D. Albert Ventura Rius, un sacerdote con el que hemos venido manteniendo relación por su interés acerca de las imágenes de la Virgen del Niño Perdido existentes en nuestra comarca, nos ha recordado la importancia del P. fray Francisco de la Madre de Dios, un agustino nacido en Tabuenca el 19 de mayo de 1650, con el nombre de Francisco Cuartero Aznar.
Prácticamente desconocido en su localidad natal, donde no aparece en la galería de retratos de religiosos ilustres de la iglesia parroquial, dimos una brevísima reseña biográfica en nuestro Diccionario Biográfico, que ahora podemos ampliar con los datos que nos ha facilitado D. Albert, tomados de la Historia General de la Orden de Agustinos Recoletos que fray Pedro Fabo del Corazón de María publicó en 1927.
Con 16 años
tomó el hábito en el convento que los agustinos tenían en Borja, donde profesó
el 15 de mayo de 1669. Ordenado sacerdote, más tarde, se encontraba en el
convento de Huesca, cuando decidió unirse a la misión organizada por el P. fray
Juan de la Madre de Dios, con destino a las Filipinas.
Salió de Huesca,
junto con otros tres religiosos y, tras cubrir las 136 leguas que les separaban
de Sevilla, donde se reunieron con el resto de misioneros que iban a tomar
parte en la expedición. Según los registros de la Casa de Contratación, embarcó
en junio de 1675 en el navío Nuestra Señora de Roncesvalles. Tenía 25 años
y era “descolorido, ojos hundidos, lampiño y de buen cuerpo”.
A la bahía de
Cavite (Filipinas) llegó a bordo del San Antonio de Padua, en julio de
ese año, pasando al convento de Manila, del que fue nombrado Subprior y Maestro
de Novicios en 1678 y donde ya era Consultor.
Entre los
muchos cargos que desempeñó en aquellas islas se mencionan los de Prior de
Siargao (1686-1689); Definidor y Secretario de la Provincia (1692); Prior del
convento de Manila (1693); Prior de Cebú (1695); Vicario Provincial de Caraga
(1702); Presidente del convento de Cebú (1706); Prior de Cebú (1707) y,
finalmente, en 1710, fue elegido Provincial, falleciendo poco después.
Fue considerado
un hombre que se distinguió por su ardiente celo en la salvación de las almas,
lo que le llevó a presentarse voluntario para la misión con destino a China que
iba a encabezar el Patriarca de Alejandría Carlos Tomás de Tournón, creado después
cardenal, aunque no se llevó a efecto por “lo calamitoso de los tiempos”.
Sirvan estas
líneas para honrar la memoria de este otro hijo ilustre de Tabuenca, localidad
que tantos destacados religiosos ha dado.




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