En
la ladera norte, que se orienta hacia la depresión del Ebro, de esa sucesión de
elevaciones que conocemos como los montes del Sepulcro se encuentra esta cueva
que, tradicionalmente, ha sido uno de los elementos más significativos de la
geografía local: la cueva Esquilar.
Desde
esta otra orientación, se aprecia detrás el cerro de la Corona, del que está
separado por un cortado, y más al fondo se ve emerger la parte superior del
castillo y, en concreto, el remate de uno de sus pilares de contención.
Su
emplazamiento sugiere la posibilidad de que la cueva fuera ocupada por alguna
comunidad en época prehistórica. Sin embargo, hasta el momento no se ha
encontrado ningún testimonio que permita corroborar esta hipótesis, aunque
tampoco se han realizado excavaciones en su interior.
Por
eso, cuando algunos nos preguntan acerca de las primeras evidencias de la
presencia humana en nuestro municipio, debemos recordar que, al margen de
algunos hallazgos anteriores, es en la cueva de Moncín, en el Santuario de
Misericordia, donde se han podido documentar las primeras evidencias de un
poblamiento que se remonta al año 2.200
a. de C. Eran gentes pertenecientes a la cultura Calcolítica que,
posteriormente, se fueron extendiendo por toda la Muela Alta, formando una
comunidad de agricultores y cazadores, en torno a una laguna que estaba en el
lugar que conocemos con el nombre de La Tellana. Nada menos que 40 yacimientos
ha llegado a catalogar Isidro Aguilera que fue quien los dio a conocer. Debemos
recordar, también, las excavaciones realizadas por un grupo de arqueólogos de
la Universidad de Bristol (Reino Unido) en Moncín, durante varias campañas y el
hecho, apenas difundido entre nosotros, de que la cueva de Moncín fue incluida
por la UNESCO, dentro de lo que conocemos como “Patrimonio Mundial”, formando
parte de la declaración genérica de “Arte Rupestre de arco mediterráneo en la
península ibérica”.
En
la zona que nos ocupa, el primer asentamiento se produjo, hacia el año 600 a.
de C. en el monte existente sobre la cueva de Esquilar. Eran gentes
pertenecientes a la cultura de la I Edad del Hierro y ese poblado, al que nos
referiremos otro día, fue el núcleo original de la ciudad de Bursau.
Por
lo tanto, la cueva debe ser considerada, por el momento, una simple formación
geológica que toma su nombre del hecho de que allí se realizaban, al parecer,
labores de esquilado del ganado. Pocos recordarán que su interior fue escenario
de un asesinato ocurrido hace algo más de 50 años.
Su
interior ha estado sumido en un lamentable abandono durante mucho tiempo y
había llegado a convertirse en un vertedero. Afortunadamente, un ejemplar
ciudadano viene realizando labores de limpieza, desde hace algunos años, e
instala allí un belén en época navideña. En este sentido sería conveniente que
su ejemplar actuación contara con la colaboración de nuestras autoridades para
retirar los residuos que hasta allí llegan por acción del viento y otros
factores.
En
su bóveda se vienen produciendo desprendimientos como el que se refleja en esta
fotografía lo que provoca que su fragilidad sea extrema en esos puntos.
Afortunadamente, ha dejado de labrarse el campo superior pero el agua de lluvia
se filtra por allí. No es aventurado suponer, por lo tanto, que dentro de un
plazo relativamente corto se hundirá la bóveda. El alcance de este
derrumbamiento es difícil de prever pero el futuro de la cueva está amenazado,
así como la seguridad de quienes se adentran en ella.
De
ahí, que lo aconsejable sea acercarse, únicamente, a su boca y disfrutar de las
vistas que se contemplan desde ese lugar, tal como nos muestran las fotografías
que ha realizado Enrique Lacleta para este artículo.
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