El
Entierro de Cristo es el acto más importante de la Semana Santa de Borja. Viene
celebrándose desde mediados del siglo XVIII, con una única interrupción
provocada por la Guerra de la Independencia, en la que quedaron destruidos los
pasos e insignias que tomaban parte en la procesión. Fue recuperado en 1831 y,
en 1845, se produjo una modificación que ha llegado hasta nuestros días, dado
que ese año se hizo cargo de su organización la cofradía de las Almas, en
sustitución de la de San José, que era hasta entonces la principal responsable,
por ser Cristo hijo de carpintero.
Es una
ceremonia cargada de simbolismo y perfectamente estructurada, cuyo cortejo
parte de la colegiata de Santa María, encabezado por una bandera negra que, en
su origen era la de la ciudad y que porta la cofradía de San Bartolomé. Le
siguen los “heraldos” con la maza negra del antiguo cabildo.
Sigue
después la cofradía de San Juan Evangelista con el paso de su Patrón que
originalmente figuraba en el “duelo del Señor”, como es lógico aunque al
introducir una banda de cornetas y tambores, después de la Guerra Civil, pasó a
ocupar este lugar.
Al
paso de la Muerte, los alabarderos le rinden honores con un toque de atención.
En su guadaña lleva la inscripción “A ninguno perdono” y a sus pies pueden
verse una tiara, una corona real, una mitra y el globo terráqueo, como símbolos
de esa realidad que a todos afecta.
Como
expresión palpable de la misma, detrás de la Muerte van dos encapuchados
llevando un cráneo, en este caso real, y un plato de ceniza a la que señala con
el dedo el que lo lleva, recordando que “polvo eres y en polvo te convertirás”.
La
cofradía del Carmen lleva los estandartes que representan a las doce tribus de
Israel, uno de los símbolos del carácter universal del gran Misterio de la
Redención que, con la Muerte y Resurrección de Cristo se llevó a cabo.
De
introducción más reciente en el cortejo son las dos figuras femeninas que
portan un cántaro y una jofaina, en alusión a dos personajes importantes en el
Evangelio, la Samaritana y María que derramó su perfume en casa de Lázaro,
sobre los pies y la cabeza del Maestro.
El
paso del Descendimiento que lleva la cofradía de San Antón se introdujo como
recuerdo a la representación del mismo que tenía lugar en el pórtico de Santa
María y que se dejó de representar en 1870. El paso actual es moderno y la
razón por la que lo lleva la cofradía de San Antón, es que en ella se fusionó
la de la Sangre de Cristo, que era la encargada, como en otros lugares, de
hacerse cargo de los cuerpos de los ejecutados o víctimas de muerte violenta.
Dos
figuras femeninas representan a la Paz y la Justicia. La primera lleva una
palma y la segunda una espada, mientras sostienen la cartela con la expresión en
latín que traducida “La Justicia y la Paz de besan”, correspondiente al salmo
84, que anuncia que la salvación está cerca y uno de cuyos versículos dice “la
misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan”.
Tras
la Cruz parroquial desfilan los estandartes de las “Cuatro Partes del mundo”,
portados por la Cofradía de San José, aunque originalmente los llevaba la
desaparecida cofradía de las Llagas. Estos estandartes, se sitúan después en
torno al tablado donde se realiza el sellado del arca, poniendo de manifiesto
ese carácter universal al que hacíamos referencia.
A la
salida del arca descubierta en la que se conduce a la imagen yacente de Cristo,
la Unidad de Alabarderos le rinde honores con sus armas e inmediatamente se
suma al cortejo dándole escolta.
Aunque
en esta imagen el orden está invertido, sigue al arca el palio negro, privilegio
concedido a esta imagen que en Borja sólo comparte la Virgen de la Peana,
aunque en este último caso no se usa desde que procesiona en su trono, para que
pueda ser vista desde los balcones. Detrás del palio va el tape con el que se
cubrirá el arca en la plaza de España.
El
Centurión encargado de sellar el arca, junto con los dos angelicos debería ir,
inmediatamente después del velo, más cerca por lo tanto de la unidad de
alabarderos que manda. En esta ocasión lo hizo tras el tape del arca, seguido
por el párroco solidario D. César Augusto Gómez García, al que acompañaban dos
seminaristas que están realizando sus prácticas pastorales en nuestro
arciprestazgo.
Un
elemento importante en el desarrollo de la ceremonia del Entierro de Cristo es
el velo del templo que está a cargo de la cofradía de San Bartolomé y que se
rasgará en el preciso instante en el que el centurión selle el arca.
Precedido
por una bandera en la que puede leerse “El duelo del Señor” desfilan sus más
allegados, aquellos que le acompañan hasta su sepultura.
Por un
lado, la Verónica que al estar a cargo de la cofradía de San Sebastián e
incorporar su Agrupación de Cornetas, Tambores y Bombos, ha pasado a ocupar el
lugar que siempre le había correspondido a la Madre del Señor, la más cercana a
su cuerpo, de igual forma que San Juan tuvo que dejar el duelo para abrir el
cortejo.
María
Magdalena es llevada por la cofradía de Santa Lucía y porta en su mano los
pomos de ungüentos con los que perfumaron su cuerpo.
Finalmente,
María, la Madre dolorosa de Cristo, con su corazón atravesado por un puñal y
enjugando sus lágrimas con ese pañuelo blanco que, como comentamos en un
artículo anterior, eleva hasta su cara, dado que se trata de una figura
articulada que conduce la cofradía de las Nieves.
El M.
I. Ayuntamiento asiste a este acto en corporación bajo mazas, única ocasión en
la que las mismas van enfundadas en paño negro, en señal de luto.
Cierra
la comitiva la Banda de la Agrupación Musical Borjana que interpretó diversas
composiciones de gran calidad a lo largo del recorrido, siendo especialmente
memorable su entrada en la plaza de España, al son de la hermosa saeta al
Cristo de los gitanos.
Tras
recorrer las calles de la ciudad, la procesión llega al Campo del Toro, donde
sobre el tablado instalado allí, se procede a la ceremonia del sellado del arca,
momento culminante de nuestra Semana Santa. Lo avanzado de la hora y la falta
de luz nos impide obtener fotografías de calidad de esta parte del acto,
probablemente porque da comienzo demasiado tarde.
Posteriormente
y con el arca ya precintada, la comitiva retorna a Santa María, donde tenía
lugar el llamado “sermón de la Soledad”, oración sagrada que en el pasado tuvo
gran importancia, así como el acompañamiento musical que se desarrollaba a lo
largo de esta última parte de la ceremonia.
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