El 8 de noviembre de 1598 nació en Zaragoza el beato Martín Lumbreras Peralta, aunque pertenecía a una familia de Tabuenca, de donde eran sus padres que se habían trasladado a la capital aragonesa, en cuyo templo del Pilar fue bautizado el 10 de noviembre. Era el mayor de cuatro hermanos. El segundo, Juan Damián, murió intentando mediar en una pelea; Tomás fue agustino y hombre de reconocida virtud; mientras que la menor, Ana profesó como carmelita descalza.
La
familia solía pasar los veranos en Tabuenca y visitaban Borja, debido a que el
prior del convento de agustinos descalzos de esta ciudad era familiar suyo. Por
eso, cuando Martín que había sido educado en un ambiente muy religioso sintió
la llamada de Dios, decidió ingresar en el convento borjano, donde en abril de
1618 su tío le impuso el hábito de la orden. Pasó después al de Zaragoza, para
realizar el noviciado, y allí profesó el 1 de mayo de 1619, trocando su nombre
por el de fray Martín de San Nicolás.
Las imágenes anteriores corresponden al convento de Borja que, tras la
Desamortización subsistió hasta mediados del siglo XX.
Desde el inicio de su vida religiosa manifestó su deseo de ser misionero
y el 7 de julio de 1622 pudo ver cumplidos sus sueños al zarpar de Cádiz, en
compañía de otros doce religiosos, para viajar hasta México donde fue ordenado
sacerdote. Desde allí volvió a embarcarse en otra expedición que salió del
puerto de Acapulco, con destino a las Filipinas, desembarcando en Manila el 6
de febrero de 1623.
Hasta aquellas islas llegaban las peticiones de ayuda de los cristianos japoneses que se encontraban sometidos a una dura persecución. A pesar de que las autoridades españolas no querían comprometerse en esta cuestión, los agustinos intentaban enviar misioneros a Japón, sorteando todo tipo de dificultades y recurriendo a mercaderes chinos que, mediante la entrega de importantes sumas de dinero, accedían a introducir clandestinamente a algunos frailes.
El 4
de agosto de 1632, fray Martín, en compañía de fray Melchor de San Agustín,
embarcó en un junco chino que, tras una durísima travesía le llevó a las costas
de Kiushu, desde donde fueron caminando hasta Nagasaki, ciudad a la que
llegaron el 4 de septiembre de 1632, encontrándose con la sorpresa de que los
dos compañeros con los que pensaban contactar habían sido quemados vivos el día
anterior. Muchos cristianos habían sido asesinados y la floreciente comunidad
prácticamente había sido destruida.
Gracias
al dominico fray Domingo de Erquicia pudieron huir a unos montes cercanos,
donde bajo la protección de unos cristianos lograron sobrevivir dos meses.
Pero, ante la falta de comida, los temporales a los que se vieron sometidos y
la grave enfermedad que afectó a fray Melchor, decidieron entregarse a las
autoridades. El 2 de noviembre de 1632 fueron encerrados en unas jaulas, donde
permanecieron cuarenta días, con la promesa de que si abjuraban de su fe sería
liberados. Finalmente, el 11 de diciembre de ese año fueron conducidos a un
lugar público y atados a unos postes para ser quemados vivos. Señalan las
crónicas que únicamente estaban sujetos por el dedo índice de la mano derecha
para que, si se decidían a abjurar, pudieran liberarse del suplicio. Cuando la
leña comenzó a arder, fray Melchor murió asfixiado muy pronto, pero fray Martín
se mantuvo firme durante varias horas hasta que terminó consumido por las
llamas.
Unos
comerciantes portugueses llevaron la noticia a Macao, en 1633, e inmediatamente
se iniciaron los correspondientes procesos de beatificación que se demoraron
mucho hasta que, finalmente, el 7 de julio de 1867, el Papa Pío IX proclamó
beatos a 205 mártires de Nagasaki pero, entre ellos, no se encontraban los dos
agustinos, ya que en el proceso sólo figuraba la declaración de un testigo que
hacía referencia a la muerte de “dos agustinos descalzos”, pero sin precisar su
identidad. Afortunadamente, San Juan Pablo II beatificó a ambos el 23 de abril
de 1989, celebrándose su fiesta litúrgica el 11 de diciembre (que corresponde a
la de su martirio, como es habitual).
En 1997, con motivo de la jornada
dedicada a “Fundaciones conventuales en Borja”, el Centro de Estudios Borjanos
quiso honrar su memoria, dedicándole una lápida en el edificio levantado sobre
el solar del antiguo convento de agustinos, cuyo texto es el siguiente:
“En
este lugar se alzó el convento de San Agustín, en el que, en 1671, ingresó el
religioso agustino recoleto, oriundo de Tabuenca, FRAY MARTÍN DE SAN NICOLÁS
(1598-1632) que el 11 de diciembre de 1632 alcanzó la palma del martirio en
Nagasaki (Japón), siendo beatificado por S. S. Juan Pablo II el 23 de abril de
1989. En homenaje a su memoria, el Centro de Estudios Borjanos dedicó esta
lápida el 25 de abril de 1995”.
El
acto contó con la presencia del entonces Alcalde de Borja D. Luis María Garriga
Ortiz, del P. fray José Luis Sáenz (OAR) y de D. José Luis Chueca Sancho,
familiar del mártir, así como miembros del Centro de Estudios Borjanos, con su
entonces Presidente D. Victorino Gracia Salas, y numerosas personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario