martes, 9 de julio de 2013

Obras de nuestros museos: Tabla de la Crucifixión


            En la Sala III del Museo de la Colegiata de Borja, junto al acceso a las Salas IV y V, se encuentra una tabla, representando la Crucifixión, que fue estudiada por el Prof. D. Jesús Criado Mainar y la Dra. Dª Rebeca Carretero Calvo, en la obra Las tablas de Juan de Lumbier en el Museo de la Colegiata de Borja,  publicada en 2008, dentro de la colección que el Centro de Estudios Borjanos ha dedicado a este museo.




            En opinión de los citados especialistas, se trata de una de las tres tablas, exhibidas en el museo, que es posible atribuir a Juan de Lumbier, nacido en Pamplona en la segunda mitad del siglo XVI y fallecido en 1626.
            Sabemos que trabajó en Borja, habiendo quedado testimonios de la realización de un retablo, dedicado a Santiago, para el convento de San Francisco, contratado en 1589. Más tarde, D. Antonio Alberite y Erla le encargó un retablo dedicado a San Pedro en cátedra, para su capilla de la colegiata de Santa María, del que se conservan dos tablas. En 1601, realizó el retablo mayor de la parroquia de San Bartolomé y, en 1602, D. Miguel de Erla y D. Juan Jerónimo Aguilar le encomendaron la realización de otro retablo, dedicado a San Agustín, para la capilla que tenían en la colegial.



            La tabla que estamos comentando estuvo situada, probablemente, en el remate de uno de estos cuatro retablos. A la hora de precisar en cuál de ellos, los autores del trabajo se inclinaban por considerar que perteneció al retablo mayor de San Bartolomé, lo que la convertiría en el único resto conservado del mismo, ya que, en el siglo XVIII, fue sustituido por el que llegó hasta nuestros días, desapareciendo tras la dispersión del rico patrimonio de este templo, destruido para construir el actual, a mediados del siglo XX.



            La pintura, en la que sin duda intervinieron discípulos de Lumbier, destaca por el colorido en el que predomina la gama rosácea que, con el contraste de los negros, contribuye a crear una sensación de dramatismo. Para el diseño de la composición, el artista se inspiró en una estampa que, sobre el mismo tema, realizó el grabador de Amberes Antón Wierix.
            Tras la Cruz que constituye el eje de la escena, se adivina la ciudad de la ciudad de Jerusalén, al pie del Gólgota y, sobre ella, ese cielo ennegrecido y tormentoso que se cernió tras la muerte de Cristo.




            Junto a la Cruz se encuentran, como es habitual, la Virgen María vestida con túnica rosa y manto azul, los colores tradicionales con los que era representada, y cubierta con manto blanco. A la derecha, San Juan Evangelista que, en opinión de los autores del estudio, es la figura tratada con mayor detenimiento y en la que con mayor nitidez se aprecia la mano de Lumbier. Curiosamente, a pesar de que era un joven, aquí aparece ya con barba, aunque no excesivamente poblada. Viste túnica verde y amplio manto rosa, recogido en el brazo derecho.
            El hecho de que la pintura estuviera concebida para ser situada en lo alto de un retablo y el tratarse de una obra de la primera época de Lumbier justifica el hecho de que, en ella, no alcance la perfección de otras de su etapa de madurez.



            En cualquier caso, estamos ante una obra de gran interés para nosotros, por su posible procedencia y por la autoría. Por otra parte, se inserta plenamente en la secuencia expositiva de esta sala que tiene como motivo fundamental el Misterio de la Redención y la participación de la Virgen en el mismo.
            Antes de ser incorporada a los fondos del museo estuvo situada sobre la puerta de acceso a la sacristía de Santa María y, posteriormente, en el despacho de la casa parroquial. Las fotografías de este reportaje han sido realizadas por Enrique Lacleta.

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