miércoles, 6 de noviembre de 2024

El conde que fue ordenado sacerdote

 

         El 6 de noviembre de 1726 falleció en su palacio de Zaragoza D.  José Cebrián y Alagón, IV conde de Fuenclara, siendo enterrado en el templo del Pilar. Era hijo de D. Juan Francisco Cebrián, caballero de la orden de Santiago y de Dª. Ana María de Alagón, III condesa de Fuenclara y señora de Luceni, de quien heredó los títulos. Estuvo casado con Dª. Lorenza Agustín y Marcilla que aportó al matrimonio sus señoríos de Boquiñeni, Maleján y Ribas.

De esta unión nacieron diez hijos de los que únicamente llegaron a la mayoría de edad dos hijos y tres hijas. En 1691 falleció a los 28 años de edad su esposa, lo que da idea de la rapidez con la que se sucedieron los embarazos.

 

El conde de Fuenclara se encontró viudo a los 34 años y, en lugar de contraer un nuevo matrimonio para hacer frente al cuidado de los niños, decidió abrazar el estado eclesiástico, tras encomendar la prole a la abuela materna. Nombrado arcediano de Aliaga, de cuyo cargo tomó posesión el 23 de julio de 1701, pasó después como dignidad a la Iglesia Metropolitana de Zaragoza. El fervor religioso de esta familia quedó de manifiesto al ingresar sus tres hijas en otros tantos conventos zaragozanos y el menor, Miguel, también eligió la carrera eclesiástica, quedado como único sucesor en sus estados Pedro, que fue el V conde de Fuenclara.

 

         A D. José Cebrián le tocó vivir los difíciles días del cambio de dinastía en la Corona de España, militando entre los defensores de la causa borbónica, lo que le ocasionó la incautación de todos sus bienes. En el verano de 1706 se encontraba residiendo en Borja, donde pasaba largas temporadas en el “palacio” de Sayón que su esposa había heredado de la condesa de Castellflorit. Ese edificio, del que aún subsisten sus restos, era una finca de recreo en la que el edificio principal estaba rodeado de jardines y huertas, dentro de una cerca que se abría por el llamado “arco de Sayón”. Ante el rápido avance de los austracistas tuvo que huir para refugiarse en Villava, al amparo de la marquesa de Lazán.

 

         Al finalizar la contienda pudo recuperar todo lo que había perdido, volviendo a fijar su residencia en el palacio de Zaragoza, aunque continuó pasando largos períodos en el de Luceni (actualmente Casa Consistorial) y en el de Borja. El cambio de situación y las compensaciones recibidas de Felipe V no pudieron paliar el dolor producido por el exilio de su hermano Bartolomé que fue el único miembro de la familia que militó en el bando austracista, permaneciendo en Viena hasta su muerte.


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