miércoles, 31 de julio de 2013

Recordando a los antiguos artesanos


            Hace varias semanas dedicamos dos artículos a los canalones que todavía pueden verse en los aleros de muchas de las casas de nuestra ciudad. Muchos se sorprendieron de las características de los mismos y se preguntaron sobre las razones que impulsaban para crear unos modelos que, con determinadas variantes, se repiten en otros lugares.



            Detrás de ellos, se encontraban las figuras de unos hojalateros, amantes de su profesión, a los que hoy queremos rendir homenaje en la persona de José Belsué Aznar, al que vemos en la imagen superior trabajando en el tejado de la casa de los González de Castejón.

            Había iniciado su formación a los nueve años y, tras la guerra civil, se hizo cargo de una de las hojalaterías de Borja, al frente de la cual permaneció hasta su fallecimiento en diciembre de 1968.




            Contaban con manuales como éste, en los que se daban orientaciones para los trabajos a los que debían enfrentarse, entre los cuales se encontraba el de la elaboración de canalones. Pero, ante todo, destacaban por su amor a la profesión que les llevaba a introducir diversas variantes, fruto de su imaginación en las que, por encima de los beneficios económicos contaba más la satisfacción por el trabajo bien hecho.




            Con la ayuda de su hijo, hemos vuelto a fotografiar algunas de las obras que realizó y que todavía se conservan. En unos casos recreaban extraños pájaros de afilado pico, con una cresta en la parte posterior de la cabeza.




            En otros casos, eran perros de largas orejas, con la lengua entre sus fauces que, en algunos casos, han ido perdiendo algunos de los elementos que las caracterizaban.



            Otras eran de diseño más sencillo, dependiendo del interés de las personas que hacían el encargo, aunque muchas veces el artesano disponía de la suficiente libertad para crear, de acuerdo con sus gustos personales.



            Aunque el trabajo más llamativo pudiera parecer que es el de los canalones, también hay que destacar el trazado de la propia canalera que se adaptaba cuidadosamente a las características de la fachada que, en sus ángulos, entrañaba una indudable dificultad airosamente resuelta, como en este caso de la calle Costa que está a punto de desaparecer. 



            Algo parecido podría decirse de este otro chaflán de un edificio situado en la confluencia de las calles Nueva y Goya, dándose en este caso, la circunstancia de que, bajo la canalera, se dispuso una moldura de madera muy bien elaborada.
            Podríamos citar otros muchos ejemplos de los que, por otra parte, ya dejamos constancia en los artículos anteriores. Hoy hemos querido recordar a estas personas ejemplares entre las que se encontraba, también, Lorenzo Lorente que tenía su taller en la calle Mayor.

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