San
Sebastián (siglo III). Hoy, para nosotros, es la fiesta de
San Sebastián, de profundo arraigo en muchas localidades de la comarca, como
hacemos referencia al tratar de las tradiciones de esta zona. Nacido en Narbona
(Francia) en el año 256, se educó en Milán. Militar prestigioso, llegó a ser
nombrado jefe de la primera cohorte de la guardia pretoriana. Denunciado por
ser cristiano y negándose a sacrificar a los dioses, el emperador Maximiano
ordenó que fuera asaeteado por sus mismos soldados. Lo cierto es que no murió
tras sufrir este tormento, sino que llevado con vida a casa de una noble
cristiana se recuperó de las heridas. Aunque pudo huir, volvió a presentarse
ante el emperador reafirmándose en su condición de cristiano. En esta ocasión
fue azotado hasta su muerte, acaecida en el 288. Por este motivo se le
representa, con frecuencia, con la doble corona de sus dos martirios. Su culto
es antiquísimo y uno de los más populares y difundidos de la Cristiandad.
San
Fabián (siglo III). Nacido en Roma hacia el año 200 era un
simple laico que, en la época convulsa de las persecuciones, fue elegido Papa
en el año 236 al interpretar el pueblo que era voluntad divina que una paloma
se posase en su hombro, mientras estaban reunidos con ese propósito. Tuvo que
ser ordenado sacerdote y obispo, convirtiéndose en el vigésimo pontífice.
Desarrolló una gran labor, reorganizando la Iglesia y estableciendo normas que
tuvieron continuidad. Murió mártir el 20 de enero de 250, durante la
persecución de Decio.
Santos Fructuoso, Augurio
y Eulogio (siglo III). San Fructuoso era obispo de Tarraco (Tarragona) y San
Augurio y San Eulogio diáconos. Durante la persecución de los emperadores
Valeriano y Galieno fueron quemados vivos en el anfiteatro de esa ciudad el 20
de enero de 258 o 259, convirtiéndose en los primeros mártires de la Hispania
romana.
San
Ascla (siglo IV). Entre los mártires cristianos durante
las persecuciones que se extendieron por todo el imperio, los hubo también en
Egipto. Entre ellos se encuentra San Ascla que era natural de la región de la
Tebaida y cuyo culto alcanzó gran difusión, aunque su martirio está rodeado de
leyendas en las que se entremezcla lo real con lo imaginario. Al parecer, murió
al ser arrojado al Nilo con una piedra, tras ser sometido a crueles tormentos.
San Neófito de Nicea (siglo IV). Otra de las
víctimas de esas persecuciones fue este joven adolescente de Nicea que, durante
la de Galerio, se presentó voluntariamente para confesar su fe, sufriendo
terribles tormentos hasta su muerte, acaecida el 310. Se le representa con una
paloma ya que, según la leyenda, se le apareció siendo un niño para conducirle
a una cueva donde se encerró, entre los 9 y los 15 años, viviendo aislado y
dedicado a la oración.
San
Eutimio el Grande (siglo V). Nacido en Melitene
(Armenia), fue educado por el obispo de esa ciudad que lo ordenó sacerdote.
Tras una peregrinación a Tierra Santa, entro en contacto con las corrientes
eremíticas que allí gozaban de gran arraigo y decidió retirarse a una cueva
cercana a Jerusalén. Hacia el año 411 se estableció en el desierto, con un
compañero, y su fama de santidad tuvo enorme eco, hasta el punto de reunir a
numerosos seguidores, para los que fundó un monasterio. Comoquiera que su
soledad se veía turbada por las gentes que acudían a él, marchó al desierto de
Ruba, junto al mar Muerto, y luego a otro más alejado, donde siguieron
visitándole. Finalmente, regresó al monasterio que había fundado, aunque se
alojó en una cueva. Su influencia fue enorme en todo Oriente, no sólo a través
de los sínodos celebrados para condenar diversas herejías, sino en la propia
corte imperial, pues fue el impulsor de la conversión de la emperatriz Eudoxia.
San
Wulfstano de Worchester (siglo XI). Nacido en Long Itchington (Inglaterra) hacia el año
1008, había servido al obispo de Worchester que lo ordenó presbítero en 1038.
