La elección del nuevo Papa nos sorprendió viajando desde Madrid a Borja. La fumata blanca aún pudimos verla en la sala de espera de Atocha, pero para conocer su identidad contamos con la inestimable colaboración de un oficial del US Army que viajaba con nosotros y que, gracias a una mejor tecnología, pudo seguir en directo todo lo que estaba acaeciendo en la plaza de San Pedro y, además, nos facilitó información interesante sobre el nuevo Pontífice.
Como ya conocen
todos nuestros lectores, el elegido fue el cardenal Robert Francis Prevost,
nacido en Chicago en septiembre de 1955. Tiene, por lo tanto, la nacionalidad
norteamericana, aunque algunos lo han definido como el menos norteamericano de
los cardenales de esa nación. Pero tiene, también, la nacionalidad peruana. Se
está hablando mucho de su ascendencia española, por parte de madre, aunque nos
parece remota. Por el contrario, es mucho más evidente su relación con Francia,
tanto por parte de padre como por su madre. Sus abuelos paternos eran franceses
y su madre era hija de un dominicano y de una criolla de Luisiana, con raíces
en Francia, África y España.
Frente a
quienes auguraban un cónclave largo, la rapidez de su elección nos ha
sorprendido, lo que demuestra la importancia de las congregaciones previas y el
deseo de los cardenales en alcanzar pronto un acuerdo. El que el elegido haya
sido una persona que aún no hacía 10 años en que había sido consagrado obispo y
que no hacía dos años en que fue creado cardenal, además de ser expresión de
una meteórica carrera eclesiástica, nos indica que los electores valoraron
algunas de las muchas virtudes que caracterizan al nuevo Papa.
Por un lado, su
experiencia como misionero y su conocimiento de la Curia, en la que ha
desempeñado el cargo de Prefecto para el Dicasterio de los Obispos. Pero,
también su carácter conciliador y sosegado, su conocimiento de los muchos
países que ha visitado y el hecho de que hable muy bien el inglés, español,
francés y portugués. Se entiende en alemán y conoce perfectamente el quechua.
Además, pudimos escuchar una correcta pronunciación del latín. El hecho de que,
antes de profesar en la Orden de San Agustín, fuera licenciado en Matemáticas y
el que cuente con una sólida formación eclesiástica, por ser Doctor en Derecho
Canónico, con una tesis que mereció la más alta calificación académica, son factores
a destacar.
Quizás su
condición de religioso (miembro de una orden religiosa), como el Papa anterior
(jesuita), y su origen norteamericano hayan sorprendido a algunos, así como su
juventud. Sus 69 años, lo convierten en un Papa “joven” y,
por lo tanto, con la posibilidad de ocupar la sede de San Pedro durante muchos
más años, que los que serían previsibles para un Papa “transitorio” de
consenso.
Por nuestra
parte y la de muchos observadores, lo que ha llamado la atención ha sido el que
apareciera en la logia central de la basílica de San Pedro vistiendo la muceta
roja y el estolón pontificio, con un pectoral sencillo, pero rico al cuello. La
elección del nombre León XIV es, asimismo muy significativa.
Su aparente
tranquilidad, su aspecto elegante y las palabras que pronunció antes de
impartir la bendición Urbi et Orbi, también merecen ser tenidas en
cuenta. Quedan por ver los primeros gestos de su Pontificado, especialmente la
elección de su residencia.
Ahora, el orbe
católico eleva sus preces para que este 266º sucesor de San Pedro, encuentre la
fortaleza necesaria para hacer frente a los grandes retos a los que se enfrenta
la Iglesia en este momento y, especialmente, el de fortalecer la unidad de todos
en la Fe. Nosotros nos sumaremos a ello, dado que mantenemos una relación
espiritual con León XIV, ya que es Gran Cruz de Honor y Devoción de la S.O.M.
de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta.


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