sábado, 24 de febrero de 2024

Todo se cae

 

         No estamos de suerte en Borja, donde parece que la ruina es contagiosa. Ayer tuvimos la sorpresa de encontrar en la plaza una de las piñas que decoran el alero de la Casa de Aguilar. Pudimos recuperar esta histórica pieza que parecía una lágrima caída como expresión del sufrimiento experimentado por las desgracias que se ciernen sobre otros edificios coetáneos.



         La piña procede del extremo del alero, el que se proyecta sobre el ala en la que se encuentra el acceso habitual de la casa, sobre cuyo tejado cayó, antes de rodar hasta la calle. No es la primera en desprenderse, pues cuando se restauró el edificio, fue preciso reponer varias piñas perdidas y, desde hace algún tiempo, venimos advirtiendo acerca de la necesidad de revisar y consolidar este alero que, junto al existente en la calle de San Francisco, es uno de los más importantes de nuestra ciudad.

 

         Lo que nos ha llamado la atención es el débil anclaje de estos elementos ornamentales, que se reduce a una corta espiga, en la que no queda nada de la cola con la que pudo haberse fijado y dos pequeños clavitos a ambos lados de la misma.

 

         También nos ha permitido conocer de cerca el trabajo de estas piñas cerradas que, como pinjantes, están presentes en la doble fila de casetones que forman el alero, a diferencia del alero de la calle San Francisco en el que las piñas de los casetones interiores son cerradas, como éstas, mientras que las de los exteriores son abiertas.


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