Como
cada año, un grupo de entusiastas ha instalado, en la última planta del
convento de la Concepción de Borja, un belén monumental que puede ser visitado
todos los días hasta después de la fiesta de Reyes.
Junto
a sus dimensiones, el belén reúne el interés de los numerosos detalles
reflejados en cada uno de sus rincones que le dotan de un atractivo especial.
Muchos
de ellos hacen referencia a temas locales, desde el castillo que lo corona a
paisajes urbanos, como la plaza del Mercado, donde aparecen los gigantes y
cabezudos.
Este
año se ha recreado el antiguo lavadero en el que las tradicionales lavanderas
de todos los belenes desarrollan su labor.
No
faltan las viñas y los olivares donde se producen dos productos emblemáticos de
nuestra zona, los vinos de “Campo de Borja” y el aceite.
El
molino de harina y los oficios tradicionales, como este colchonero vareando la
lana, tienen su reflejo también en el belén.
Y,
por supuesto, el mercado con los puestos donde se ofrecen los más variados
productos, desde tejidos a cerámica, pasando por las hortalizas de la huerta.
Y
todo ello, en torno a esa gruta que representa al Nacimiento, eje y razón de
ser de esta tradición que introdujera hace siglos San Francisco de Asís, como
catequesis de ese momento en el que Dios se hace hombre para salvarnos a todos
a través del gran misterio de la Redención.
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