Ayer finalizaron las fiestas de Borja. Ha habido quienes, desde fuera de la ciudad, nos han preguntado si eran en honor a nuestra Patrona. No es así, porque las fiestas de la Virgen de la Peana tienen lugar en torno al primer domingo de mayo. Las de septiembre tienen su origen en las Ferias que, por estas fechas, se celebraban en virtud de un antiguo privilegio real, confirmado por Felipe V, tras la Guerra de Sucesión. Por ese motivo, su denominación oficial es la de “Ferias y Fiestas de Borja”.
El día comenzó
con un almuerzo singular en la plaza del Mercado, en el que, en lugar de los
bocadillos habituales, se hizo entrega de un plato con un huevo frito,
choriceta y pan a todos los que hasta allí se acercaron.
A mediodía salió,
por última vez, la comparsa de Gigantes y Cabezudos y lo hizo acompañada por
mayor número de personas que el pasado día. El tiempo era mejor y lucía el sol.
Había también
niños, a pesar de las clases, y en el parque presenciamos las tradicionales
carreras delante de los cabezudos.
Mientras tanto,
en la plaza de Santo Domingo se celebraba uno de los tres espectáculos taurinos
programados (mañana, tarde y noche), con la presencia del “carrito de los
helados”.
En el paseo
seguían abiertos todos esos puestos que, en cierto modo, recuerdan a las
antiguas casetas de una feria que, con la traca, puso después de medianoche el
punto final a unos intensos días que han transcurrido sin sobresaltos y sin que
la lluvia hiciera acto de presencia, salvo breves momentos.











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