El Dr.
D. Alberto Aguilera Hernández, incansable en su labor investigadora, acaba de
realizar un importante descubrimiento en torno al rollo de Borja que,
evidentemente, no es el que aparece en esta imagen, dado que corresponde al
conservado en Jaraíz de la Vera (Cáceres), pues del nuestro no teníamos
noticias hasta este momento.
En
primer lugar, conviene recordar qué eran y representan los “rollos” que suelen
asociarse al término “picota”, aunque no es exactamente lo mismo. La picota es
una pena regulada ya en los antiguos códigos medievales y consistía en la
exposición pública de los condenados a ella, durante un determinado número de
horas (no demasiadas) en un poste situado en un lugar concurrido, al que se
ataba el cepo donde era sujeto el reo. A la vergüenza inherente a esta
exposición pública se unían las burlas de los viandantes e, incluso, el
lanzamiento de determinados objetos por parte de la chiquillería, por lo que
algunos preferían otro tipo de castigo antes que someterse a esta humillación.
Según algunos autores que han estudiado estas cuestiones, como Luis Iglesias
Rábade, la picota había caído en desuso a mediados del siglo XVI, siendo
sustituida por la pena de “correr la villa”, consistente en llevar al condenado
sobre un serón por las calles de la población, emplumado a veces, sometiéndolo
al reproche y puyas de los vecinos.
El “rollo”
era un signo de jurisdicción erigido como muestra del ejercicio de la misma en
ciudades y villas de realengo, pero también en algunos lugares de señorío.
Construidos en piedra sobre unas gradas, tenían forma de columna circular, de
ahí el nombre rollo y en su parte superior solían tener unos modillones que, en
principio, servían para atar a los reos condenados a la picota; de ahí la
asociación de ambas denominaciones, aunque no deja de ser significativo el que
la mayor parte de los rollos conservados fueran levantados en una época en la
que la pena de picota había caído en desuso.
Los
rollos y “otros signos tiránicos e insultantes a la humanidad” desaparecieron a
comienzos del siglo XIX, dado que las Cortes de Cádiz, por un decreto de 26 de
mayo de 1813, ordenaron demoler “todos los signos de vasallaje”. A pesar de
ello, en tierras castellanas se han conservado bastantes.
No
ocurre lo mismo en Aragón, donde apenas quedan ejemplos, pues los pocos
denominados como tales no responden a la tipología habitual. Los únicos restos
que, como estudió la Dra. Rebeca Carretero pueden ser atribuidos a un antiguo
rollo, son los existentes en el humilladero de Tarazona, donde el capitel y los
modillones de primitivo rollo fueron reutilizados como basa del “crucifijo”, lo
cual nos plantea otra cuestión, la relación entre rollos, cruces de término y
humilladeros, a los que haremos referencia a continuación.
Volviendo
al hallazgo del Dr. Aguilera debemos señalar que se trata de la capitulación
suscrita el 29 de septiembre de 1561, ante el notario Gabriel de la Ferriza,
entre el Justicia de Borja, Juan de Torralba, y los Jurados Juan Martínez, Gil
Matud, Juan de Trasobares y Juan de Gartiga, por una parte, y el maestro
mazonero Juan Sanz de Tudelilla, por otra, para “hacer el rollo de la dicha
ciudad de Borja”.
El
interés radica, por una parte, en la precisa descripción del rollo y su
emplazamiento, en el Campo del Toro, frente a la Casa Consistorial que había
sido construida pocos años antes. De ahí que nos sugiera la posibilidad de que
la erección de este monumento viniera determinada más que por su utilidad, por
el deseo del consejo de que fuera expresión del señorío de una ciudad en pleno
auge.
El
rollo, realizado en piedra, reunía características peculiares: Sobre cuatro
gradas de palmo y medio de alto cada una de ellas, se levantaba un pilar
ochavado (en forma de octógono, en lugar de la circular más frecuente). Sobre
él se disponía un capitel dórico, con basa y arquitrabe del mismo estilo, y una
cornisa, cuya forma se describe, de la que salían ocho modillones, uno en cada
lado del octógono. Cuatro de ellos estaban decorados con otros tantos leones y,
en los cuatro restantes, aparecían “las armas de la ciudad y del Reino”. Por
encima, un piramidón, rematado por una corona, una pequeña media naranja y como
coronamiento una cruz. El precio del mismo se concertaba en 1.100 sueldos y
debía estar entregado y colocado en febrero de 1562.
Otro
aspecto llamativo es que la obra fuera encomendada a Juan Sanz de Tudelilla que
se definía como “mazonero”, aunque también realizó otras obras como el trascoro
de la Seo que fue la obra que le proporcionó buena parte de su fama.
En
1560, Tudelilla había contraído matrimonio en Borja con Isabel Vicente uyaquí
nacieron ocho hijos, el último de los cuales fue Petronila, en 1576. Es
probable que el rollo fuera la primera obra que le encomendaron, aunque la que
se ha conservado es la mazonería del órgano de Santa María, realizada en 1568,
junto con el carpintero borjano Millán Ximénez.
Antes,
hemos hecho alusión a la relación entre rollos y humilladeros. En nuestro caso
es un tema especialmente pertinente ya que, como documentó el Prof. Criado, el
concejo de Borja capituló, en 1555, la construcción de “la cruz de Albeta” con
el maestro Alonso González. Este monumento, conocido también con el nombre de “humilladero”
ha llegado hasta nuestros días, reconvertido en capilla del cementerio. Aunque
no es posible asegurar que la obra fuera realizada por el citado maestro,
parece razonable suponer que se llevara a cabo en el siglo XVI y, por lo tanto,
fuera coetánea del rollo. Nos encontraríamos por lo tanto ante un signo
jurisdiccional frente a la Casa Consistorial y un templete para alojar la “cruz
de término”, en las afueras de la población.
La existencia de otro
similar en Tarazona en el que, como hemos indicado, fue reaprovechado el
antiguo rollo, nos obliga a replantearnos la funcionalidad de todos estos
elementos arquitectónicos, siendo de gran interés el documento ahora localizado
por el Dr. Aguilera que, en su momento, publicará el correspondiente estudio
con la transcripción precisa.
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