El 5 de diciembre de 1492 tuvo lugar en Barcelona el intento de asesinato de Fernando el Católico, protagonizado por Juan de Cañamares y en el que la intervención del borjano D. Pedro Lázaro Pérez Albero fue decisiva para salvar la vida del monarca, al arrebatar el arma con el que el agresor intentaba perpetrar el magnicidio. Ese hecho lo recordamos, cada año, en Borja en el transcurso de la recreación histórica sobre la visita de los Reyes Católicos.
El 5 de diciembre de 1650
Borja se sumó al fervor de otras muchas ciudades, declarando fiesta votada de
la ciudad la de la Inmaculada Concepción, tomando el acuerdo de celebrarla
todos los años el 8 de diciembre en la colegiata de Santa María, de donde pasó
posteriormente al convento de la Concepción, en donde sigue teniendo lugar.
Aquel voto, por el que
los borjanos se comprometieron a defender, incluso con su sangre, el misterio
de la Inmaculada Concepción, hay que situarlo en un momento en el que cobraba
fuerza lo que, mucho más tarde, fue declarado dogma. Hubo que esperar hasta el
8 de diciembre de 1854, para que el papa Pío IX proclamara que Santísima Virgen
María fue preservada inmune de toda mancha del pecado, que está revelado por
Dios y por lo tanto, debe ser constantemente creído por los fieles. En Borja y
en muchos lugares de España lo creían firmemente doscientos años antes.
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