Sin embargo, prefirió elegir la vida monástica, profesando en la abadía benedictina de esa ciudad. En 1062, fue
nombrado obispo y consagrado en 1062. Fue el último prelado de la época de los
reyes sajones, aunque tras la conquista normanda mantuvo su sede, siendo quien
consagro a San Anselmo. Falleció en 1095, siendo canonizado por Inocencio III
el 14 de mayo de 1203.
Beato
Benito Ricásoli (siglo XI). Nacido en la aldea de Montegrossi
(Italia), hacia el año 1093, siendo ya adulto, profesó en el monasterio de
Coltibuono que sus padres habían fundado, en apoyo de las comunidades creadas
por San Juan Gualberto en aquella zona del Tirol, en las que unía la vida
monástica con la eremítica. De hecho, el beato Benito vivió retirado en la
montaña, acudiendo al monasterio en determinadas ocasiones y, en su refugio lo
encontraron muerto, el 20 de enero de 1107, sus compañeros a los que, en la
Navidad de 1106 había anunciado su próximo fallecimiento.
San
Enrique de Upsala (siglo XII). De origen inglés, acompañó
al cardenal Breakspear (más tarde Papa
Adriano IV) cuando viajó, en 1151, como legado pontificio a Suecia y Noruega.
Al parecer, el cardenal lo consagró obispo de Upsala al año siguiente. Gozó del
favor del rey Erico IV de Suecia, canonizado más tarde, y participó en la
cruzada que emprendió en Finlandia. Al finalizar la misma, con una gran
victoria sueca, continuó en esos territorios desarrollando una gran labor
apostólica, por lo que es considerado el evangelizador de esa nación. A raíz de
haber reconvenido a uno de los nuevos convertidos, por haber cometido un
asesinato, le tendió una emboscada, dándole muerte a orilla del río Abo el 20
de enero de 1150 o 1156. Venerado como mártir, se suele afirmar que fue
canonizado por su protector el Papa Adriano IV. Es el Patrón de Finlandia y a
él está dedicada la catedral de Helsinki.
Santa
Eustoquia Calafato (siglo XV). Nacida en Mesina (Italia)
en 1434, en el seno de una familia noble, decidió profesar como religiosa
clarisa, en el convento de Basicó,
contra de la opinión de su familia. Allí permaneció durante diez años
pero, deseando que se observara el rigor de la regla primitiva, fundó el
monasterio de Montevirgene, en su ciudad natal, de la que fue primera abadesa y
donde falleció en 1485. Es copatrona de la ciudad de Mesina, donde se venera su
cuerpo incorrupto. Fue canonizada por San Juan Pablo II el 11 de junio de 1998.
Beato
Angelo Paoli (siglo XVII). Nacido en Argigliano de
Casola (Italia) el 1 de septiembre de 1642, quedó huérfano de madre a los 12
años. En 1660, el obispo de la diócesis le confirió las órdenes menores y ese
mismo año, tomó el hábito en el convento carmelita de Cerignano. Tras completar
su formación en varios conventos, fue ordenado sacerdote en 1667. Destinado a
Florencia, durante siete años llevó una intensa vida de piedad y penitencia.
Cuando sus superiores lo enviaron a su localidad natal, por razones de salud,
decidió seguir una vida de ermitaño. En 1674, como su salud se hubiera
deteriorado, lo enviaron a Pistoia, trabajando en el hospital de esa localidad.
Tras haberse recuperado ejerció como maestro de novicios en Florencia y
posteriormente ejerció como párroco en varias localidades, antes de regresar a
Cerignano, en 1683, como lector, organista y sacristán. Finalmente, lo enviaron
a Roma, donde siguió dando pruebas de su entrega a los pobres y enfermos, hasta
su fallecimiento el 20 de enero de 1720. Su muerte causó una gran conmoción
popular, dada la fama de santidad y el cariño que había logrado suscitar. Fue
beatificado el 25 de abril de 2010.
