José
Luis Melero es el más importante bibliófilo aragonés contemporáneo y, además,
es un notable escritor que ha publicado obras sumamente interesantes que giran
en torno al mundo del libro que tan bien conoce.
Ahora,
acaba de aparecer El tenedor de libros,
editada por Xordica, dentro de su colección “Los libros de la falsa” y que es
una recopilación de 123 artículos publicados en Heraldo de Aragón, entre 2012 y 2015.
Lo
hemos leído con gran interés y queremos dedicarle un comentario, resaltando
algunas referencias que en él aparecen sobre nuestra comarca. No son muchas,
pero merece darlas a conocer, con cierta ironía, para disfrute de los
seguidores de este blog, a los que recomendamos la obra.
Cuenta
del recordado Félix Tomeo que, cuando le llamaba por teléfono y le pedían
identificarse, solía utilizar el de algún “viejo escritor aragonés de esos
que solo nos interesaban a él y a mí y a
una docena de chalados más”. Entre ellos cita los de Constantino Gil y Romualdo
Nogués. Evidentemente, debemos encontrarnos entre esos “chalados”, pues en la
biblioteca del Centro figuran casi todas las obras de Constantino Gil Luengo
que fue famoso dramaturgo y oriundo de Borja, localidad a la que estuvo
vinculado toda la vida, donde dejó alguna muestra de su quehacer poético. Que
entre los desconocidos incluya al general Nogués ya es más sorprendente, sobre
todo después de la publicación de sus memorias, a cargo de Analecta Editorial,
en colaboración con la Institución “Fernando el Católico” y la Fundación Lázaro
Galdiano.
A
D. Romualdo se refiere también al hacer referencia a la famosa secuencia del
“Chufla, chufla” de Nobleza baturra,
cuya idea tomó Florián Rey de Nogués. Con este motivo afirma que se
enorgullecía por el hecho de que se dijera que “no había salido de Aragón ninguno más aragonés que el soldado
viejo de Borja”. Con este seudónimo de “Un soldado viejo natural de Borja”
firmó Romualdo Nogués muchas de sus obras, pero no recordamos que llegara a
pronunciar la frase que se le atribuye. Lo que sí afirma en sus Aventuras y desventuras es que los de
Borja se refieren a ella como “la ciudad”, “como si no hubiera otra en el
mundo”.
Melero
ejerció algún tiempo como crítico gastronómico y en un delicioso artículo nos
habla de aquella experiencia y del modo que elaboraba sus crónicas. Reconoce
que “no entiendo una palabra de vinos”, a pesar de lo cual en una de ellas
escribió “Bebimos Tres Picos, un vino de garnacha del campo de Borja que en
opinión de muchos expertos es uno de los mejores vinos que se están haciendo en
Aragón”. Hasta aquí, perfecto. Lo malo es que a continuación señala “Yo en
realidad había comido con Coca-Cola” ¡Qué barbaridad!
La
verdad es que la lectura del libro nos ha salido cara pues, al tratar sobre
antología de versos, cita una de Eduardo de Ory en la que se incluye alguna
composición del poeta borjano Emilio Alfaro Malumbres. No la teníamos y la
hemos adquirido inmediatamente. Bien encuadernada, pero de precio un tanto
elevado. Hablaremos de ella en cuanto la recibamos.
Nos
hemos enterado de cosas que ignorábamos. Entre ellas que Jesús Lizaranzu fue
uno de los que financiaron la edición de Estuario,
un poemario de José Ignacio Ciordia. De Jesús conocíamos su actividad como arquitecto
ya que, en Borja, fue quien construyó el actual Instituto, la primera fase de
la Residencia de Pensionistas y el Centro de Salud e, incluso, llevó a cabo la
primitiva parcelación de lo que ahora es el polígono industrial. Sin embargo,
nada sabíamos de sus inquietudes literarias.
También
nos ha sorprendido con el dato de que el abuelo de los hermanos Sánchez Millán
(Alberto que fuera Consejero de nuestro Centro y nuestro buen amigo Julio), era
practicante del Hospital Provincial y de la plaza de Toros, a las órdenes de D.
Antonio Val Carreres, escribiendo varias obras de temática taurina, con el
seudónimo de “Don Palermo”.
En
otro artículo señala que la popular jota de “La Magallonera” no era en realidad
una jota, sino una “olivera” o copla interpretada durante la recogida de la
oliva. Es una hipótesis conocida, desde que D. Ángel Mingote la recogiera como
tal en su Cancionero musical de la
provincia de Zaragoza. Sobre este asunto hay otras opiniones, sobre las que
venimos reflexionando hace tiempo. En concreto, creemos que donde se dice
“olivera”, en realidad se decía “O libera”, siendo esas dos palabras el inicio
de un antífona del oficio de difuntos, lo que daría sentido a la copla o jota
que, en su versión común resulta un tanto incomprensible. Ya que ha surgido
este tema, queremos reproducirla para poner de manifiesto lo que apuntamos:
Pulida magallonera
anda y dile al Santo Cristo
que cuando me llame al cielo
que me canten la olivera.
Que,
en lugar de la “olivera” le canten, en el momento de la muerte o del entierro
esa antífona “O libera” parece más razonable. Pero, a la espera de opiniones
más autorizadas, no deja de ser otra hipótesis.
Estos
días vuelve a estar de actualidad el poeta de Ainzón Marcos Zapata, con motivo
de la presentación de la obra que, sobre su vida y su producción literaria, ha
escrito Samuel Marqueta. Fuimos al acto, programado inicialmente para las seis
de la tarde, del pasado sábado, en la Casa de Cultura. Al final, tuvo lugar a
las siete en el Centro de Mayores. Nadie nos lo indicó y tuvimos que volver a
Borja. Afortunadamente, Samuel nos comunicó ayer que recibiremos su trabajo y
nos alegramos. A Zapata también se refiere José Luis Melero, al incluirlo en la
reducida nómina de escritores aragoneses que cuentan con bustos en la capital
aragonesa. Concretamente en la plaza de Aragón, junto a los de Mariano de
Cavia, Fernando Soteras Mefisto y Julio Monreal Ximénez de Embún. Como recuerda
Melero, el de Zapata fue obra de Félix Burriel y fue inaugurado por el Alcalde
de Zaragoza, D. Miguel Allué Salvador, el 16 de octubre de 1928. Una
reproducción del mismo presidió el monumento que tuvo en Ainzón, sustituido
hace algunos años por otro más moderno de acero corten, aunque se conserva el
busto en la Casa de Cultura.
Hasta
aquí, las reflexiones suscitada en torno a la lectura de esta interesante obra
en la que, como se destaca en la contraportada, “José Luis Melero nos muestra
parte de su biblioteca y donde exhibe muchas de sus pasiones y lealtades”. En
definitiva, “un libro para los mejores lectores”.
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