jueves, 1 de noviembre de 2012

El Humilladero de Borja



            En estos días en los que, según la tradición, se acude a visitar los cementerios, queremos referirnos al antiguo humilladero de Borja que, en la actualidad, está unido al recinto de nuestro camposanto y lo hacemos con fotografías inéditas realizadas por Enrique Lacleta.





            El humilladero es un templete de planta octogonal que, en su origen, albergó la cruz de término de la ciudad, un símbolo de jurisdicción que se asoció al concepto de picota como lugar en el que se exponían los condenados a la vergüenza pública. Estaba situado en un altozano, cerca del límite del término municipal que, en aquellos momentos lindaba con Magallón.





            Su fábrica es de ladrillo, con arcos de medio punto en cada uno de sus lados, entre pilastras. Sobre ellos se dispone el alero de doble hilada de ladrillos, la inferior de listel y la superior de pico. Sobre cada pilastra existe un pináculo prismático de ladrillo. Disponía de una pequeña espadaña con campana, por lo que habría que añadirlo a la relación de campanarios que publicamos hace unos meses.





            Se cubre con tejado a ocho vertientes, rematado por otro pináculo cilíndrico en el centro. Al interior se cierra con una cúpula semiesférica ciega.
            Respecto a su construcción todavía existen problemas sin aclarar. Se sabe que, en febrero de 1555, el consejo de Borja encargó al maestro de Alonso González la fábrica de las iglesias de Ribas, Maleján y Albeta, así como el humilladero. González llegó a levantar la iglesia de Maleján, pero tuvo que abandonar la obra de las de Ribas y Albeta. No se sabe si terminó el humilladero, aunque se construyó en esa época.
            Diversos autores han señalado que, en 1739, fue reedificado. Sin embargo, como hemos probado, en ese momento, lo que se hizo a instancias del corregidor D. Fernando del Busto y Aguilar, fue reponer la cruz de término que estaba arruinada y cerrar las “claraboyas y agujeros que hay, con el fin de que las aves nocturnas no se refugien allí, alterando la decencia del lugar”.





            Por lo tanto, podemos deducir que la obra actual es la original y que los arcos estaban ya cerrados antes del siglo XVIII. De hecho, en el camino de Albeta, aún puede apreciarse la primitiva puerta, ahora condenada. Respecto a la cruz, sabemos que en ella figuraban las imágenes de “Cristo Nuestro Señor y de Nuestra Señora de los Dolores”. Fue desmontada en el siglo XIX y sus restos arrojados al osario, donde todavía se podían ver a comienzos del siglo XX.





            Al construirse el cementerio, a comienzos del siglo XIX, se adaptó el humilladero como capilla, abriendo una puerta al interior del mismo. Sobre ella se colocó una lápida conmemorativa cuyo texto era el siguiente, según transcripción de Rafael García, cuando no había sufrido el deterioro que ahora se aprecia en algunas de sus partes: “Amplisimun hoc cemeterium justa aediculam vivifica olim cruci sacran, novisime refecta, arque Dolorosae desparae solemniter dicatan. Ad tuendam civium sanitaten. D. Julianu a Calleja, utriusque Juris Complutensis doctor Borgiae que fidelisimae Urbis Praetor, publico sumptu construit fuit. Anno Dne. MDCCCXXII. Nonis Auguste D. Ferndinando VII regnante”, a la que, sin duda, los expertos latinistas que nos leen, pondrán alguna pega, desde el punto de vista gramatical. En ella se hace referencia a la construcción del cementerio en 1822 y al corregidor de aquellos momentos D. Julián Calleja.





            Sobre ella, están las letras DOM, abreviatura de “Deo Optimo Maximo”, una adaptación cristiana de la frase utilizada por los romanos “Iovi Optimo Maximo” (IOM), en referencia al dios Júpiter.





            En el interior se encuentran tres altares con sus respectivas mesas, adosadas a la pared, imitando mármol.
 




            En el central, situado, entre columnas con capitel jónico, existe un lienzo de la Virgen Dolorosa, con Cristo yacente a sus pies. Tiene el corazón traspasado por una gran espada. En la parte inferior la corona de espinas y la inscripción INRI que estuvo en la cruz que se adivina, sobre un altozano, entre las de los dos ladrones.





            Está rematado con un frontón triangular y, sobre el mismo, un tondo ovalado con un lienzo en el que está representado San Roque, con sus atributos característicos. Viste traje de peregrino con las vieiras en la esclavina. Se toca con sombrero de ala ancha y lleva en su mano izquierda el bordón con la calabaza, mientras que con la derecha muestra la llaga de su pierna. Junto a él, el perro con el pan en la boca que lo alimentaba, cuando cayó víctima de la peste mientras atendía a los afectados por esta terrible epidemia.





            En el altar de la izquierda, aparece San Francisco con Cristo Crucificado que le abraza, mientras María contempla la escena. Es una de las representaciones más características del Santo y hace referencia a su renuncia a todos los bienes terrenales para seguir a Cristo que lo acoge en su regazo, tras desclavar uno de sus brazos de la cruz. San Francisco acerca su boca a la del costado para sorber esa sangre que brota de la herida como, también, de las de sus manos, representada de manera muy realista. Hay que recordar que el Santo fue uno de los pocos casos en el que se reprodujeron los estigmas de la Pasión.





            Habitualmente, los pies de San Francisco suelen apoyarse en el globo terráqueo, como expresión de ese desprendimiento al que hacíamos referencia. En este caso lo hace sobre un podio, a manera de escalera en el que figuran cuatro virtudes cristianas: Caridad, Humildad, Obediencia y Paciencia.





            En el altar de la derecha, aparecen las Almas del Purgatorio, entre llamas, mientras que un ángel conduce hacia el Paraíso a una que ya purgado su culpa con esa pena del alejamiento de Dios que, en la iconografía clásica, se representaba con unas llamas similares a las del Infierno, aunque la Teología siempre distinguió el carácter temporal de este castigo, muy diferente a los condenados, por toda la Eternidad.






            Dentro de este pequeño recinto, se advierte la huella de la primitiva puerta con un óculo en el que, ahora, está colocado el Sagrado Corazón de Jesús. Es muy interesante, asimismo, la disposición del pavimento, realizado en ladrillo.





            Esta es la pequeña historia del antiguo humilladero que hoy abre sus puertas al cementerio y cuyo interior es muy poco conocido por los borjanos.

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