martes, 10 de septiembre de 2024

La iglesia del beato Agno en Gallur

 

         Además de su iglesia parroquial, en Gallur existe otra dedicada al “beato Agno”, que fue edificada a mediados del siglo XX, cuando la población experimentó un crecimiento por el otro lado del Canal Imperial, siendo construidas varias barriadas, para cuya atención espiritual fue construido este templo. Tuvimos ocasión de visitarla durante nuestro reciente desplazamiento a esa localidad.

 

         Está dedicado al obispo Lope Fernando de Ayn, más conocido como el “beato Agno”, que había nacido en Gallur en 1190 y cuyo supuesto retrato se encuentra en la cabecera de la iglesia.

 Cursó los estudios eclesiásticos, destacando por su preparación e inteligencia. Fue canónigo del Pilar hasta que conocedor del carisma de la orden fundada por San Francisco de Asís, decidió profesar en ella, siendo el primer franciscano de la provincia de Aragón.

         Enviado por sus superiores a Roma, gozó de la estima y consideración de varios Papas. En atención a su capacidad y a las circunstancias que concurrían en su persona, fue nombrado “obispo de Marruecos” y Legado Apostólico en el norte de África. A pesar de su resistencia a aceptar esta misión, tomó posesión de su sede, realizando una gran labor, bajo la protección del soberano conocido por los cristianos con el nombre de “Miramamolín”, que había quedado impresionado por sus virtudes. Después fue llamado a Roma, donde obtuvo del Papa la autorización para peregrinar a Tierra Santa. Regresó con la salud muy quebrantada y se retiró al convento de Zaragoza, donde falleció santamente, en 1260.

El apelativo de “Agno” se lo dio el Papa Gregorio IX, aludiendo a su inocencia. En realidad, se trata de un juego de palabras entre el Lope o “Lupo” de su apellido, que significa “lobo” y este sobrenombre de “agno” que quiere decir “cordero”. Fue un hombre culto que escribió algunas cartas sobre su misión en África y varios sermones, en castellano, latín y árabe. Por otra parte, se conserva una biografía suya, publicada en 1697, cuyo autor fue otro ilustre franciscano, el cronista fray José Antonio de Hebrera y Esmir, que era nacido en Ambel.

         Sus restos se veneraron en el convento de San Francisco de Zaragoza, junto a su altar mayor, pero desaparecieron a consecuencia de la guerra de la Independencia. Sobre el solar se construyó la sede de la Diputación Provincial.

 


         El templo de una sola nave, con el coro a los pies, es de sencilla factura y arquitectura funcional, propia de la época. En los muros laterales, sobre pedestales de madera encontramos varias imágenes de producción industrial.

 


         En el presbiterio, a la derecha de la imagen de Cristo Crucificado que lo preside hay una imagen de la Virgen del Rosario, de considerable tamaño. Se trata de una obra del siglo XVIII, en la que el Niño reposa en el brazo izquierdo de su Madre que, en su mano derecha, sostiene un gran rosario que, desde luego, no es el original.

 



         A la izquierda hay una imagen de la Inmaculada Concepción, que cruza sus brazos al pecho, mientras que, con sus pies aplasta al demonio sobre el orbe, siguiendo una iconografía tradicional y un modelo que hemos visto repetido en otras iglesias de la zona.



         La obra más interesante se encuentra en la sacristía y es otra imagen de la Virgen del Rosario, del siglo XVI, que conserva la policromía original, aunque ha perdido parte de un brazo del Niño y la mano con la que la Virgen sostenía el rosario original. También han desaparecido todos los rayos que salían de la mandorla que enmarcaba la imagen.


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