D.
Miguel Ángel Ruiz nos hizo entrega recientemente de un ejemplar del
extraordinario dedicado a Borja de La
Novela de Viaje Aragonesa, una publicación mensual fundada en Zaragoza, en
1925, por Arturo Gil Losilla (1887-1971). En ella se publicaron relatos de
numerosos escritores de nuestra tierra, hasta que dejó de editarse en 1928.
Emilio Alfaro Lapuerta |
El
número 51, aparecido el 14 de julio de 1927, estuvo dedicado a Borja y en el
núcleo central del mismo lo constituía la novela breve Al entrar en la vida, de
Emilio Alfaro Lapuerta, nacido en nuestra ciudad el 16 de febrero de 1903.
Como
resaltaba el propio Gil Losilla en el prólogo, Emilio Alfaro era entonces, con
sus 24 años, un joven periodista que trabajaba en La Voz de Aragón, al mismo
tiempo que cultivaba sus aficiones literarias. De él afirmaba el editor: “¡Cuánto
admiro el altruismo de tu labor! Tú, que podías haber subido, te conformas con
empujar a los demás. Humana acción, maravillosa acción la de todos los periodistas.
Que os llegue a todos el día de gloria, que tan merecido lo tenéis”. Hermoso
reconocimiento a los valores de un hombre que siempre estuvo dispuesto a
prestar su apoyo a todas las personas que llamaron a su puerta, especialmente
si eran borjanas.
D. Dionisio Pérez Viana |
D. Roque Pascual Lorente |
Pero
la publicación incluía también una serie de artículos relacionados con Borja y
sus recursos turísticos, desde el saludo del Alcalde de la Ciudad D. Dionisio
Pérez Viana, a la breve síntesis de la historia local que firmaba el erudito
párroco D. Roque Pascual.
Junto
a ellos figuraba una crónica del Presidente del Consejo Local de los
Exploradores, D. Manuel Méndez León, dando cuenta de las actividades de esta
asociación creada dos años antes, así como otro, firmado con las iniciales G.
L. en el que se destacaba la importancia turística del Santuario de
Misericordia.
Otro
aspecto interesante era el de la publicidad y, en relación con el Santuario,
nos llama la atención los anuncios de dos fondas, la “Gran Fonda Primitiva” de
Ángela Gutiérrez y la nueva Fonda de José Montorio, así como el Café-Bar de
Andrés Ruete, con su variada oferta gastronómica.
Entre
el resto de la publicidad podemos destacar a la Fonda del Comercio, con el
surtidor de gasolina que había entonces en la plaza de Santo Domingo; la
fábrica de pastas de Franciso Fauquier; la de Sulfuro de Carbono de Luis
Murillo y la de harinas de Santiago Sánchez; las farmacias de Escanilla y
Sancho; las tres grandes tiendas de tejidos: la de la Vda. de Ventura Martínez
(la casa más importante de la región), la de Juan Gracia, con muebles máquinas
de coser y hasta gramófonos, y la de la Viuda de Miguel Gracia; además se
anunciaban diversos talleres de cerrajería, guarnicionería, alpargatería,
gorras y comestibles. Todo un repertorio de establecimientos de los que,
curiosamente, sólo han subsistido las dos farmacias.
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