Recientemente
ha vuelto a suscitarse en los medios de comunicación el problema de la
despoblación en amplias zonas de Aragón y del efecto distorsionador que ejerce
Zaragoza a la hora de analizarlo desde el punto de vista global.
Las
autoridades regionales son conscientes de la magnitud del mismo y de las consecuencias
derivadas del hecho de que muchos de nuestros pueblos vayan quedándose sin
habitantes poco a poco.
Esto
es algo evidente para todos pero, en nuestra opinión, la situación es aún más
grave, dado que los datos que se manejan no son fiables, porque el padrón de muchos
municipios suele estar deliberadamente incrementado por personas, que sin
residir habitualmente en ellos, siguen empadronadas en los mismos.
En
unos casos, lo hacen por puro sentimentalismo, al no querer perder sus vínculos
con los lugares donde nacieron o de los que procede su familia. En otras
ocasiones, lo hacen para beneficiarse de ciertas tasas como las relacionadas
con los vehículos. En este sentido, hay localidades que se han beneficiado de
estos empadronamientos oportunistas. Los ayuntamientos son los primeros
interesados en que el número de sus habitantes se mantenga en ciertos niveles,
aunque son los primeros en ser conscientes de que la realidad del mismo es
inferior a la declarada.
Hasta
hace unos años, la realización periódica de los Censos Generales contribuía a
corregir los datos inexactos, pero ese sistema fue eliminado y en la actualidad
todas las estadísticas se basan en los datos que proporcionan los padrones
municipales.
Pero,
en el caso de Borja, hay otro efecto negativo derivado de esta situación, dado
que, aunque como reflejan las estadísticas, nuestra ciudad es una de las
cabeceras de comarca que han experimentado un crecimiento, éste sería mucho
mayor si fueran computadas todas aquellas personas que, teniendo su residencia
habitual aquí, siguen empadronadas en sus localidades de procedencia. En este
sentido, si el número de habitantes se sitúa en algo más de 5.000 habitantes,
en realidad es muy probable que hubiera que añadir algunos centenares más. Por
ello, admitiendo las razones que aducen algunas personas para no empadronarse,
los perjuicios que ocasionan a las localidades en las que residen realmente son
importantes, dado que son ellas las que deben prestarle los servicios que
utilizan.
Esta
reflexión no pretende ser sino una llamada de atención sobre un problema
evidente y una invitación para que, entre todas las partes implicadas, se
encuentren las fórmulas más adecuadas para su solución.
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