Ante unas consultas que nos han sido planteadas, en torno a la coronación de imágenes de la Virgen María, hemos querido acercarnos al significado de las coronaciones canónicas, cuyo origen está vinculado a dos personas.
Por una parte, a fray Jerónimo Paolucci (1552-1620), un capuchino gran amante de la Virgen y difusor de su culto, por lo que era conocido como “Apóstol de la Madonna”. Fue él quien, con otros devotos, impulsó las coronaciones de las imágenes marianas, con coronas fabricadas con las joyas que entregaban los fieles asistentes a sus misiones populares. Fundó la Obra Pía de la Coronación (Pia Opera dell'Incoronazione), siendo la de la Virgen de Oropa la primera que llevó a cabo la de la Virgen de Oropa, poco antes de su fallecimiento.
Pero fue otra
persona, amiga del citado capuchino, quien dio el impulso definitivo y canónico
a las coronaciones. Se trataba de Alejandro Sforza Pallavicion Piacenza, conde
de Borgonovo, miembro de una destacada familia, quien dejó en su testamento un
legado muy importante, para que, con sus frutos, se pudiera costear la
elaboración de coronas.
Como receptor
del legado se hizo cargo el Capítulo de San Pedro, estableciendo un registro de
las Vírgenes que eran coronadas. La primera en hacerlo, con este nuevo procedimiento
reglado fue la Madonna de la Febbre de la Basílica Vaticana en 1631.
Durante mucho
tiempo, era el citado capítulo quien autorizaba esas coronaciones que, al
principio, se llevaban a cabo en Italia y, posteriormente, por todo el mundo. Fue
el Papa León XIII quien, en 1897, incluyó el rito de la coronación en el
Pontifical Romano.
San Juan Pablo
II fue quien, en una de las reformas del Pontifical, concedió facultad al
Ordinario de Lugar para llevar a cabo coronaciones canónicas, sin derogar el
privilegio del Capítulo Vaticano. De esta manera, existen dos tipos de
coronaciones. Por un lado la Pontificia, otorgada mediante un Breve Papal, y la
Diocesana, de la que es competente el Ordinario del Lugar, pudiéndose dar el
caso de que coexistan ambas.
Queremos recordar
que la primera imagen coronada canónicamente fue la de la Virgen de Veruela, a instancias
de la Compañía de Jesús, que se había establecido en el antiguo monasterio cisterciense,
y la solicitó del Papa León XIII.
El acto de la coronación fue fijado para
el día 31 de julio de 1881, festividad de San Ignacio de Loyola, fundador de la
Compañía. Estaba previsto que fuera efectuada por el cardenal arzobispo de
Zaragoza D. Manuel García Gil, un dominico gran amante de Veruela, pero su
fallecimiento, el 28 de abril de aquel año, trastocó los planes, debiendo
realizarla su auxiliar y obispo de Hipsópolis D. Jacinto María Cervera Cervera,
más tarde obispo de La Laguna y después de Mallorca, donde falleció en 1897.
Desde entonces,
han sido numerosas las imágenes coronadas en España. En nuestro Diccionario
de Términos Religiosos y Litúrgicos contabilizamos 452 imágenes que han
recibido este honor, entre ellas la Virgen de la Peana, coronada el primer
domingo de mayo de 1989, con ocasión del II Centenario de su culto, y que es la
que ha motivado este comentario, por las razones que expondremos en un nuevo
artículo.




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