El
edificio que, en la actualidad, está destinado a sede del Museo “Baltasar
González”, puede ser considerado el más antiguo de los conservados en Borja.
Los
arquitectos encargados de su rehabilitación en 1985, D. Carlos Bressel, D.
Carlos García Toledo y D. Javier Peña, ya señalaron esta circunstancia en su
momento, datando su construcción a comienzos del siglo XIV.
Sus
características constructivas difieren de ese elevado número de edificios del
siglo XVI que pueden verse en las calles del casco antiguo. Mientras que en
estos las fachadas son de ladrillo visto, en el caso que nos ocupa las paredes
se levantaron en tapial, revestido de yeso y con esgrafiados.
Junto
a los ventanales reconstruidos, a partir de los restos encontrados en las obras
de rehabilitación, se conservan en sus dos plantas los alfarjes y algunas de
las zapatas de madera labrada en los que se apoyaban.
De
este edificio ya hemos hablado, en ocasiones anteriores. Sin embargo, hoy
queremos hacer referencia a un bajorrelieve que existió en su fachada y que, en
cierta manera, está ligado a la leyenda de la propia casa.
Porque,
según una tradición sin fundamento real, el edificio era considerado en Borja
como la residencia de D. Pedro de Atarés, cuyas supuestas armas (también
falsas), están representadas en la escalera monumental del monasterio de
Veruela que había fundado. La escalera, lógicamente, fue construida varios
siglos después.
Pedro
de Atarés fue un personaje del siglo XII, por lo que no pudo vivir en un
edificio levantado en el XIV. Por otra parte, como tenente de honor de la
población, poco después de su reconquista, parece razonable pensar que ocupara
la fortaleza, lo que hoy conocemos como el “cinto”. Además, la casa que estamos
comentando se encuentra adosada al exterior de la antigua muralla musulmana
que, en aquellos momentos, fijaba los límites del casco urbano en ese sector.
El
origen de la leyenda parte de un relieve que existió en la hornacina ubicada
sobre la puerta de acceso que fue interpretado, erróneamente, como una
representación de la aparición de la Virgen a D. Pedro, otra leyenda
relacionada con el origen de Veruela.
Sin
embargo, el interés por vincular la casa a Atarés tenía mayor alcance ya que
si, como defendían algunos autores, la ilustre familia de los Borja descendía
de ese personaje, podía fijarse en dicho edificio el punto de partida de
aquellos caballeros que salieron de nuestra ciudad para participar en la
conquista del reino de Valencia, dando origen a ese esclarecido linaje del que
formaron parte papas y santos: Los Borgia. Pero, a pesar del entusiasmo de
quienes forjaron la leyenda, su trama argumental no puede ser sostenida. Ni los
Borja descendían de D. Pedro de Atarés ni éste tuvo su morada en el edificio
que nos ocupa, por lo que nunca pudieron salir del mismo, camino de Valencia,
los antecesores de los Borgia.
Pero
volviendo al relieve que ha motivado este comentario, debemos recordar que ya
no se encontraba en su emplazamiento cuando la casa pasó a propiedad municipal, ya
que había sido retirado por uno de sus últimos propietarios. Aunque, al parecer
se conserva, no disponemos de ninguna fotografía del mismo.
Sin embargo, hoy
podemos ofrecer como primicia este dibujo realizado por D. Federico Bordejé,
hacia 1930, que se conserva en el archivo del Centro de Estudios Borjanos,
junto con los comentarios que escribió en torno al mismo.
Según Bordejé, sus
dimensiones aproximadas son 40 x 30 cm. y estaba policromado, aunque “los
colores sobrios y claros están muy atenuados”. Lo más interesante es que lo
reflejado en el dibujo es la imagen de una Virgen sedente, con el Niño en su
regazo ante la cual aparece arrodillado un personaje que lleva un báculo en sus
manos.
La escena puede
corresponder a la visión de San Bernardo, el gran abad del Cister a quien se
apareció la Virgen María, dándole a probar la leche de uno de sus pechos.
Aunque
en la iconografía habitual, María suele ser representada de pie, en otras
ocasiones está sentada como en este lienzo de Juan de las Roelas (ca.
1570-1625), un pintor de origen flamenco que trabajó en España. Evidentemente,
siendo de época muy posterior, no puede ser aducido como precedente de nuestro
relieve, sino como un testimonio mantenido de ese modelo.
Lo
mismo podríamos decir de esta medalla, acuñada con ocasión de la coronación de
la Virgen de Veruela, en julio de 1881. En su anverso, aparecen arrodillados, a
ambos lados de la Virgen, San Bernardo y San Ignacio de Loyola en alusión a la
vinculación del monasterio con la Orden del Císter que lo fundo y con la
Compañía de Jesús que se había hecho cargo del mismo, poco antes de la fecha de
la coronación.
Por
lo tanto, si aceptamos, como parece razonable, que lo representado en el
relieve es la aparición de la Virgen a San Bernardo, podríamos deducir algún
tipo de relación de esa casa con Veruela, aunque por el momento no dispongamos
de ningún testimonio que permita corroborar esa hipótesis.
Sería
deseable, en cualquier caso, que el relieve volviera al lugar para el que fue
creado o, en su defecto, una reproducción del mismo, a partir del original o,
si ello fuera imposible, tomando como modelo el dibujo de Bordejé.
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