Alberite
de San Juan fue una posesión de la Orden del Temple que dependía de la
encomienda de Ambel. En el siglo XIV todos los bienes de los templarios pasaron
a poder de la Orden de San Juan de Jerusalén y Ambel, con Alberite y Cabañas se
convirtió en una encomienda hospitalaria.
Es
en ese momento cuando comienzan a edificarse los templos parroquiales de ambas
localidades. De ahí, la enorme similitud entre la iglesia de San Miguel de
Ambel y la iglesia parroquial de Nuestra
Señora de la Anunciación de Alberite. Por otra parte, sus paralelismos con
la iglesia de Ntra. Sra. de la Huerta de Magallón son evidentes, por lo que,
probablemente, hay que pensar que todas ellas fueran realizadas por el mismo
equipo de alarifes mudéjares que el Prof. Borrás relaciona con los Gali.
En
el caso de Alberite, llegaron a levantar el ábside y el primer tramo de la
nave. El resto es de época posterior como puede apreciarse claramente por los
diferentes materiales utilizados en su fábrica. Frente al ladrillo de la obra
mudéjar, los últimos tramos fueron levantados con aparejo concertado de
mampuesto entre fajas de ladrillo. Además, se advierte una significativa
alteración en el eje de la planta e, incluso, la anchura de la nave se va
reduciendo. El pórtico por el que se accede al templo fue realizado en el siglo
XIX.
Nos
encontramos, por lo tanto, con un templo de una sola nave que se cubre con
bóveda de crucería sencilla cuyos nervios se apoyan en semicolumnas adosadas.
Tiene dos capillas, la del Santo Cristo corresponde a la obra primitiva,
mientras que la del Calvario, en el tercer tramo, fue edificada en el siglo XVI
cuando, probablemente, finalizaron las obras de remodelación.
La
torre, adosada a los pies del edificio, es de plata cuadrangular y de
características arquitectónicas diferentes, pues fue construida con mampostería
reforzada en sus ángulos con piedra sillar. Se ha apuntado la posibilidad de
que, originalmente, formara parte del castillo que allí existía. Lo cierto es
que, antes de la restauración, estaba dividida en varias plantas con hermosas
vigas de madera, pintadas con interesante decoración gótica. Lamentablemente,
no sólo fueron retiradas sino que se arrojaron a un vertedero donde, algunas de
ellas, fueron recogidas por Manuel Jiménez Aperte.
Pero,
lo más interesante, es la obra mudéjar que, a diferencia de lo que ocurre en la
iglesia parroquial de Ambel, aquí puede admirarse en todo su esplendor. Se
trata de un ábside poligonal de cinco lados que, al exterior, se decoran con un
paño de arcos mixtilíneos entrecruzados, enmarcado por dos fajas de ladrillos
en esquinilla. Sobre ellos, los grandes ventanales apuntados que se cerraban
con una bella decoración constituida por tres columnillas de sección octogonal
con capiteles de los que arrancan los arcos de ramas mixtilíneas entrecruzadas.
Los espacios libres, tanto en la parte superior como en el existente entre las
dos columnillas laterales y la que hace de parteluz, tenía una bellísima
decoración en yeso calado, similar a la existente en Magallón y Ambel que, en
Alberite, se ha conservado en el ventanal del centro. Esta solución aparecía
tanto al exterior, como al interior del templo. Eran, por lo tanto, ventanales
dobles y aún puede apreciarse así en uno del presbiterio. La iglesia está
declarada Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés por Orden de 4 de
julio de 2002. Forma parte del llamado “Aragón Mudéjar”.
Frente a la puerta de
acceso a la iglesia parroquial pueden verse los restos de un torreón islámico que fueron excavados y
acondicionados hace unos años y lo que se aprecia son solamente las hiladas
inferiores de dicho torreón. Del castillo que, posteriormente, existió allí es
posible que formara parte la torre de la iglesia, aunque no se conocen las
características del mismo. Estos restos gozan de la protección genérica
dispensada a este tipo de monumentos por la disposición adicional segunda de la
Ley 3/1999 de Patrimonio Cultural Aragonés, aunque no fueron incluido en la
relación de castillos aragoneses que por Orden de 17 de abril de 2006 fueron declarados,
expresamente, Bien de Interés Cultural.
Se
conserva el arco de acceso al
recinto urbano, cuya silueta forma parte del emblema heráldico de la localidad.
Es un arco de medio punto, enmarcado en dos pilares con hornacinas en su parte
superior, que tiene un frontón triangular sobre tres hiladas de ladrillos
resaltados a manera de imposta. En el centro otra hornacina y, como remate, un
pequeño pilar cuadrangular con tejado a cuatro aguas. No se conocen los santos
que eran venerados en las tres hornacinas. A ambos lados del arco se colocaron
unas placas de cerámica con el escudo de la Diputación Provincial y el año de
restauración (1980). En la parte posterior, se aprecia el cabezal de madera con
las gorroneras de la antigua puerta.
Cerca
de la iglesia parroquial se encuentra un edificio, restaurado por el pintor D.
Miguel Ángel Domínguez Barrios, oriundo de la localidad, que cuenta con varias
salas de exposiciones.
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