La Institución “Fernando el Católico” ha publicado en su colección “de Letras” El libro de Ajitov y Salmón, de la que es autor Mattatías ben Moisés, que posiblemente fue rabino de la judería de Zaragoza.
La edición,
estudio y traducción de esta obra, a partir de su versión original, ha sido
llevada a cabo por el Dr. D. Carlos del Valle Rodríguez, que se doctoró en
Filología Semítica en las universidades de Munich y Complutense, habiendo sido
profesor de hebreo en esta última.
Autor de
numerosos libros, entre los que destaca la traducción de la Misná, la obra más
importante del judaísmo rabínico, ha trabajado incansablemente para divulgar el
patrimonio cultural, literario, científico y religioso de los judíos en España,
habiendo sido nombrado miembro honorífico de la Academia de la Lengua Hebrea de
Israel.
La obra que nos
ocupa, a través de una estructura novelada, es en realidad un tratado de
polémica religiosa. Su argumento tiene como protagonista a la reina de un país “lejano”,
que se siente sumamente preocupada por las diferentes creencias religiosas que
profesan sus súbditos.
Decide entonces
comisionar a tres destacados personajes para que recorran el mundo, estudiando
los credos religiosos que se profesan en los diferentes países. Siete años
después regresan con su misión cumplida, pero, ante su sorpresa, cada uno de
ellos se ha convertido a una religión diferente. Uno al Islam, otro al
Cristianismo y el tercero al Judaísmo.
Todos creen
haber encontrado la religión verdadera, siendo especialmente virulento el
enfrentamiento entre Eker, el cristiano, y Ajitov, el judío. Para zanjar la
cuestión, la reina designa a un árbitro que dirima la controversia. El dictamen
final da la razón al judío y la reina, con todo su reino, decide convertirse al
Judaísmo.
La controversia
religiosa que, en definitiva, expresa los sentimientos del autor, un rabino, se
centra en cuestiones como la Trinidad, la Encarnación, la figura de Jesús, el
culto a los Santos y a la supuesta maldición que los cristianos realizan contra
los judíos en sus ceremonias.
Otros aspectos
interesantes hacen referencia a la imposibilidad de que la reina, convertida al
Judaísmo, ofrezca los antiguos sacrificios, dado que sólo era posible
realizarlos en el desaparecido templo de Jerusalén. También justifica la usura
entre los judíos, uno de los reproches que habitualmente se les hacían.
En definitiva,
lo que el autor pretende es justificar la supremacía de su religión sobre las otras
dos monoteístas, con las que convivía en la capital aragonesa.

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