la Virgen del Rosario y parece extraño que se le dedicaran
dos representaciones en un mismo retablo.
Por
otra parte, donde ahora se encuentra Santo Domingo, estuvo situado este busto
de Santa Catalina de Siena, lo que hace materialmente imposible la coexistencia
de esas dos imágenes del fundador de la Orden, aunque ambas tienen relicarios. A
Santa Catalina ya hicimos referencia, al tratar del retablo mayor del convento
de San Pedro Mártir. Nacida en esa ciudad italiana, hacia 1347, fue terciaria
dominica y una de las grandes místicas de su época, siendo decisiva su
intervención para que el Papa regresara a Roma, desde su exilio en Aviñón.
Pablo VI le concedió el título de “Doctora de la Iglesia” y Juan Pablo II la
proclamó “Patrona de Europa”. En el pecho de este busto al que estamos haciendo
referencia, se conserva una reliquia suya.
Al
plantear los interrogantes existentes sobre la pertenencia de estos bustos al
retablo y, de manera especial, sobre qué imagen de Santo Domingo estuvo allí,
no podemos dejar de llamar la atención sobre el hecho de que la actual lleva la
cabeza coronada por un nimbo de santidad, de características idénticas a los de
los restantes bustos del retablo, mientras que no aparece en los conservados en
el Museo.
En
la parte superior de la calle izquierda, se encuentra el busto de Santo Tomás de
Aquino que lleva en su mano derecha el ostensorio o custodia que es su atributo
personal. Es el único busto en el que la oquedad para la reliquia está sobre la
esclavina negra del hábito, ocupando el lugar de la “estrella” que es otro de
los atributos de este gran santo,
también Doctor de la Iglesia, nacido en
1225, autor de numerosas obras entre las que destaca la Summa Theologica que ha inspirado una de las principales corrientes
del pensamiento filosófico, el tomismo. Entre los relicarios situados bajo él
se encuentra un brazo de san Gereón; una caja con el cuerpo de San Octaviano;
otra con restos de San Gervasio y San Protasio; y un relicario con reliquias de
otros 10 mártires.
En
la calle derecha se encuentra el busto de San Jacinto de Cracovia, a cuya
biografía también dedicamos un artículo, a raíz de las acertadas
puntualizaciones de Raúl Rivarés. En este caso, el santo aparece con las manos
juntas, mientras que la imagen de la Virgen que salvó, y que es uno de sus
atributos, está colocado sobre un soporte, a la altura de su cabeza. El brazo
relicario está rotulado como perteneciente “a uno de los mártires de Carmona”.
En el relicario contiguo hay 12 reliquias de diferentes santos y las cajas
situadas delante, contienen los cuerpos de San Luis y de San Ginés.
En
el cuerpo inferior de la calle izquierda se encuentra el busto de San Pedro
Mártir que lleva clavado en su cabeza el cuchillo con el que mataron al que fue
el primer mártir de la Orden de Predicadores y al que, en Borja, le dedicaron
la iglesia del convento de dominicos. Los brazos relicarios están rotulados
como pertenecientes a San Jorge y San Sebastián.
A
la misma altura y en la calle derecha se encuentra el busto de San Vicente
Ferrer y, bajo el mismo, dos brazos relicarios rotulados como pertenecientes a
Santa Catalina y San Donato.
En
libro que hemos citado anteriormente se analiza, con detalle, la procedencia de
todas estas y muchas más reliquias que omitimos, en aras a la brevedad. A
través de sus auténticas y de las actas de extracción y entrega que se han
conservado, sabemos que proceden de las catacumbas romanas. De ello, no cabe la
menor duda ni, tampoco, de que los cuerpos de los que fueron tomadas tenían los
nombres que se les atribuyen. Sin embargo, de ello no se desprende que
correspondan a los mártires inscritos en el Martirologio romano que eran
venerados con fiesta propia, en muchos casos.
Terminamos
el recorrido con la actual imagen titular del retablo, Nuestra Señora del
Rosario, una advocación muy unida a los dominicos, cuyo emblema aparece
representado a los pies de la Virgen. Debajo se conservan también otros dos
relicarios con otras muchas reliquias.
Nuestros
avezados lectores se habrán percatado que, por su mala calidad, las fotografías
no son de Enrique Lacleta. Corresponden a las utilizadas en el libro del que
hemos extraído estos datos. Esperamos que, en un futuro próximo, podamos
disponer de mejores imágenes, así como que este hermoso retablo, restaurado
convenientemente, llegue a ocupar el lugar para el que fue concebido.
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