jueves, 15 de febrero de 2024

Miércoles de Ceniza y San Valentín

         Por cuestión de fechas, este año han coincidido la celebración del Miércoles de Ceniza y la fiesta de San Valentín, dos celebraciones que nada tienen que ver y, en cierto sentido, son contrapuestas.



         El Miércoles de Ceniza ocupa un lugar destacado dentro del Año Litúrgico, pues constituye el inicio de la Cuaresma, el tiempo penitencial que prepara a los cristianos para la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

         Con la imposición de la ceniza se invita a reflexionar sobre lo efímero de la vida y, sobre la necesidad de una conversión renovada, mediante la práctica de la oración, el ayuno y la limosna.

         Este tiempo penitencial, caracterizado por el rigor de antaño, lo ha visto atenuado, hasta el punto de haber quedado circunscrito a la abstinencia obligatoria en los viernes de Cuaresma y al ayuno en dos únicas fechas del año: El Viernes Santo y el Miércoles de Ceniza. Un ayuno que, por otra parte, puede obviarse por diversas causas, como la edad, el trabajo, la enfermedad o los desplazamientos, entre otras.


         Estos cuarenta días que nos preparan para la Pascua de Resurrección que este año será el 31 de marzo, pasan ahora casi desapercibidos en nuestro ambiente, a diferencia de lo que, hasta hace no demasiado tiempo ocurría, cuando se celebraba con especial rigor, sobre todo en la Semana Santa en la que se interrumpían todo tipo de espectáculos.

         Es significativo, que los musulmanes sigan practicando las prescripciones del Ramadán, viviéndolo con intensidad, a pesar de que son mucho más rigurosas que las que obligan a los cristianos en la Cuaresma.

 

         Por eso, la coincidencia este año del Miércoles de Ceniza con esa “acaramelada” fiesta de San Valentín, con sus corazoncitos, bombones y regalitos, no deja de ser una contradicción, al menos para el cada vez menor número de cristianos que viven su Fe de manera convencida.

 

             Bien es cierto que nadie puede conocer ni juzgar el interior de cada persona y, de hecho, en el Evangelio de ayer, el propio Cristo aconsejaba que “Cuando ayunéis, no pongáis cara triste”, sino que, por el contrario “cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”.

         Por eso, cuando durante los próximos días penitenciales nos crucemos por las calles, con personas sonrientes, limpias y perfumadas, es muy probable que, bajo ese aspecto, se esconda la realidad de hombres y mujeres que, mediante el ayuno y la penitencia, están viviendo con intensidad este tiempo fuerte del año litúrgico.

 


 

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