domingo, 9 de diciembre de 2012

Sobre un relieve que existió en la fachada del Museo “Baltasar González”



            El edificio que, en la actualidad, está destinado a sede del Museo “Baltasar González”, puede ser considerado el más antiguo de los conservados en Borja.
            Los arquitectos encargados de su rehabilitación en 1985, D. Carlos Bressel, D. Carlos García Toledo y D. Javier Peña, ya señalaron esta circunstancia en su momento, datando su construcción a comienzos del siglo XIV.

            Sus características constructivas difieren de ese elevado número de edificios del siglo XVI que pueden verse en las calles del casco antiguo. Mientras que en estos las fachadas son de ladrillo visto, en el caso que nos ocupa las paredes se levantaron en tapial, revestido de yeso y con esgrafiados.






            Junto a los ventanales reconstruidos, a partir de los restos encontrados en las obras de rehabilitación, se conservan en sus dos plantas los alfarjes y algunas de las zapatas de madera labrada en los que se apoyaban.
            De este edificio ya hemos hablado, en ocasiones anteriores. Sin embargo, hoy queremos hacer referencia a un bajorrelieve que existió en su fachada y que, en cierta manera, está ligado a la leyenda de la propia casa.





            Porque, según una tradición sin fundamento real, el edificio era considerado en Borja como la residencia de D. Pedro de Atarés, cuyas supuestas armas (también falsas), están representadas en la escalera monumental del monasterio de Veruela que había fundado. La escalera, lógicamente, fue construida varios siglos después.
            Pedro de Atarés fue un personaje del siglo XII, por lo que no pudo vivir en un edificio levantado en el XIV. Por otra parte, como tenente de honor de la población, poco después de su reconquista, parece razonable pensar que ocupara la fortaleza, lo que hoy conocemos como el “cinto”. Además, la casa que estamos comentando se encuentra adosada al exterior de la antigua muralla musulmana que, en aquellos momentos, fijaba los límites del casco urbano en ese sector.





            El origen de la leyenda parte de un relieve que existió en la hornacina ubicada sobre la puerta de acceso que fue interpretado, erróneamente, como una representación de la aparición de la Virgen a D. Pedro, otra leyenda relacionada con el origen de Veruela.
            Sin embargo, el interés por vincular la casa a Atarés tenía mayor alcance ya que si, como defendían algunos autores, la ilustre familia de los Borja descendía de ese personaje, podía fijarse en dicho edificio el punto de partida de aquellos caballeros que salieron de nuestra ciudad para participar en la conquista del reino de Valencia, dando origen a ese esclarecido linaje del que formaron parte papas y santos: Los Borgia. Pero, a pesar del entusiasmo de quienes forjaron la leyenda, su trama argumental no puede ser sostenida. Ni los Borja descendían de D. Pedro de Atarés ni éste tuvo su morada en el edificio que nos ocupa, por lo que nunca pudieron salir del mismo, camino de Valencia, los antecesores de los Borgia.
            Pero volviendo al relieve que ha motivado este comentario, debemos recordar que ya no se encontraba en su emplazamiento cuando la casa pasó a propiedad municipal, ya que había sido retirado por uno de sus últimos propietarios. Aunque, al parecer se conserva, no disponemos de ninguna fotografía del mismo.





Sin embargo, hoy podemos ofrecer como primicia este dibujo realizado por D. Federico Bordejé, hacia 1930, que se conserva en el archivo del Centro de Estudios Borjanos, junto con los comentarios que escribió en torno al mismo.
Según Bordejé, sus dimensiones aproximadas son 40 x 30 cm. y estaba policromado, aunque “los colores sobrios y claros están muy atenuados”. Lo más interesante es que lo reflejado en el dibujo es la imagen de una Virgen sedente, con el Niño en su regazo ante la cual aparece arrodillado un personaje que lleva un báculo en sus manos.
La escena puede corresponder a la visión de San Bernardo, el gran abad del Cister a quien se apareció la Virgen María, dándole a probar la leche de uno de sus pechos.





            Aunque en la iconografía habitual, María suele ser representada de pie, en otras ocasiones está sentada como en este lienzo de Juan de las Roelas (ca. 1570-1625), un pintor de origen flamenco que trabajó en España. Evidentemente, siendo de época muy posterior, no puede ser aducido como precedente de nuestro relieve, sino como un testimonio mantenido de ese modelo.





            Lo mismo podríamos decir de esta medalla, acuñada con ocasión de la coronación de la Virgen de Veruela, en julio de 1881. En su anverso, aparecen arrodillados, a ambos lados de la Virgen, San Bernardo y San Ignacio de Loyola en alusión a la vinculación del monasterio con la Orden del Císter que lo fundo y con la Compañía de Jesús que se había hecho cargo del mismo, poco antes de la fecha de la coronación.
            Por lo tanto, si aceptamos, como parece razonable, que lo representado en el relieve es la aparición de la Virgen a San Bernardo, podríamos deducir algún tipo de relación de esa casa con Veruela, aunque por el momento no dispongamos de ningún testimonio que permita corroborar esa hipótesis.
            Sería deseable, en cualquier caso, que el relieve volviera al lugar para el que fue creado o, en su defecto, una reproducción del mismo, a partir del original o, si ello fuera imposible, tomando como modelo el dibujo de Bordejé.


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