lunes, 25 de enero de 2016

Novedades en torno a Doña María de Aguilar


            No hace muchos días lamentábamos en este blog que nos hubiera pasado desapercibido el segundo centenario del fallecimiento de Dª María de Aguilar y Alaviano, acaecido en Ágreda el 19 de septiembre de 1813.

            La personalidad de esta ilustre dama y el hecho de que la sede del Centro de Estudios Borjanos se encuentre en la que fuera su casa, acrecientan nuestro pesar por la omisión, así como el hecho de que, hasta el momento, los datos referidos a ella y a su familia fueran relativamente escasos.




            Ahora, el Dr. Aguilera Hernández ha localizado dos importantes documentos que aportan novedades dignas de ser mencionadas. Uno de ellos es el testamento de su padre, fallecido cuando Dª María era muy joven, en el que se relacionan los bienes recibidos, pudiendo de esta forma conocer datos precisos sobre el ajuar de la casa y los elementos que componían el mobiliario y decoración de la misma. De igual forma, se aporta información sobre el entorno de la casa que, por otra parte, se ubica en lo que, ya en aquellos momentos, era conocida como “plaza de Aguilar”, aunque el actual nombre de “plazuela de Doña María de Aguilar” fue aprobado el 3 de mayo de 1906, siendo Alcalde D. Feliciano Rivas Foncillas.



            El otro documento es el de las capitulaciones con José Joaquín Rodríguez Portocarrero y Sorocaiz, natural de Ágreda, y personaje destacado, a juzgar por los bienes que aporta al matrimonio, celebrado por poderes, en la casa de Dª María el 22 de septiembre de 1785.
            D. José Joaquín sobrevivió a su esposa, cumpliendo su voluntad de entregar todos sus bienes al Hospital Sancti Spiritus. Este legado estaba integrado por 65 fincas rústicas y urbanas, algunos censos y todas sus joyas, lo que convirtieron a nuestro hospital en uno de los establecimientos benéficos más ricos de la provincia. Lamentablemente, la Desamortización que llegó poco después acabó con todo ello. Los bienes fueron vendidos a bajo precio y una parte mínima de los beneficios obtenidos volvieron al hospital, como deuda del Estado de la que, hasta no hace mucho, se obtenía un rendimiento ridículo.
            La generosidad de Doña María, cuya única condición era la de rogar a Dios por su alma, tenía el precedente de su padre que, en su testamento, dejaba al hospital todos los enseres del dormitorio en el que falleció. 

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