martes, 4 de diciembre de 2012

El retablo mayor del convento de San Francisco de Borja (II)




            En un artículo anterior, analizamos las imágenes existentes en el segundo cuerpo de esta obra que, procedente del antiguo convento de San Francisco, se conserva en la actualidad en el de Santa Clara de Borja. Hacíamos referencia a la de santo de Asís al que estaba dedicado y a San Bernardino de Siena y San Juan de Capistrano que lo flanquean.






            En esta ocasión haremos referencia al resto de las imágenes, comenzando por las del primer cuerpo, en cuya parte central figura la Virgen María y, ambos lados de la misma, otros dos santos franciscanos, con atributos episcopales.





            Respecto a esta imagen, debemos señalar que nada tiene que ver con el retablo original, pues fue adquirida en Zaragoza, en 1850, por la archicofradía del Amor Hermoso que tenía su sede en esta iglesia, siendo colocada en el lugar donde se encontraba el expositor. En ocasiones, se ha relacionado con una advocación, franciscana por excelencia, la de Nuestra Señora de los Ángeles aunque, en este caso, la fiesta litúrgica se celebra el 3 de agosto mientras que la de la Virgen del Amor Hermoso tiene lugar el 25 de mayo. La imagen, como señala el competente investigador D. Alberto Aguilera, sigue el modelo iconográfico fijado por el escultor granadino José Tomás (1790-1848) para la imagen que la Corte de María, nombre primitivo de la archicofradía, le encargó para la iglesia de Santo Tomás. Lamentablemente, esta imagen fue destruida en el incendio de la iglesia, pero se conserva una copia de la misma, obra de Mariano Bellver (1817-1876), en la iglesia de San Ginés de Madrid.






            En la calle de la izquierda se encuentra la imagen de San Buenaventura, uno de los grandes santos franciscanos. Nacido en Bagnoreggio (Italia) hacia 1218, ingresó en la orden de los frailes menores a temprana edad. Estudió en la Sorbona de París, Filosofía y Teología, en la que más tarde ejerció la docencia, entre 1248 y 1257. El 2 de febrero de 1257 fue elegido ministro general de la orden franciscana y, poco después, el Papa Gregorio X lo creó cardenal, consagrándolo personalmente como obispo de Albano, tras haber rechazado el año anterior, su nombramiento como arzobispo de York. Participó activamente en el concilio ecuménico de Lyon, convocado para tratar de reunir a la Iglesia Católica y a la Ortodoxa. Falleció en esa ciudad el 15 de julio de 1274. Fue canonizado por Sixto IV en 1482. El Papa Sixto V lo proclamó, en 1588, Doctor de la Iglesia con el título de “Docto Seráfico”.
            En la imagen está representado con las vestiduras episcopales, tocado con la mitra y llevando en su mano el báculo. A sus pies tiene el capelo cardenalicio, un atributo personal que hace referencia a lo ocurrido cuando los enviados pontificios fueron a comunicarle su designación como cardenal. San Buenaventura estaba lavando los platos en el jardín y les pidió que colgaran el capelo de una rama, hasta que terminara su trabajo.





            En el lado derecho se encuentra San Luis de Anjou,  un santo de sorprendente biografía. Nacido en 1274, era el segundo hijo del que llegaría a ser Carlos II de Anjou, rey de Nápoles, Sicilia y Jerusalén. Su madre, María de Hungría, era sobrina de Santa Isabel de Hungría, estando emparentada, asimismo, con tres monarcas que llegaron a ser santos: Esteban I de Hungría, Ladislao I de Hungría y el emperador Enrique II. La historia de la familia Anjou está marcada por sus enfrentamientos con los reyes de Aragón. Carlos de Anjou fue capturado en Nápoles y permaneció detenido en Barcelona, hasta que, en 1288, Alfonso III le puso en libertad, con la condición de que tres de sus hijos , entre ellos Luis, quedaran retenidos como rehenes. Durante los siete años en los que el futuro santo estuvo en Barcelona, tuvo ocasión de conocer a la orden de los franciscanos, despertándose en él la vocación religiosa. En cuanto pudo, expresó su deseo de sumarse a los hijos de San Francisco, renunciando al matrimonio concertado por su padre con la infanta Dª Violante de Aragón, hermana de Santa Isabel de Portugal, que terminaría casándose con su hermano Roberto. Su propósito aún se complicó más cuando murió su hermano mayor, pues Luis se convirtió en heredero al trono de Nápoles, aunque no dudo en renunciar al mismo, en 1296, fiel a su vocación. Ese mismo año fue ordenado sacerdote y, poco después, el Papa Bonifacio VIII lo nombró obispo de Toulouse, siendo consagrado el 30 de diciembre de 1296. Tras tomar posesión de su sede, se despojó de las vestiduras episcopales y retomó el sencillo hábito franciscano. Falleció el 19 de agosto de 1297, a los 23 años, cuando viajaba a Roma para renunciar, al parecer, a su sede. Fue canonizado por el Papa Juan XXII en 1317. Sus restos reposan en la catedral de Valencia a donde fueron llevados por  el rey Alfonso V de Aragón.






            Pasamos a comentar el significado de los bajorrelieves que aparecen en el banco o predella del retablo.






 





 

 



 







 

            En los plintos de las columnas aparecen los cuatro evangelistas con el libro de los Evangelios en la mano y sus correspondientes atributos al pie: San Mateo, con el hombre; San Marcos, con el león, San Lucas, con el toro; y San Juan con el águila.
 
 
 
 
 
 
            El bajorrelieve de la izquierda hace referencia a un episodio de la vida de San Antonio de Padua en el que, ante un grupo de herejes albigenses que negaban la presencia real de Cristo en la Eucaristía, logro que una mula hambrienta se arrodillase ante ella, desdeñando la avena que se le ofrecía en el capazo que aparece junto a ella.
 
 
 
            En la escena de la derecha se representa a San Bernardino de Siena predicando a los fieles desde un púlpito, mientras sostiene en su mano derecha el emblema inventado por él, en el que figuraba el trigrama IHS, dentro de un disco radiante.
 
 
 
            En el ático del retablo, un Calvario con la imagen de Cristo crucificado con la Virgen y San Juan.
 
 
 
            Rematando todo el conjunto, un ángel que lleva un cuchillo o espada en su mano derecha, mientras que en la izquierda sostiene una corona. Se trata de una curiosa representación iconográfica que puede ser relacionada con la de los ángeles custodios de las ciudades, representados frecuentemente con una espada y el escudo correspondiente a la población sobre la que ejerce su protección o, en su defecto, una corona si son de realengo. Podría ser, por lo tanto, el Ángel Custodio de Borja.

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