Hasta ayer a mediodía no se restableció la telefonía fija del Centro, aunque, desde primeras horas de la mañana estábamos ya conectados a Internet, a través de la misma línea de cable óptico.
La jornada de
ayer transcurrió con los problemas que tuvieron que soportar todos los
españoles, aunque nosotros habíamos hecho caso de las recomendaciones de Ursula
von der Leyen preparando el kit de supervivencia que, con su increíble capacidad
premonitoria (algo llamativo), había aconsejado.
Disponíamos de
un “transitor” (como llamábamos antes a las radios de pilas) y las puertas de
la Casa de Aguilar permanecieron abiertas, siendo muchas las personas que se
acercaron hasta ella para seguir la evolución de la crisis.
A algunas de
ellas les facilitamos velas, pues también disponíamos de una pequeña reserva,
siendo extremadamente útil una palmatoria en la que colocamos el cabo de una de
la cofradía de San Bartolomé (de las de antes).
Aquí
permanecimos hasta las diez de la noche, cuando regresó la luz, pudiendo
comprobar que no se habían producido daños en los ordenadores, cosa que nos
preocupaba.
Como anécdota
del día podemos relatar lo acaecido en la plaza del Olmo, donde varios miembros
de la Brigada Municipal se encontraban instalando los gallardetes de fiestas.
Alrededor de la doce y media, un establecimiento de la plaza quedó a oscuras y
su propietaria salió al exterior, pidiendo explicaciones a los trabajadores, al
culparles de lo ocurrido, por entender que habían cortado algún cable. Cuando le
informaron de que el apagón era en toda España no dudó en comentar: “¡Pues
buena la habéis hecho!”. Ayer la felicitamos por su intuición al descubrir lo que
nadie había conseguido: la causa del gigantesco apagón.




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