viernes, 17 de enero de 2025

Las Peñas de Herrera y sus castillos

 

         Una de las excursiones más bonitas que pueden realizarse en nuestro entorno es la visita a las Peñas de Herrera, a las que se puede acceder con facilidad desde Talamantes. Allí ha estado recientemente Enrique Lacleta que nos trajo las fotos que ilustran este comentario.

 


         El conjunto llama poderosamente la atención, tanto a la luz del sol como cuando lo cubre la niebla (en alguna de las visitamos que hemos efectuado nos vimos inmersos en ella), pero también al caer la noche, cuando sus siluetas cobran un aspecto inquietante.

 

         Desde su cumbre se puede contemplar un impresionante paisaje, cuya visión compensa las pequeñas dificultades de la ascensión que, en buena medida, no es excesivamente complicada, pues una senda llega hasta su base. Más problemática es la subida a una de las peñas.

 

También son conocidas como los “Castillo de Herrera” por su aspecto, pero lo que algunos ignoran es que sobre estas agrestes rocas hubo dos castillos, conocidos con los nombres de Ferrera y Ferrellón. Ambos fueron destruidos a mediados del siglo XIV, durante la guerra que enfrentó a Castilla con Aragón, la llamada “Guerra de los dos Pedros”. El castillo de Ferrera o Herrera quedó arruinado para siempre, pero se reconstruyó el más pequeño que era el de Ferrellón.

 


            Aunque su recuerdo se ha desvanecido en el tiempo, aún quedan restos de los mismos excavados en la roca, como un aljibe o uno de los accesos.

         Estos castillos constituían la primera línea defensiva de la Raya Occidental de Aragón, de ahí que los castellanos se hicieran con su control durante aquella guerra que asoló nuestra zona, destruyéndolos tras su retirada.

 


         Decíamos antes que el acceso a una de las peñas, en la que estuvo situado el castillo de Ferrellón es compleja, debiendo realizarse por una grieta entre las rocas, donde se ha instalado una guía para facilitarla, al menos para personas habituada a la escalada.

         No podemos detenernos es relatar la historia de estas fortificaciones que, hasta su abandono, estuvieron encomendadas a distintas personas e incluso fueron encomendados, en algún momento al obispo de Tarazona o al monasterio de Veruela.


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