D.
Javier Bona nos ha remitido fotocopia del número correspondiente al agosto de
1931 de la revista Aragón que editaba
el Sindicato de Iniciativas y Propaganda de Aragón, una veterana publicación
que sigue fiel a su cita con el nombre de Aragón
Turístico y Monumental. En la portada aparece una fotografía del Caserón
del Santuario de Misericordia, realizada por D. Federico Bordejé Garcés, autor
de uno de los artículos que se incluyen en ese ejemplar de la revista.
En
realidad es el cuarto de una serie que con el título “Rutas becquerianas”
insertó Bordejé en esa revista, todos los cuales fueron reunidos en un libro,
editado por el propio SIPA posteriormente, uno de cuyos ejemplares se conserva
en la biblioteca del Centro de Estudios Borjanos. Libro sumamente interesante,
procedente de la Casa del Congregante.
El
artículo que lleva por subtítulo “Tipos del Somontano”, trata sobre Bulbuente y
Borja, aunque se centra en la idiosincrasia de las gentes de esta zona,
personificadas en personajes tan entrañables como el tío Félix de Trasmoz que
alardeaba de no haber sido engañado nunca, a costa de engañar siempre a los
demás. Bordejé se detiene en la anécdota de un amigo suyo, confitero para más
señas, que logró quebrar la fama del tío Félix con el que se encontró cuando se
disponía a subir a la diligencia que debía llevar a ambos a Veruela. Para el
confitero no había sitio y con ingenio logró acomodarse en el que ocupaba el
bueno de Félix. Para ello, le preguntó por el estado de uno de Trasmoz, al que “paece
que le han dao un furgazo en Maleján”. El tío Félix que lógicamente no sabía
nada, no pudo reprimir su curiosidad y abandonando la diligencia, a la que
quedaba un buen rato para partir, marchó andando hasta Maleján, dejando el
sitio libre al confitero. Su sorpresa fue mayúscula al comprobar, cuando llegó
a la vecina localidad, distante poco más de un kilómetro de Borja, que había
sido engañado por primera vez en su vida y lo que es peor, que ya era de
dominio público, con el consiguiente regocijo de todos. Decía Bordejé que, como
venganza, quería meter a su burra en la confiterías “pa que no quede un cristal
sano”. No sabemos si lo hizo, pero el artículo de Bordejé refleja un tiempo
desaparecido, tanto el vestir como en las costumbres, aunque esa gente franca,
llana, de gran inteligencia y de infinita sutilidad le hacía concebir la
esperanza de que, algún día, “el carro de España comenzará a rodar de nuevo”.
Lo hizo, no cabe duda, aunque probablemente no en la dirección que hubiera
querido D. Federico.
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