miércoles, 7 de noviembre de 2012

El color en las ciudades



            Esta fotografía de Enrique Lacleta en la que los colores han sido modificados, en parte, nos permite efectuar algunas reflexiones en torno a nuestros cascos antiguos y el color. En primer lugar, el encuadre ofrece una visión muy hermosa de Borja con el castillo y el Cinto al fondo; la colegiata de Santa María, a continuación; y en primer plano el conjunto que forman el arco de la Carrera y la casa palacio de los marqueses de González de Castejón. A este último monumento nos referiremos en un próximo artículo, dado el interés que tiene, tanto desde el punto de vista histórico como arquitectónico. De ahí, la conveniencia de que se realicen las gestiones necesarias con la propiedad para que se proceda al pintado de estas fachadas que permitirían recuperar esa entrada de la ciudad, realmente espectacular, con los edificios citados y el contiguo convento de la Concepción que en Bien de Interés Cultural.
            Pero el comentario de hoy quiere hacer referencia, como hemos señalado, al color que, en el pasado, tuvieron algunos edificios de nuestras ciudades. En el caso concreto de Borja, donde predominan las fachadas de ladrillo visto, propias de la arquitectura de los siglos XVI y XVII, hemos olvidado que algunos espacios ofrecieron un aspecto muy diferente a esos tonos apagados que presentan actualmente.
            Podríamos citar varios ejemplos. El del arco de la Carrera con el palacio de los González de Castejón sería una de ellos, complementado por la casa situada inmediatamente después.





            Pero, quizás, uno de los más llamativos era, sin duda, la plaza del Olmo. En el edificio que aparece en la fotografía superior, todavía se advierten los restos de la pintura que iluminaba su fachada.





            Como en otras casas del siglo XIX y comienzos del XX, estaba pintada simulando un despiece de ladrillo en un rojo y caña, del que quedan algunas muestras en la zona más protegida de la lluvia, bajo el alero. Ejemplos similares los podemos encontrar también en la calle Moncayo.






            Además, los vanos de los balcones estaban enmarcados con estructuras arquitectónicas cuidadosamente reproducidas, como se aprecian todavía en todos ellos.





            En la misma plaza, este otro edificio estuvo también pintado de forma muy llamativa. Cuando fue restaurado se optó por estos colores mucho más apagados, aunque se mantuvieron todas las características arquitectónicas de sus fachadas.






            En su fachada lateral, que da a la calle Belén, se rehicieron algunos de los trampantojos que había en sus vanos simulados e, incluso, se mantuvo un fragmento de la banda decorativa que recorría el edificio, como testimonio de la antigua decoración.





            Si a las casas citadas unimos esta otra que también estuvo pintada es fácil imaginarse el aspecto que pudo tener la plaza, tan alejado del actual.





            Algo parecido ocurriría en la plaza de las Canales si se restaurara y pintara, como parece que va a ocurrir en un futuro próximo, la bella medianería situada tras la fuente.





            Un caso parecido es el del arco de San Francisco cuya restauración quedó inacaba, a falta de su pintura. En relación con el mismo, esperamos poder informar próximamente de un descubrimiento de gran interés que viene a realzar su importancia arquitectónica.





            Terminamos este recorrido con otros ejemplos de color recuperados recientemente, como este edificio situado en la calle Mayor.





            O el del actual Hogar del Jubilado, antiguo Ideal Cinema. En ambos casos se optó por una gama relacionada con el ocre, encaminada a mimetizarlos, en cierto modo, con el entorno.





            En todos los casos citados, se trata de edificios construidos o remodelados, a partir de finales del siglo XVIII. Distinto es el caso de edificios anteriores, como la antigua casa solariega de los Aguilar, situada en la calle Mayor, en la que su fachada requiere un tratamiento muy diferente.


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