Hoy
celebra la Iglesia la conversión de San Pablo, cuando viajando hacia Damasco,
en persecución de los cristianos, cae del caballo y se le aparece el Señor,
manifestándole su deseo de que se convierta en nuevo apóstol de la Buena Nueva.
Ciego, llegará hasta la ciudad a la que se dirigía y, entrando en contacto con
la comunidad cristiana allí establecida, será bautizado por Ananías.
San Ananías (siglo I).
Precisamente, por ello, hoy también se conmemora a San Ananías, la persona que
introdujo a San Pablo en la nueva Fe y sobre el que hay referencias explícitas
en los Hechos de los Apóstoles. Se afirma que eran un hombre piadoso y bien
considerado, siendo también quien, tras el bautizo curó a Pablo de la ceguera
momentánea. Algunas fuentes afirman que era obispo de Damasco y, desde luego,
había recibido la ordenación sacerdotal.
San
Artemas (siglo III). Se trata de un mártir venerado desde
la antigüedad, cuya única referencia es su representación iconográfica en un
mosaico de la basílica de San Prisco (Italia) relacionándolo con Pozzuoli
(Italia) donde supuestamente sufrió el martirio
San
Agileo (siglo III). Algo parecido ocurre con este mártir
norteafricano, aunque en este caso la referencia proviene de un sermón
predicado por San Agustín, en el que ensalzó su figura, como mártir de Cartago.
San
Gregorio Nacianceno (siglo IV). Aunque en el Martirologio
Romano figura inscrito en este día, su memoria se celebra el 2 de enero y, en
esa fecha, hicimos alusión a su vida.
San
Bretanión (siglo IV). Fue obispo de la actual ciudad de
Constanza (Rumanía) distinguiéndose por su defensa de la ortodoxia frente a la
herejía arriana, hasta el punto de enfrentarse al emperador Valente, cuando
pretendió que su comunidad se uniese a la doctrina predicada por Arrio. Fue
desterrado, aunque posteriormente regresó a su sede, ante la convulsa situación
que vivía el imperio, por la presión de los bárbaros, con el fin de que pudiera
servir de valladar frente a ellos.
San
Palemón (siglo IV). En la época de las persecuciones se
instaló en el desierto de Tebaida (Egipto) dedicado a la oración. Allí fue a
buscarle San Pacomio, con quien fundó el monasterio de Tabennisi, que fue uno
de los primeros de esa zona, siendo elegido abad del mismo.
Santos
Preyecto y Amarino (siglo VII). Obispo de Clermont
(Francia) era conocido por su rectitud. Tuvo que reconvenir al conde de
Auvernia por una grave cuestión, despertando la animosidad de éste, el cual
levantó múltiples acusaciones contra el obispo, siendo preciso recurrir al
propio monarca Childerico II, quien tras escuchar a las parte, ordenó ejecutar
al nombre, ante la falta de veracidad de sus testimonios. En el año 676, los
parientes del conde, con ánimo de vengarse, le tendieron una emboscada
asesinándole junto con su diácono Amarino. Venerados como mártires desde los
primeros momentos, atendiendo a las circunstancias que rodearon su muerte hoy
son considerados confesores.
San
Popón (siglo XI). Nacido en Deinze, en 977, en el seno de
una familia noble, viajó a Tierra Santa siendo joven y, posteriormente, abrazó
la profesión militar, a la que estaba llamado por su condición. Sin embargo,
como consecuencia de una inspiración divina, decidió profesar en el monasterio
de San Thiery de Reims, en el año 1005. Ocho años después fue nombrado abad de
los de Stavelot y Malmedy, entre otros monasterios. Murió el 25 de enero de
1048, en el de Marchiennes, cuando tras haber sido uno de los religiosos más
influyentes de su época, se encontraba completamente apartado.
Beato
Enrique Susón (siglo XIV). Nacido en Überlingen hacia el año 1300, en el seno de una familia
noble, profesó en el convento de dominicos de Constanza, cursando después
estudios de Teología en Colonia. De regreso a Constanza, destacó como
predicador, así como por sus escritos místicos. Nombrado prior del convento de Diessenhofen,
en 1343, cuatro años después fue objeto de una grave acusación por parte de una
mujer, siendo depuesto y enviado a Ulm, donde falleció el 25 de enero de 1366,
tras haber sido restablecida su fama. Fue beatificado por el Papa Gregorio XVI
en 1831. Está considerado como uno de los grandes místicos alemanes.
Beato Antonio Migliorati (siglo XIV). Nacido en
Amándola (Italia) el 17 de enero de 1355, en una familia de campesinos,
incitado por el ejemplo de San Nicolás de Tolentino, profesó en el convento de
agustinos de la propia Tolentino. Más tarde, fue superior del convento fundado
en su ciudad natal, donde falleció 25 de enero de 1450. Su culto fue reconocido
por Clemente XIII en 1759.
Beata Arcángela Girlani (siglo XV). Nacida en
Trino (Italia), ingresó como religiosa en el convento que la Congregación
Mantuana tenía en Parma, en 1477. Llegó a ser priora de la comunidad y, quince
años después, pasó a fundar el de Mantua, donde falleció, con fama de santidad,
el 25 de enero de 1495. Su culto fue reconocido por Pío IX en 1864.
Beato
Francisco Zirano (siglo XVI). Nacido en Sassari (Cerdeña,
Italia) hacia 1564, en una familia de agricultores modestos, siendo muy joven
tomó el hábito franciscano, siendo ordenado sacerdote con 22 años. En 1590,
unos piratas berberiscos, desembarcaron en la isla y capturaron a un primo
hermano suyo, Francisco Serra, que también era franciscano, llevándolo a Argel.
Desde entonces, la vida de fray Francisco se centró en la liberación de su
primo, obteniendo autorización del Papa para recaudar fondos con ese objetivo.
Finalmente, en 1602, pasó a Argelia, donde fue inmediatamente detenido y
condenado a muerte. Fue precisamente su primo quien le comunicó la sentencia,
recibiendo la noticia con gran resignación. El 25 de enero de 1603, fue llevado
al suplicio, bajo la acusación de ser espía. Tras todo tipo de vejaciones, fue
desollado vivo. Venerado desde entonces como mártir, fue beatificado el 12 de
octubre de 2014.
Beato
Manuel Domingo y Sol (siglo XIX). Nacido en Tortosa el 1 de
abril de 1836, cursó los estudios eclesiásticos en el seminario de su ciudad
natal, siendo ordenado sacerdote en 1860. Desarrolló una gran labor pastoral,
especialmente entre los más jóvenes, creando la primera revista juvenil
católica, El Congregante. Al
percatarse de las dificultades que encontraban los aspirantes al sacerdocio en
aquella convulsa época, decidió crear la llamada “Casa de San José” para dar
acogida a seminaristas sin recursos. Surgió después el Colegio de San José con
capacidad para 300 jóvenes y, posteriormente, fundó la Hermandad de Sacerdotes
Operarios, dedicados a la formación de seminaristas, que fue extendiéndose por
varias diócesis españolas. Su ingente labor culminó con la creación, en 1892,
del Pontificio Colegio Español de Roma. Falleció el 25 de enero de 1909, siendo
beatificado por San Juan Pablo II en 1987.
Beata
María Antonia Grillo (siglo XX). Nacida en Alessandria
(Italia) el 25 de setiembre de 1855, su padre era el director del hospital de
la ciudad. Tras una esmerada educación, en 1877 contrajo matrimonio con el
capitán Juan Bautista Michel que, cuatro años después, falleció en acto de
servicio. María Antonia superó el dolor causado por tan inesperada pérdida
dedicándose por entero a ayudar a pobres y necesitados en su propio domicilio.
El crecimiento de su labor asistencial le llevó a vender la casa y crear el
Pequeño Hogar de la Divina Providencia en un edificio de mayor capacidad. Allí,
venciendo incomprensiones y dificultades nació la Congregación de las Pequeñas
Hermanas de la Divina Providencia que, tras una rápida expansión por diversos
lugares, fue reconocida por la Santa Sede en 1942. La fundadora falleció en su
ciudad natal el 25 de enero de 1944 y fue beatificada por San Juan Pablo II en
1988.
Beato
Antonio Swiadek (siglo XX). Nacido en Pobiedziska
(Polonaia) el 27 de marzo de 1909, cursó los estudios eclesiásticos en el seminario de Gniezno-Poznan, siendo ordenado
presbítero en 1933. Desempeñó su ministerio pastoral en Bydgoszc. Detenido en
1942, durante la ocupación alemana, fue llevado al campo de concentración de
Dachau, donde agotado por las penalidades padecidas falleció el 25 de enero de
1945. Fue beatificado por San Juan Pablo II en 1999.
No hay comentarios:
Publicar un comentario