Durante su reciente visita a Borja, Mr. Mervyn Samuel quedó impresionado a conocer la extraordinaria colección de periódicos del siglo XVIII, depositados en nuestro archivo. Uno de ellos es el que lleva por título Memorial Literario y, tras la lectura del ejemplar correspondiente a la primera quincena de agosto de 1789, nos ha remitido un comentario, del que ofrecemos un extracto.
Destaca el variado contenido del
mismo, que comienza con un “Bando del Rey Nuestro Señor (Carlos IV desde
diciembre de 1788)”, fechado el 11 de agosto de 1789, “prohibiendo bayles en el
paseo del Prado por las noches”.
Luego, se insertaban una serie de
artículos sobre temas que van desde “Efectos perniciosos del luxo” hasta la
reseña de un libro nuevo (en latín) sobre las instituciones filosóficas y
matemáticas.
Así que, a uno y otro lado del
océano Atlántico, las mentes ilustradas hispanas se fijaban en la reprobación
de los bailes populares y en temas académicos, mientras unas cuantas leguas más
al norte de la Corte española y pocas semanas antes, una turba exaltada había
asaltado la Bastilla y la monarquía francesa entraba en trance de muerte.
El ambiente de tranquilidad y
optimismo de los felices súbditos de don Carlos IV de las Españas se respiraba
en el extracto del discurso del Padre Fray Joseph María Carranza, Lector de
Vísperas de Sagrada Teología en el Convento Grande de San Francisco de
Querétaro, en la Nueva España, fechado 25 de febrero de 1788.
Y, es en homenaje a las religiosas
mexicanas del convento de Santa Clara de Borja, que proceden de esa ciudad, por
lo que queremos destacar el contenido de este discurso, en el que el orador
franciscano, propuso a la concurrencia, que se había dado cita en el templo, con
motivo de la publicación de un Breve Pontificio sobre Indulgencias, para
exhortar a todas las personas ilustres de Querétaro, a poner los medios
precisos para facilitar la educación de los “niños pobres indiecitos, y
mulatillos de que está llena aquella ciudad”.
Fray José les recordó la obligación
de realizar obras de misericordia a favor de “nuestros hermanos los pobres
niños que desnudos, desamparados, y aprendiendo todos los vicios, vemos que
vaguean por las calles y plazas sin ser aun capaces de conocer su infelicidad”,
arrojados de sus casas por sus propios padres, precipitándolos a la pobreza y
mendicidad.
Terminó preguntando si “El ilustre
cuerpo de la Nobleza de Querétaro, combinado en la Tercera Orden; un cuerpo tan
rico, tan opulento, tan piadosa, que en las calamidades pasadas ha dado tantas
y tan grandes muestras de su caridad con los pobres, expendiendo cuantiosas
limosnas, ya públicas, ya secretas, no podría atender al remedio de una
necesidad espiritual tan urgente como la educación de los niños.
Por ello propuso que la Tercera
Orden fundara una escuela donde podría acudir cualquier niño pobre de la
ciudad, y además que la Orden adoptara algunos de estos los más sobresalientes
en talentos, y más pobres; cuidando con el mayor esmero de su crianza, y de
darles algún destino.
Las palabras del predicador calaron
entre los que las escucharon y, tanto el comentarista de la Memoria
Literaria, como la Gaceta de México, informaron que, ocho días
después, la Junta de la Tercera Orden aprobó el proyecto de educación sugerido
por el franciscano, abriendo una escuela en la parroquia de Santiago de
Querétaro y un vecino de Cadreita que leyó la versión impresa del discurso del
fraile, pasó a fundar una escuela en aquella villa.
Para Mr. Samuel, lo acaecido en
Querétaro, visto desde nuestro siglo, no deja de causar asombro, por la rapidez
del resultado, acostumbrados como estamos a la lenta e imprevisible actuación
de las administraciones públicas en el campo de la educación y otros de que a
menudo se encarga, o intenta encargarse. El análisis sociológico y religioso
ofrecido por el elocuente franciscano nos puede resultar demasiado familiar en
nuestro propio entorno, según Mervyn, pero el posible remedio seguramente no
vendrá a los ocho días.
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