San
Esteban Min Kuk-ka (sigloXIX). Nacido en Gyeonggi-do
(Corea) en 1788, fue catequista en Seul, siendo detenido en la terrible
persecución que se desató contra los cristianos, siendo uno de los numerosos
mártires que dio esa comunidad. Al negarse a apostatar de su fe, fue decapitado
el 20 de enero de 1840. Beatificado por Pío XI, en 1925, fue canonizado por San
Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984.
Beato
Basilio Antonio María Moreau (siglo XIX). Nacido en
Laigné-en-Bélin (Francia) el 11 de febrero de 1799, en el seno de una familia
numerosa, cursó los estudios eclesiásticos en el seminario de Le Mans, siendo
ordenado sacerdote en 1821. Dada su capacidad intelectual fue enviado a
realizar estudios superiores y, en 1833, tomó parte en la fundación de del Buen
Pastor de Le Mans, dedicada a la reinserción de jóvenes delincuentes. En 1835, el obispo le encomendó la dirección
espiritual de los Hermanos de San José, una organización de laicos que tenía
como objetivo la instrucción de los campesinos de esa zona. Poco después fundó
la Sociedad de Sacerdotes Auxiliares con el fin de ayudar a los párrocos en su
labor pastoral. En 1837, unió ambas entidades en la Congregación de la Santa
Cruz a la que, en 1841, vino a sumarse la congregación de las Marianitas de la
Santa Cruz. Sacerdotes, religiosas y laicos tenían como misión, siguiendo el
ejemplo de la familia de Nazaret, la
educación y la evangelización de las zonas rurales, la atención a los jóvenes delincuentes
y el cuidado de las personas abandonadas. Su obra se extendió por otros países
y fue la creadora de las primeras escuelas cristianas en Argelia. Falleció en
Le Mans el 20 de enero de 1873, siendo beatificado por el Papa Benedicto XVI en
2007.
Santa
María Cristina de la Inmaculada Brando (siglo XIX). Nacida en
Nápoles el 1 de mayo de 1856, su madre murió a los pocos días. A los 20 años
ingresó en la congregación de las Sacramentinas de Nápoles, tomando el nombre
de María Cristina de la Inmaculada Concepción. Su delicada salud, le obligó a abandonar el
convento, pero no por ello renunció a su vocación religiosa y, en 1878, decidió
fundar la congregación de Religiosas Víctimas Expiadoras de Jesús Sacramentado,
estableciéndose finalmente en Casoria que fue finalmente aprobada canónicamente
en 1903, emitiendo sus votos perpetuos la fundadora, junto con otras
religiosas. Elegida superiora general supo hacer frente a las numerosas
dificultades por las que aravesó la congregación, dedicada a la educación de
los niños. Falleció el 20 de enero de 1906, siendo beatificada por San Juan
Pablo II en 2003 y canonizada por el Papa Francisco el
17 de mayo de 2015.
Beato
Cipriano Iwene Tansi (siglo XX). Nacido en 1903 en Igboezunu
(Nigeria) en el seno de una familia de la etnia ibo y de religión animista, fue
bautizado a los 9 años de edad por misioneros irlandeses, trocando su nombre de
Iwene por el de Miguel. Estudió Magisterio, pero a los 20 años decidió cursar
la carrera eclesiástica, convirtiéndose, en 1937, en el segundo sacerdote
nacido en Nigeria. Ejerció su ministerio pastoral en la parroquia de Dunokofia,
desarrollando una intensa labor de evangelización. Pero, cuando en 1950, el
obispo expuso ante sus sacerdotes el deseo que algunos se hicieran monjes, se
ofreció voluntario y marchó al monasterio trapense de Monte San Bernardo en
Leicester (Reino Unido), donde volvió a cambiar su nombre por el de Cipriano.
Fue una experiencia dura que superó con su tesón y entereza. Desde allí marchó,
en 1962, para fundar un nuevo monasterio en Bamenda (Camerún), del que fue
nombrado maestro de novicios. Su ilusión era fundar en Nigeria, pero no pudo
conseguirlo ya que falleció, a consecuencia de una trombosis, el 20 de enero de
1964 en Coalville. Fue beatificado por San Juan Pablo II el 22 de marzo de
1988, durante su viaje apostólico a Nigeria.
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