El 22 de diciembre de 1691 se produjo un hecho inusual para la época: el cabildo de la colegiata de Santa María de Borja tomó el acuerdo de invitar a una mujer para que entrara en el coro, durante el canto de Maitines el día de Navidad. Se trataba de sor Silveria de Frías y Francés, nacida en nuestra ciudad el 21 de junio de 1655.
Era hija de D. Pedro de
Frías Alberite y Dª. Juana Francés. Los Frías procedían de Alfaro y se
establecieron en Borja cuando Melchor de Frías contrajo matrimonio con la
borjana Isabel de Alberite. La casa de los Alberite era la que luego fue
propiedad de los Sánchez del Río en la calle de Goya que, por entonces, se
llamaba “de los Alberite”.
Pedro de Frías, el padre
de la religiosa, había nacido en Borja en 1622, y fue caballero de la Orden de
Santiago. En 1658 nació su hijo Pedro de Frías Francés que fue bautizado en la
parroquia de Santa María el 19 de noviembre. En 1675 ingresó como caballero en
la Orden de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta.
Llama la atención que su
hermana Silveria fuera bautizada el 21 de junio de 1659, siete meses después de
su hermano Pedro. También, el que, en el expediente instruido para probar la
nobleza de sus apellidos, requisito indispensable para entrar en Sigena,
aparezcan en el primer cuartel las armas de los Salazar, trece estrellas de oro
colocadas en tres palos y una en punta, sobre campo de gules, mientras que en
el tercero aparecen las armas de los Frías: Torre de plata en campo de azur con
un león coronado, en su color natural empinado sobre la torre. Sin embargo, los
cuarteles 4 y 5 aparecen raspados o desdibujados, aunque se adivina una flor de
lis de los Francés.
El hecho de que su
hermano Pedro fuera prior de la colegial, cuando la religiosa visitó Borja, sin
duda influyó en la deferencia de la que fue objeto. El día señalado fue
recibida por el cabildo en pleno y se sentó al lado de su hermano. Como era la
primera vez en la historia en el que una mujer entraba en el coro, el hecho fue
registrado en el libro de Gestis del
capítulo.
Actualmente, cuando el
coro está abierto a todos los fieles, el ver mujeres sentadas en sus escaños no
nos extraña, pero, en aquella época, constituyó todo un acontecimiento.
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