Una
de las actuaciones más importantes que está llevando a cabo el Centro de
Estudios Borjanos, en estos momentos, es el inventario del Patrimonio
Artístico-Religioso de nuestra ciudad. El mismo se enmarca dentro de un
proyecto iniciado ya hace años, fruto del cual ha sido la edición de 11
volúmenes dedicados a diez municipios de nuestra zona.
Un
trabajo de estas características es complejo, sobre todo por el empeño que
hemos puesto en documentar el mayor número de obras conservadas en los
diferentes templos, por medio de la consulta de diversas fuentes documentales.
Como
ya hemos informado, anteriormente, el Santuario de Misericordia ha sido objeto
de una atención especial ya que nuestro propósito es dedicarle el primero de
los libros relacionados con el patrimonio artístico borjano.
En
él se incluirá el propio Santuario junto con las diferentes ermitas que han
estado asociadas históricamente al mismo. Entre ellas, ocupa un lugar
preferente la del Calvario, a la que ya hicimos referencia en la obra Pilares votivos, publicada el pasado
año, por ser el final del Vía Crucis
que discurre por los bellos parajes de la Muela Alta de Borja.
Por
otra parte, en este blog, ya nos hemos ocupado de este importante edificio en
varios artículos, en los que recabamos su inclusión en el Censo General del
Patrimonio Cultural de Aragón, con el nivel que se considere oportuno, pues se
trata de un edificio renacentista de singular interés por sus características
arquitectónicas.
Se
trata de una ermita de planta circular con una cúpula de media naranja, cuya
cubierta de piedra adopta forma escalonada, con un entablamento que discurre
por todo el perímetro. Tiene una portada, en arco de medio punto, enmarcada por
dos pilastras de clara inspiración renacentista, sobre la que se dispone un
frontón triangular con una hornacina que aloja una cruz de piedra.
Respecto
a construcción, seguimos sin conocer con precisión el proceso de la misma, pues
aunque existen datos de que se debió a la iniciativa del obispo D. Juan
González de Munébrega, parece indiscutible la intervención del canónigo de la
colegial de Borja, D. Juan de Litago, cuya lauda sepulcral se conserva en su
interior.
De
lo que no cabe duda es de que fue consagrada el 7 de abril de 1572 por el obispo de Salamina, fray Francisco de
Salazar, un singular personaje que, tras participar en el concilio de Trento,
donde destacó por sus intervenciones, hasta el punto de serle encargada la predicación
en ocasiones señaladas, inició una espiral de degradación que le llevaría a ser
condenado, en 1583, por sodomita tras un largo proceso del que dimos cuenta en
el volumen III de nuestro Diccionario
Biográfico.
En el
interior de la ermita se venera una imagen de Cristo Crucificado que,
originalmente, se encontraba en la capilla de los Reyes Magos de la colegiata
de Santa María. Esta capilla es la que, en la actualidad, está dedicada a la
Virgen de la Peana aunque era de menor tamaño, pues en el siglo XIX se le
añadió la antigua Sala Capitular que es donde ahora se ubica el retablo de la
Virgen. La imagen fue llevada a Misericoria el 4 de mayo de 1568 y, a raíz de
ello, la cofradía de la Sangre de Cristo encargó la que, ahora, se encuentra en
el claustro de la colegiata.
Le
acompañan las imágenes de la Virgen y de San Juan que, según nos acaba de
comunicar Alberto Aguilera, fueron realizadas por el escultor Alejandro Gil
Guinda, en 1739. Este artista era natural de La Almunia de Doña Godina e
intervino en la decoración de la iglesia parroquial de esa localidad.
Un
año antes se habían instalado los cuatro altares que, todavía subsisten.
Vinieron a sustituir a los que había antes. En dos de ellos se encontraban unos
lienzos que representaban el Descendimiento y el Sepulcro. En los otros había
sendas tablas de San Pedro y San Pablo. Esta circunstancia ha sugerido la
posibilidad de que procedieran del antiguo retablo gótico de la colegiata, una hipótesis
que, por el momento, no ha sido confirmada.
Lo
que sí sabemos es que los lienzos de los cuatro retablos instalados en 1738
fueron reemplazados por los que, en 1890, donó el pintor D. José Gonzálvez
Martínez, que pasaba la temporada estival en el Santuario. José Gonzálvez había
nacido en Elche, en 1837, y se formó en la Escuela de Bellas Artes de San
Fernando, donde fue discípulo de Eugenio Lucas. En 1880, se instaló en
Zaragoza, como profesor de su Escuela de Artes. En 1892 fue elegido Académico
de Número de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, falleciendo
en la capital aragonesa en 1897. No disponemos de buenas imágenes de estos
cuadros que representan el “Despojo de las vestiduras de Cristo”, la
“Crucifixión”, el “Descendimiento” y el “Sepulcro”, pero esperamos contar
pronto con ellas, al igual que de los anteriores pues ha constituido una
sorpresa para nosotros el saber que se conservan en el propio Santuario.
Ignoramos, sin embargo, el destino del retablo que, para
la imagen del Santo Cristo, fue construido, en 1685, por encargo de Gregorio
Antonio y Jerónima Bauluz, el cual fue retirado en época relativamente
reciente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario