Algunos de nuestros lectores se sorprendían el otro
día cuando, al tratar sobre la comparsa de Gigantes y Cabezudos, citábamos al
“Berrugón”, con “B”, cuando, en opinión de tan docta gramática, “verruga” se
escribe con “V”. Algunos de ellos creían que se trataba de un desliz
ortográfico. Sin embargo, la cuestión no es tan sencilla.
Cuando,
en 1889, fue creada la comparsa borjana los cronistas de la época afirmaban que
estaba compuesta por dos gigantes que eran “un nigromántico, llevando en su
mano izquierda el escudo de armas de la ciudad de Borja, y un hada”. Además,
“otra pareja de enanos sin significación determinada, por más que algunos
maliciosos quisieran encontrarles auténtico parecido”, cosa que, por otra
parte, respondía a la realidad, pues los autores se habían inspirado en un
personaje real. Por lo tanto, los cabezudos no tuvieron nombre en un principio.
Se
les adjudicó después, tomándolo de los cabezudos de Zaragoza donde, desde antes
de 1841, había ya cuatro que respondían a los nombres o apodos de “Morico”,
“Tuerto”, “Forano” y “Berrugón”. Como relató el cronista zaragozano D. José
Blasco Ijazo, fue en 1860, con motivo de la visita de la reina Isabel II,
cuando se amplió la comparsa y se crearon la mayor parte de los actuales. Su
autor fue el escultor Félix Oroz quien explicó lo que cada uno significaba. Del
“Berrugón” afirmaba que recordaba a un antiguo corregidor de la ciudad, famoso
por su mal carácter.
Entonces,
como ahora, tanto ese cabezudo como el de Borja ha sido conocido con el nombre
de “Berrugón”, aunque no son iguales pues el de Zaragoza se toca con sombrero
de tres picos y el nuestro con otro redondo.
Es
evidente que al “Berrugón” se le representa con una verruga en su rostro, pero
la relación entre el nombre y esa excrecencia puede no ser tan clara. No
obstante, el aragonés es poco proclive al uso de la “v” e, incluso el
sustantivo castellano “verruga” tiene un equivalente aragonés que, según D.
Rafael Andolz, es “berruca”. Pero este mismo autor, recoge en su Diccionario la palabra “berrugo”, un adjetivo
que equivale, en su primera acepción, a la palabra castellana “adusto” con la
que se califica a las personas hurañas, malhumoradas, secas, desabridas o
severas, calificativos todos que podrían aplicarse a la figura del corregidor
que representa el cabezudo.
Por
una u otra razón, al “Berrugón” se le ha llamado siempre así, aunque doctores
hay en la materia que, probablemente, encontrarán motivos más precisos pues,
incluso, hay quien afirma que responde a un apellido. Sobre esta cuestión no
podemos pronunciarnos ya que no disponemos de la relación de los corregidores
que hubo en la capital aragonesa y, por otra parte, nos parece que es la
justificación más improbable.
Mientras
tanto, seguiremos utilizando la palabra “Berrugón” y, próximamente, nos
ocuparemos de la historia de nuestros cabezudos, de su boda y de los retoños
que procrearon en el transcurso de sus más de 100 años de historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario