En nuestra infancia y juventud, Jueves Lardero era una fiesta esperada, porque en ese jueves que precede al Miércoles de Ceniza, el “palmo” cobraba especial protagonismo y, a cada niño, nos daban un trozo de longaniza equivalente a nuestro palmo.
Entonces no celebrábamos el Carnaval.
Con el “palmo” en un trozo de pan y una naranja, íbamos a la ermita de San
Jorge o al Huecha a dar buena cuenta de todo ello.
Llegaron después esos bollos con la
longaniza o el chorizo en su interior que han terminado popularizándose, aunque
ya no se comen en los alrededores, entre otras razones porque este año el tiempo
no acompañaba.
Nosotros tuvimos la fortuna de que, una
benemérita dama, tuvo la amabilidad de regalarnos un “palmo” personalizado. Los
elabora personalmente y son exquisitos, entre otras razones porque el pan está
empapado con el “unto” del chorizo o de la longaniza. Como queríamos disfrutar
de tan extraordinario manjar, lo comimos tranquilamente en el Centro, sin que
faltara la tradicional naranja. Una tradición cumplida y una cena para recordar…
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