Sobre procesiones en Borja

 

         Ha habido suerte y, a pesar de los pronósticos desfavorables que circularon inicialmente, el buen tiempo hizo posible que los desfiles procesionales de Borja se desarrollaran con normalidad. Enrique Lacleta ha realizado, como siempre, un amplio reportaje de muchos de ellos, con destino a nuestro archivo. No los hemos recibido por lo que, mientras tanto, publicamos las imágenes que nos han remitido una serie de lectores.

 

         El miércoles por la noche tuvo lugar la procesión del Encuentro, protagonizada por el paso de la Verónica, que salió de la iglesia de Santa Clara, acompañado por la Agrupación de Cornetas, Tambores y Bombos de San Sebastián y la Verónica, mientras que de la colegiata de Santa María partió el paso de Jesús con la Cruz a cuestas, que llevaba la cofradía de San Antón, acompañada por la Banda de Cornetas y Tambores de la cofradía del Santo Cristo de la Capilla de Ainzón.

 

         Mientras esta última se dirigía a la plaza de España por la calle Nueva, el paso de la Verónica llegaba por la de Costa.

         Una vez allí y colocados frente a frente, se fueron acercando hasta que el rostro de Cristo quedó impreso en el lienzo que portaba la Verónica, entre el estruendo de los tambores y el silencio respetuoso de las muchas personas que lo presenciaron. 

         Ya avanzada la noche de ese mismo Miércoles Santo, tuvo lugar la espectacular salida del paso de San Juan Evangelista de la antigua iglesia de Santo Domingo, cuya fachada estaba decorada con las luces azules de su cofradía y el emblema de la misma.

         Antes de emprender la marcha hacia Santa María, el paso es depositado en la plaza, mientras suenan las cornetas y tambores de la agrupación de la cofradía y se lee una sentida monición. Esta última foto no es de este año, dada la dificultad que entraña el realizarla en un ambiente de oscuridad.

         Del encuentro de hermandad celebrado en la mañana de Jueves Santo, en la plaza de España, hemos recibido estas imágenes, realizadas por el prestigioso fotógrafo italiano Cesare Marcello Arfini, que quedó gratamente sorprendido por la brillantez del acto, celebrado con un sol radiante.